Raúl López Gómez/Cosmovisión
Aquí lo documenté antes durante y después del 2 de junio del 2024.
Documenté que desde Palacio se había diseñado un escandaloso fraude de Estado, que consistía en distintas estratagemas, que incluían la compra de votos, el condicionamiento de programas sociales, el uso ilegal de miles de millones de pesos de dinero público y la presión criminal para inducir el voto; además del peso del poder presidencial colocado al servicio del partido oficial.
Aún así y a pesar de las evidencias contundentes, muchos se negaron a ver esa realidad.
Sin embargo, hoy existen pruebas claras del fraude de Estado, al extremo de que se confirma que, en el sexenio por venir. despachará en Palacio una presidenta espuria.
Y por eso volvemos a las preguntas de rigor.
¿Qué más pruebas necesitan para entender que la elección del 2 de junio pasado fue un grosero fraude de Estado?
¿Qué mas pruebas, luego que se confirmó el gasto descomunal de dinero público –un verdadero saqueo a los ojos de todos–, para nutrir los programas sociales a lo largo de todo el sexenio?
¿Qué más pruebas que la denuncia de los Servidores de la Nación, a quienes se instruyó para condicionar –de casa en casa y por todo el país–, la entrega de programas sociales a cambio del voto y que luego los despidieron sin la paga prometida?
¿Qué más pruebas que una campaña electoral ilegal, a lo largo de cinco años, por parte de la preferida de Palacio y que dejó en la ruina a servicios públicos como el Metro de la CDMX?
¿Qué más pruebas que la confesión reiterada de un vendido Tribunal Electoral, cuyos integrantes confirmaron que, en sus mañaneras, López Obrador violó de manera sistemática la Constitución al intervenir de forma ilegal –desde el 2023–, en el proceso electoral de 2024?
¿Qué más pruebas que la alteración por diseño, del resultado electoral de miles de casillas en todo el país, a través del PREP, lo que arrojó una victoria maquillada, ilegítima e ilegal de la señora Claudia Sheinbaum?
¿Qué mas pruebas que la compra de votos, las amenazas de retirar los apoyos sociales por parte de todos los gobiernos municipales, estatales y el federal de Morena en todo el país?
¿Qué más pruebas del fraude de Estado cometido el pasado 2 de junio, que la participación de grupos criminales en no pocas regiones del país, en donde condicionaron el voto a cambio de “plata o plomo”?
¿Y qué más pruebas necesitan luego que, de manera tramposa, desde la Secretaría de Gobernación y por instrucciones de Palacio, se pretende imponer una mayoría ilegal de diputados federales del partido oficial, para destruir el Poder Judicial?
Sin embargo, lo patético del caso es que, a pesar de todas las pruebas arriba citadas, no va a pasar nada, ya que tanto el INE como el Tribunal Electoral son verdaderos árbitros vendidos.
Es decir, que nadie sancionará a ninguno de los delincuentes electorales, empezando por el mayor delincuente electoral de la historia, de nombre López Obrador y que despacha en Palacio.
¿Y por qué no pasará nada a pesar de la montaña de violaciones legales y constitucionales en materia electoral?
No pasará nada porque la democracia mexicana agoniza; porque López Obrador se encargó de destruir todas las instituciones que por 25 años se construyeron para garantizar derechos y libertades fundamentales.
Y, sobre todo, no pasará nada porque a pocos opositores y críticos les importa enemistarse con el Maximato que está por arrancar con López Obrador, detrás del trono, y con la “señora presidenta”, como parapeto.
Y es que para eso el trabajo “cansino” de López a lo largo de seis años en los que se empeñó en la destrucción de la CNDH, de todas las instituciones de transparencia y rendición de cuentas; destruyó los institutos electorales federal y estatales y al mismo Tribunal Electoral.
Claro, además de que por orden presidencial fueron perseguidos no sólo los opositores, sino los críticos, en medio de un verdadero exterminio de periodistas en todo el país y del control brutal contra los dueños de los grandes medios de prensa, radio, televisión y digitales.
Y es que, como ya lo hemos repetido en este espacio, el de Obrador es el México del “¡no pasa nada!”.
No pasa nada a pesar del fraude electoral; no pasa nada a pesar del peor gobierno de la historia; no pasa nada a pesar de más de un millón de muertos por Covid; de 200 vidas perdidas por hechos violentos, a pesar de 50 mil desaparecidos y no pasa nada a pesar de que México es un país quebrado.
Y por eso obliga preguntar: ¿Resistirá el Maximato la señora Claudia?
Al tiempo.