Raymundo Jiménez/Al pie de la letra
Si después de su última mañanera de ayer, a Andrés Manuel López Obrador se le hubiera ocurrido “invitar” a Claudia Sheinbaum a comer tlayudas y tlacoyos a Xochimilco, a la presidenta electa no le hubiera quedado de otra que aceptar, porque hasta ese grado llegó el hostigamiento que ejerció sobre ella el presidente.
Hoy a las cero horas, Claudia debió sentir algo muy parecido a lo que sentían los presos cuando les quitaban los grilletes, porque los últimos 16 fines de semana el tabasqueño la aprisionó y placeó a su antojo por los 32 estados de la República.
Todavía el sábado la llevó a Sinaloa y Nayarit en lo que se llamó la “Gira de la transición”, gira que puso a prueba la paciencia de Claudia y su fiel obediencia al presidente.
Pero a partir de hoy la presidenta es ella. Y la gran pregunta es saber cuál será su relación con Andrés Manuel en el futuro. ¿De gratitud? Por supuesto. Pero de sometimiento quién sabe.
Quizá para convencerse a sí mismo que su amistad con su sucesora se mantendrá sin mácula, López Obrador dijo ayer: “En lo personal me siento muy satisfecho por el trato de la presidenta hacia mi; respetuoso hasta el final. Cualquier otro acomplejado lo primero que hubiese hecho hubiese sido negarme, o empezar a cuestionar lo que hemos conseguido para diferenciarse, para pintar su raya; para que la gente diga ‘ahora sí viene el cambio’”.
Esto es falso; ningún presidente electo ha cometido la burrada de distanciarse del presidente en funciones sin el consentimiento, permiso o aprobación de éste. Por el contrario, le aguantan todo hasta el final e incluso utilizan su primer discurso en el Congreso para homenajearlo por última vez. Ya luego le dejan ir el caballo y le sueltan los descontones y coscorrones.
Estos pueden llegar de inmediato como lo hizo Ruiz Cortines con Miguel Alemán, o tardar meses como los que le propinaron Lázaro Cárdenas a Plutarco Elías Calles y López Portillo a Echeverría.
Aunque pueden no llegar nunca. Si Carlos Salinas respetó a su antecesor Miguel de la Madrid, fue porque éste no le anduvo diciendo cómo debía gobernar el país. Pero con López Obrador eso va a ser punto menos que imposible.
Acostumbrado desde hace más de veinte años a mandar y a que lo obedezcan, a dar manotazos sobre la mesa, a regañar en público a sus subordinados (Claudia fue una de las regañadas), a la ciega fidelidad de todos ellos y sobre todo, acostumbrado a ser el centro de atención, al tabasqueño le va a costar mucho trabajo desprenderse de todo eso. Y es casi seguro que comience desde el primer día a importunar a la presidenta con sus telefonazos.
Si Claudia quiere desembarazarse de su posesivo mentor, deberá tejer muy fino para evitar una rebelión en la granja de miembros de su gabinete, gobernadores, legisladores, alcaldes y hasta comisariados ejidales que le deben todo a su antecesor. “Esa rebelión podrían encabezarla las fuerzas armadas a las que les dio más que ningún otro presidente y le deben gratitud” dirá alguien. Y en efecto, gratitud sí, lealtad no. La lealtad castrense es sólo para el presidente o presidenta en turno; no para un expresidente.
Por su parte, si Andrés Manuel desea que Morena gobierne después de Claudia, deberá tejer más fino y recordar lo que dijo de ella hace dos semanas: “Claudia es una mujer de mucho carácter y en ese sentido el fresa soy yo”.
Reitero lector, Claudia le debe gratitud al tabasqueño pero no lealtad. Te diría que la lealtad se la debe al pueblo que gobernará, pero eso es demagogia pura. Desde hoy la lealtad se la debe a ella y a nadie más.
Soy de los que piensan que más temprano que tarde se distanciará de quien la llevó al poder. Pero si éste insiste en meter su cuchara en un plato que ya no le pertenece y en atosigarla hasta llenarle el buche de piedritas, Claudia puede radicalizar su distanciamiento hasta convertirlo en rompimiento y enviarlo a Estados Unidos sólo con pasaje de ida.
¿Que no?
Ora pues.
El discurso que dirá en el Congreso quizá dé la pauta para saber a qué le tiraremos los mexicanos en el futuro.
Por lo pronto y lo que es un hecho, es que este es el primer día para ambos. De Claudia como presidenta y de López Obrador como expresidente.