Miguel Ángel Sánchez de Armas/Juego de ojos
Manifestaciones frenasténicas
Felipe de J. Monroy*
Puede que el Frente Nacional Anti-AMLO (FRENAAA) cuente con la legitimidad y el derecho de la manifestación ciudadana contra las autoridades, un valor imprescindible en la búsqueda democrática del país; sin embargo, todo parece indicar que carece de las características imprescindibles para considerarse un movimiento martirial -o siquiera coherente- como lo pretenden vender a la prensa y a sus seguidores.
Por el contrario, la historia mexicana guarda muchos ejemplos -quizá demasiados- de heroicas resistencias contra el abuso del poder. Se trata de pueblos, comunidades o personas en lo individual que, tras un largo y pesado historial de sometimiento, comprenden con pesar la arrogancia y la responsabilidad de sentirse libres y se rebelan contra las reglas que los ha tenido en situaciones infrahumanas.
En cada caso, los detentadores del efímero mando de las fuerzas del orden buscaron reprimirlos, acallar sus voces, minimizar sus luchas y hasta aniquilarlos creyendo sólo haber hecho su trabajo, lo mínimo para mantener la paz y el statu quo. A veces, vaya paradoja, los detentadores del poder confiesan haber sometido o abatido “a los rebeldes” en defensa propia.
La Rebelión de Tomochic a finales del siglo XIX es uno de estos casos. En la historia de este conflicto se nota la ofensiva inicial, constante y permanente del Estado y los poderes fácticos del porfiriato contra la autonomía de los pueblos tarahumaras. Primero hubo una imposición autoritaria de un poder no respaldado por la gente; dicha autoridad promovió la institucional defensa de los privilegios de la oligarquía y los caciques; después se persiguió sistemáticamente a los inconformes; más adelante se reprimió una opción socio-religiosa que congregaba a los disidentes; y, finalmente, se usó el ancho brazo militar para exterminar a todo un pueblo en resistencia.
El autoritarismo no conoce límites ni vergüenza. De la rebelión de Tomochic se dice que el general Rangel mantuvo la ofensiva militar hasta masacrar al último rebelde; aunque también son famosas las palabras del líder de la rebelión, Cruz Chávez, antes de morir malherido por la escaramuza: “Nací para morir y no para rendirme. El culpable puede rendirse y pedir perdón; el inocente no”. Es decir, hay también cierta indignación radical que no encuentra satisfacción sino en la frontera del triunfo total o del martirio renaciente.
No hay nada de esto en la oposición política que proponen estos malquerientes del gobierno federal. No hay padecimientos ni sufrimientos que conmuevan a los humildes ni hay abusos manifiestos por parte del poder en turno; lo evidente es una posición de privilegio que defiende sus propios fueros, un vociferador de absolutos desde un lejano podio virtual y suficientes recursos económicos para emular una manifestación tan vacía de ideas como de adherentes. Hay, además, un elemento pararreligioso que se identifica ‘neocristero’ y que adereza amargamente el escenario del que hablaré en otra oportunidad.
En el fondo, FRENAAA apenas proporciona la excusa perfecta para que las más diversas manifestaciones oligofrénicas encuentren lo único que siempre buscaron: ostentarse.
No están allí, sin embargo, las verdaderas historias de resistencia social y política contra la denominada Cuarta Transformación, contra algunos rasgos de su silenciosa militarización de la vida pública o contra el control partidista hegemónico de la administración gubernamental. Estas historias -nos enseña con tristeza la experiencia- no las conoceremos a detalle sino hasta que el sacrificio sea más sonoro que la voz de todos los voceros del régimen.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe