Gabriel García-Márquez/Sentido común
Más allá de creencias, religiones y posturas políticas, la paz en el mundo es un anhelo de los seres humanos. ¿Existe un medio de librar a los hombres de la amenaza de la guerra? ¿De canalizar la agresividad del ser humano y armarlo mejor psíquicamente contra sus instintos de odio y de destrucción? Estas preguntas son las que Albert Einstein le planteó a Sigmund Freud en una carta signada el 30 de julio de 1932, cuando campeaba la violencia de las ideologías nazi y fascista.
Viene a mi mente esta reflexión en estos días de euforia y alegría, de felicidad y parabienes. ¿Quién quiere la guerra? ¿Quién desea, en lo más profundo de su corazón agredir al otro, atacarlo, destruirlo? Los seres humanos somos diferentes y siempre estaremos en confrontación, pero ¿dispuestos siempre a matar y destruir al otro? Parece que sí, porque así ha quedado demostrado a lo largo de la historia. También, claro, hay que decirlo, el anhelo de la sana convivencia, de la paz, ha sido una constante en la historia de la humanidad.
En 1932, regreso a la carta, Freud le contestaba a Einstein: “Los conflictos de intereses que surgen entre los hombres se resuelven pues, en principio, por la violencia. Así sucede en todo el reino animal, del que no podría excluirse al hombre. En su caso, evidentemente, a esos conflictos se suman los conflictos de ideas, que se elevan a las más altas cimas de la abstracción y cuya solución parece requerir otro tipo de técnicas. Pero esta complicación sólo aparecerá más tarde”.
“En los orígenes, añade el psicoanalista, en una horda poco numerosa, la superioridad de la fuerza física decidía lo que debía pertenecer a uno u otro o cuál era la voluntad que debía respetarse. La fuerza física va a ser secundada y pronto reemplazada por el recurso a las armas: saldrá victorioso el que posea las mejores o el más diestro en su manejo”.
La reflexión del médico neurólogo austriaco no tiene desperdicio y toda su reflexión es muy interesante y sigue vigente. Al final, se pregunta , ¿cuánto tiempo será necesario para que a su vez los demás se vuelvan pacifistas? Y su respuesta, aunque no es contundente ni brinda un plazo, si plantea la idea de que “todo lo que trabaja en favor del desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra”.
En lo personal coincido con esta idea y creo que el movimiento de la Cuarta Transformación que inició en el país el presidente Andrés Manuel López Obrador va en la misma línea, porque creemos que la construcción de la paz es fundamento de esta transformación popular que el mandatario mexicano ha llamado “Humanismo mexicano de la 4T”.
Así, la paz no es sólo un anhelo demagógico o una utopía. No, la paz es posible, pero se debe construir desde la raíz, dignificando al ser humano, colocándolo por encima de intereses e ideologías, empoderándolo, para que sea él mismo agente de su transformación. Y eso es justamente lo que se está haciendo en México con los programas sociales. El empoderamiento ciudadano es un camino seguro y firme en este proyecto.
Trabajar por el desarrollo de la cultura, como planteaba Freud es trabajar por el empoderamiento del ser humano, no para avasallar a otro ser humano, sino para integrarlo en una sociedad igualitaria. Con motivo de la Navidad, el Papa Francisco planteó desde Roma, convertir el corazón para decir “no” a la guerra y “sí” a la paz. Lo dijo, al hacer un llamado a los países que se encuentran en conflictos bélicos. En México nosotros debemos de seguir construyendo una cultura de paz, acabando con las injusticias que tanto daño han hecho a nuestra gente.
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