Ruperto Vázquez Ovando/Opinión en línea
La guerra secreta por ventiladores
● Gobiernos en manos de mercaderes
● China y Alemania revenden sobrantes
● El peor panorama laboral para el 2021
Buscar el yo en el poderío del oro es edificar sobre arena.
Henrik Ibsen, 1828-1906; dramaturgo noruego
El sistema público de salud en México es un desastre. Es cierto lo que dice el presidente López Obrador, que así le dejaron esas instituciones; pero también es cierto que él sabía lo que recibía y la responsabilidad que tenía, y tiene, de rescatar la vida de 130 millones de mexicanos.
En materia de salud, las cosas están complicándose. No importa el discurso triunfalista, la verdad es otra. No hay insumos para enfrentar la pandemia del Covid-19, los médicos se están enfermando, y ante la falta de pruebas de diagnóstico, el número oficial de enfermos y muertos por el coronavirus es mínimo en un país que comparte frontera con la nación con el más alto nivel de contagiados y fallecimientos por ese motivo.
En los actos de desesperación y ya tarde, México demanda ventiladores como la herramienta para atender a los enfermos en estado crítico. Sin embargo, su tardía incursión lo convierte en la presa fácil de intermediarios, mercaderes de la muerte, que ofrecen a precios desorbitantes esos aparatos. Y lo que es peor, ahora piden cotizaciones a esos intermediarios para monitores de signos vitales; los que tenemos en el sector salud tienen fallas o son inservibles. Las camas hospitalarias no tienen colchones en buen estado y los sistemas eléctricos para mover al paciente, no funcionan.
Los ventiladores es un tema mundial. El canciller Marcelo Ebrard se puso en contacto con el Gobierno chino para comprar algunos ventiladores. Donald Trump prometió venderle 10 mil, pero no le dijo para cuándo ni por cuánto. El peregrinar toca las puertas de varias empresas. En Tijuana, el gobernador Jaime Bonilla, del Morena, clausuró la fábrica de ventiladores Smiths Medical, una ensambladora que se negó a venderle los aparatos a la entidad. El error de Bonilla fue la clausura. Lo que debió haber hecho es confiscar la empresa y poner a sus empleados a trabajar en la producción para el país. Es una situación de emergencia que el gobierno Federal debió haber secundado como ocurre en otras naciones como Israel donde el Ministerio de Defensa convirtió una fábrica de misiles para producir ventiladores.
Por cierto, un agente del Mosad israelí comentó a EFE cómo los países pelean una guerra encubierta por respiradores. Los servicios de inteligencia de todo el mundo están en una “batalla” para adquirir material sanitario, en particular respiradores artificiales.
Turquía no libera 150 ventiladores destinados para España; los quiere para tender sus propios enfermos. El gobierno socialista de Pedro Sánchez da por perdido ese material.
El Drägerwerk de Alemania, uno de los líderes mundiales en la producción de ventiladores mecánicos cuadruplicó su producción: podrá entregar 10,000 respiradores a su país más otros diez mil para pedidos de gobiernos extranjeros.
El sector privado de varias naciones desarrolladas, bajo la batuta en esta crisis mundial de sus gobiernos, se organizan para producir lo que el país necesita. Unos se sacrifican para que muchos sobrevivan al COVID-19 . En Francia, el presidente Emmanuel Macron quiere tener para finales de este año la autosuficiencia de mascarillas y respiradores. Llegó a acuerdos con Air Liquide, Valeo, PSA (Peugeot), Schneider Electric, para tener el mes próximo 10 mil respiradores a un precio mucho más bajo.
Lo mismo hace el gobierno capitalista de Donald Trump. Ford, General Motors y Tesla, acordaron con el productor de equipos médicos Ventec Life Systems, para producir industrialmente, como en periodo de guerra, 50 mil respiradores a bajo costo. Podrán producir 30 mil respiradores al mes.
Angela Merkel, líder alemana, también busca la autosuficiencia en la producción de insumos. El gobierno toma el control de los medios de producción de insumos médicos en esta pandemia. La guerra es contra el coronavirus y el objetivo es no endeudarse, ni empeñar el patrimonio del país, cuando se tienen los insumos y las instalaciones para hacerlo.
México lo tiene, pero una secretaria de Economía como Graciela Márquez, no le ofrece soluciones al presidente López Obrador, del tamaño de la pandemia mundial. ¿Qué tenemos en el país para enfrentar nuestras carencias? ¿Cómo aplicar medidas de guerra contra un virus? Tenemos las herramientas, pero falta conocimiento. Y, lo entendemos. El gobierno tiene asesores de 10 mil pesos mensuales. Ese es el nivel de soluciones.
PODEROSOS CABALLEROS: El fantasma de la otra crisis que se avecina, que podrá ser aún más desastrosa para el país, es la económica, pero especialmente la caída en el número de empleos. ¿No se dan cuenta de que fortaleciendo a los generadores de empleos, el gobierno tendría más recursos vía impuestos para sus políticas sociales? No pateen la olla de los frijoles. Más de 3 millones de empleos formales desaparecerán y ahorcan a los generadores de trabajos. ¡No regalen dinero! Ofrezcan opciones creativas para usar la política fiscal para el desarrollo, no como vulgares cobradores.
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