Raúl López Gómez/Cosmovisión
Mancera, un Macron
La primera razón por la cual no hay Macron mexicano es porque no lo quieren ver. Pero ahí está. Es Mancera.
A nuestro Macron no lo ven porque lo quieren francés, y de esos no hay elegibles.
Guste o no, Mancera es la versión mexicana del político que el domingo destronó a los partidos tradicionales en la Asamblea Nacional francesa.
Un sector de nuestra intelectualidad no quiere ver en Mancera al líder independiente que se busca para las elecciones del próximo año por esa misma razón: porque es auténticamente independiente.
Quisieran uno independiente de los partidos pero intelectualmente dependiente de ellos.
Alguien a quien pudieran manejar, o que al menos les consultara como a una suerte de Consejo de Sabios.
Mancera los escucha -porque sí son valiosos y es un error del gobierno federal no haberles dado su lugar-, pero toma decisiones de manera autónoma de partidos y de grupos de interés.
Lo que hizo Miguel Ángel Mancera en la Ciudad de México no lo podrían haber hecho PAN y PRI juntos: venció a los caudillos de la izquierda que se habían apropiado del Distrito Federal.
Y lo hizo sin militar en ningún partido político.
Le quitó la candidatura a Jefe de Gobierno a los dueños de la ciudad -López Obrador, Ebrard y las tribus de la izquierda clientelista- como quien le quita un dulce a un niño.
Su votación fue la más alta que haya tenido un candidato a la Jefatura de la capital del país, por encima de los emblemáticos Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador.
No aceptó inscribirse en el PRD, donde militaban todos los jefes políticos del equipo que se había adueñado del Distrito Federal
Ideológicamente Mancera es un liberal en la más amplia expresión de la palabra, como Macron.
Tiene en su actuación un marcado acento en lo social, dado el entorno en que vivimos: desigualdad, pobreza y rezagos.
Es un liberal en lo social, ya que apoya los matrimonios entre personas de un mismo sexo, interrupción legal del embarazo, no discriminación a la mujer, da cabida a todas las religiones y creencias.
También es un liberal en lo económico. En Estados Unidos, adonde fue en su calidad de presidente de la Conago, formó un grupo binacional de gobernadores en defensa del Tratado de Libre Comercio.
¿Se entiende el peso de esa iniciativa? El gobernante de la ciudad de izquierda por definición en el país, tomó la batuta para defender aquello que los fundadores del PRD, y desde luego López Obrador, han dicho en distintos momentos que fue una traición a la patria: el TLC.
Nunca se sometió a las pandillas que tanto daño le han hecho a la izquierda, o a eso que todavía llamamos izquierda.
En su gobierno no hay privilegios para grupos como los que el fin de semana marcharon de la embajada de Estados Unidos al Hemiciclo a Juárez en apoyo al régimen de Nicolás Maduro: el Sindicato Mexicano de Electricistas, el Comité de Víctimas de Nochixtlán, familiares de los normalistas de Ayotzinapa, el Frente Popular Francisco Villa, la Asamblea de Barrios, Movimiento de Solidaridad con Venezuela, Sindicato de Trabajadores del Transporte de la Ciudad de México.
Se los sacudió a todos, sin aplastarlos. Es realmente independiente y si no lo ven es porque no quieren.
Quienes sí lo vieron son los de esa izquierda conservadora y vengativa que es Morena, donde se incluye a Marcelo Ebrard.
Con los “atentos saludos” de Ebrard fue el cierre de los trabajos en Reforma (como si el cemento de las calles fuese patrimonio histórico).
Ebrard pudo haber sido nuestro Macron pero no supo entender a tiempo su papel y se doblegó ante AMLO.
Mancera no. Ahí va.