Raymundo Jiménez/Al pie de la letra
Una Sandra Cuevas, ahora confesa, podría poner fin a una mujer rijosa, abusiva, violenta, que ha sido denunciada de todo desde que ocupa, vía apoyo de Ricardo Monreal, la alcaldía Cuauhtémoc. La pérdida de la alcaldía y la cárcel, pueden ser su destino. Se le suman destrucción de murales, agresión a tercera edad y a migrantes en parques y plazas, golpes a policías y ahora a un ciudadano que paseaba a su perro por la avenida Reforma y al que mandó a golpear. A confesión de parte relevo de pruebas, se evade de lo jurídico y se va al dicho popular, pero es contundente. Es verdad que la historia de la confesión es muy oscura y puede ser conseguida de muchas maneras. Pero en el caso de la alcaldesa se dio en un acto público en el que reaccionó diciendo que presentará denuncia contra el ciudadano al que mandó golpear. Lo acusa de señas obscenas. O sea, señas obscenas, si es que se dieron, contra una golpiza que tiene preocupado al ciudadano de nombre Roberto Noricumbo, porque padece síntomas que han sido considerados graves.
UTILIZA EL DINERO PÚBLICO, MIENTRAS HACE CAMPAÑA Y MANDA A GOLPEAR
La golpiza que dos de los empleados de Cuevas aplicaron a Noricumbo, a los que ella dice que ya despidió, se produjo en el marco del despliegue de una de sus campañas electorales, y todavía, según el agredido, se acercó a burlarse de él. Situaciones como éstas no las puede creer la ciudadanía que aunque ha visto de todo en los grupos que han gobernado al país, todavía espera el recato propio de quien gobierna y el uso aunque sea precario de la ley. La mujer se mueve en carros lujosos, por un espacio central al que quiso añadir hace poco el Ängel de la Independencia como cosa propia para las reuniones del PAN. La Corte, en sus pocos momentos coherentes, se lo negó. Lo que llama la atención es la tardanza de las autoridades en aplicar sanciones. Ya había cometido un delito serio en los golpes a policías hace más de dos años y el caso pasó de largo. En este caso ha aparecido en escena la ex subsecretaria de Programas de Alcaldías y Reordenamiento de la Vía Pública, Dunia Ludlow Deloya, para apoyar a Noricumbo y el propio agredido se está moviendo en diferentes instancias, entre ellas la Comisión de Derechos Humanos de la CDMX, para que la agresión no quede impune.
¿LE PINTARÍA UN VIOLÍN A CUEVAS EL CIUDADANO AL QUE MANDÓ A GOLPEAR?
La gente tiene muchas formas de defenderse y una de ellas es el albur. La respuesta en palabras o señas es una expresión de defensa, cuando el agredido no tiene más que hacer cuando quien lo agrede está por encima física o en posición superior. Cuevas dice que Noricumbo le hizo señas obscenas. El menciona que ante el saludo que le quiso dar, ella casi lo atropella y quizá fue entonces cuando le hizo alguna señal obscena. La más famosa es pintar un violín que al parecer es muy afrentosa, pero que cubre toda la indignación de alguien que ha sido gravemente agredido. De acuerdo a la definición leída en El Diario de Torreón, pintar un violín, es “ponerse los dedos cordial e índice en la cara con la nariz en medio y moverla de arriba a abajo”, con eso se está insultando a una persona. En la famosa Pícardía Mexicana debe venir más explícito y también en El Libro de los albures de Víctor Hernández, en formato Kindle (CreateSpace Edición 2010) que trae todo tipo de albures sobre comida, nombres lugares, personas, letreros en los baños, de respuestas que hay que dar, etcétera. El violín como mecanismo de defensa, no se equipara desde luego a una golpiza que pudo haber llegado a cosas peores. La señora Cuevas debe de ser procesada y sometida al imperio de la ley…y de paso, si no lo hizo Noricumbo, pintarle un violín.