Teresa Gil/Libros de ayer y hoy
La muerte del científico Edward O. Wilson quien ganó un Púlitzer por su obra Las hormigas y fue por largos años un estudioso de ese insecto, nos actualiza la fuerza que pueden llegar a tener seres que consideramos menores en la naturaleza. El cuento de H. G. Wells, El reino de las hormigas, es una advertencia. Y eso lo estamos viendo en el avasallante virus SRAS-cov-2 que ha dejado millones de muertes en el mundo y tiene en jaque al que se considera el imperio más poderoso del mundo, el de Estados Unidos. El 26 de diciembre Joe Biden anunció que ya están saturados los centros de hospitalización, víctimas de la cuarta ola, con el nombre del ómicron. En México la proliferación ha empezado aunque todavía controlada según declaraciones oficiales, lo que no alerta a una población empeñada en aglutinarse en calles y espacios cerrados. Wilson cuya muerte a los 92 años ha sido ampliamente sentida, fue un entomólogo que entre otras cosas creo el concepto de biodiversidad al que la ONU le dedicó el año 2010. Su tesis sobre el minúsculo insecto tiene como base la comunicación individual y en sus colonias, lo que se produce sostuvo, por medio de feromonas, sustancias que emiten los humanos y que se trasmiten por contacto o por el aire.
H. G. WELLS ADVIRTIÓ EN SU RELATO EL PELIGRO FUTURO DE INSECTOS
Publicado en 1905 en el Strand Magazine de Londres, el relato El reino de las hormigas trata de amenazantes hormigas de gran tamaño que tienen asolado al pueblo de Badana y cuya peligrosidad contra la vida de los habitantes, es evidente. La obra (Pepsa 1974, con ediciones diversas anteriores y posteriores), es festiva en determinados momentos cuando el capitán Guerrílleau, enviado a enfrentar a las hormigas, las ataca con cañones sin lograr su objetivo. En el desánimo que mantiene y que estamos viviendo en el caso del virus actual, señala que no es remoto que esos insectos y quizá otros, invadan al mundo y fija ya desde principios del siglo 2020, al año 1960 o más. La obra, que en realidad es un relato largo, fue llevada al cine en 1977. Se llamó El imperio de las hormigas y la dirigió Bert I. Gordon, con Joan Collins y Robert Lansing.
LA CIGARRA CON SU BELLO CANTO, DA LECCIONES A LA HORMIGA
Periódicamente se usa la fábula de Esopo sobre La Cigarra y la Hormiga, para acentuar el carácter laborioso del más pequeño animal de los dos. En ese cuentecillo del ateniense del que se decía que era esclavo y murió arrojado desde una roca, la cigarra se acerca a la hormiga trabajadora para pedirle algo de granos para vivir en el invierno que empieza a despuntar en ese momento. La hormiga le pregunta entonces que hizo durante tantos meses para no recoger granos y la cigarra respondió que cantar. Entonces le respondió la hormiga con burla: “Danza ahora en el invierno”. La interpretación moderna deja mal parada a la horniguita, ya que la presencia de la cigarra no era infructuosa, porque a todos alegraba con su bello canto. Algo así plantea William Saroyan, en uno de los cuentos de su libro Mi nombre es Aram (Editorial José Janés Barcelona 2015) sobre uno de los tíos de Aram que se la pasaba tocando la flauta todo el día, mientras los demás tíos enojados con él, trabajaban. Entonces su padre y abuelo de Aram, les dijo que la belleza de la música es un don y que el hombre de la flauta, no hacía sino darles el placer de sus notas.