Jorge Robledo/Descomplicado
En México nadie está a salvo de la violencia y del crimen.
No están a salvo los políticos, los hombres de empresa, los periodistas y menos los ciudadanos, en general.
Y hoy, los sacerdotes tampoco están a salvo de la violencia criminal y de los matarifes de las bandas mafiosas.
Y es que el pasado lunes –como lo documenté en la entrega del Itinerario Político de ayer 21 de junio de 2022–, fueron asesinados dos sacerdotes de la región Tarahumara de Chihuahua, por matones pertenecientes al grupo criminal del “Cártel de El Chapo”.
Un crimen que no sólo estremeció al mundo sino a los católicos de todos los continentes; que indignó al Obispo de Roma pero que, sobre todo, le confirmó al mundo que el gobierno de López Obrador es producto de una alianza “narca” que brinda impunidad total a las mafias del crimen organizado.
Pero, sobre todo, se trata de un ataque criminal que “derrama el vaso” de la ineficacia oficial contra los barones del crimen quienes, a su vez, día con día ganan más espacio y, por tanto, confirman que nadie está a salvo en México.
Y si los matarifes a sueldo son capaces de arrebatarle le vida a un par de sacerdotes que sólo trataron de cumplir con su apostolado, los mexicanos se preguntan: ¿Quién está a salvo en México?
Y la respuesta la conocen todos.
En efecto, los imparables hechos violentos confirman que en México los ciudadanos, todos, estamos solos y a merced de los grupos mafiosos, por pura casualidad aliados del gobierno de López Obrador.
Una alianza “narca” que está a la vista de todos y que todos padecen pero que, al mismo tiempo, se empeña en negar el presidente mexicano.
Más aún, ayer miércoles 22 de junio del 2022, en la “mañanera” de AMLO, un grupo de periodistas –entre ellos el autor del Itinerario Político–, fueron acusados por el presidente y por sus voceros de impulsar “una falsa narrativa” de que el de López Obrador “es un narco-gobierno”.
Es decir, López Obrador y sus propagandistas siguen engañando a los ciudadanos, siguen culpando de sus fracasos a los críticos de esos fracasos y, sobre todo, siguen mintiendo sobre su complicidad con las bandas criminales.
Por eso obligan las preguntas:
Comparados los gobiernos de Fox, Calderón y Peña con el gobierno de AMLO, ¿en cuál gestión presidencial se han registrado más muertes violentas?
Comparados los gobiernos de Fox, Calderón y Peña con el gobierno de López, ¿en cuál gestión federal se han reportado más mexicanos desaparecidos?
Comparados los gobiernos de Fox, Calderón y Peña con el gobierno Obrador, ¿en cuál de esas gestiones presidenciales se han documentado más feminicidios?
Comparados los gobiernos de Fox, Calderón y Peña con el gobierno del tabasqueño, ¿en cuál de esas gestiones federales se han enlistado más periodistas asesinados?
Comparados los gobiernos de Fox, Calderón y Peña, con el gobierno del huésped de Palacio, ¿en cuál gestión federal se han generado más matanzas y crímenes colectivos en México?
Comparados los gobiernos de Fox, Calderón y Peña, con el gobierno de AMLO, ¿cuál es la gestión presidencial que menos capos del crimen ha detenido y extraditado?
En todos los casos el gobierno de López Obrador resulta reprobado.
Peor aún, la comparación de los fracasos lopistas se podría ampliar a la economía, la salud, la educación, el crecimiento económico, el empleo, la inflación y la corrupción y, también en esos casos, el fracaso de López es aplastante y hasta criminal.
Es decir, el presidente López Obrador puede intentar engañar a muchos por mucho tiempo; puede mentir todo lo que quiera, pueden difamar y calumniar a sus críticos todo lo que se le ocurra; incluso puede decir misa, si quiere, pero lo cierto es que nadie, en México y el mundo, dará crédito a sus argumentos “engañabobos”.
Puede engañar a muchos durante mucho tiempo, pero no engañará a todos, todo el tiempo.
No, presidente, la violencia incontenible en México es una realidad; la incapacidad de su gobierno está a los ojos de todos; la ingobernabilidad es lacerante y todo el mundo conoce sus mentiras.
La “narrativa mentirosa” no es la de sus críticos sino la de su gobierno; un gobierno que vive una crisis terminal, la crisis de llevar la violencia al extremo de matar sacerdotes, lo que ratifica la ineficacia de esa complicidad oficial con las bandas criminales, llamada “abrazos y no balazos”.
En efecto, presidente López Obrador, la escandalosa violencia que se vive en México y que ya es conocida por el mundo entero, lo coloca como el gobierno y el mandatario más corrupto, que más solapa a las mafias y que menos brinda protección a los ciudadanos.
Un gobierno fallido que busca culpar a todos, al pasado, a sus villanos favoritos, menos a los verdaderos culpables de la tragedia mexicana.
Pero la difamación y la calumnia de López Obrador tampoco aparece de la nada; viene acompañada de feas “botargas” dizque poseedoras de una imaginaria metodología que pretende hacer creer que la alianza “narca” de AMLO con el crimen organizado “es una narrativa” mentirosa.
Ayer mismo en la “mañanera” se difundió un “estudio” de una “botarga” motejada como “Tlatelolco Lab” dizque financiada por la UNAM y que realiza un seguimiento periodístico elemental para concluir que, quién sabe qué malévolos críticos del pobre presidente mexicano inventan quién sabe qué monstruosidad para debilitarlo.
¿Quién financia la “botarga” “Tlatelolco Lab”?
¿Quién está detrás?
¿A qué intereses responde…?
Lo cierto es que día con día, a golpe de realidad, el mundo se convence, junto con muchos mexicanos, que el de López Obrador es un “narco-gobierno”.
Al tiempo.