Pablo Jair Ortega/Columna sin nombre
Una de las mayores aspiraciones políticas de López Obrador fue pasar a la historia como su prócer de cabecera; Benito Juárez.
Pero la terca realidad confirma que –a punto de cumplir la tercera parte de su gobierno–, el presidente mexicano terminará igual que otro Benito, el padre del fascismo, Benito Mussolini.
Y es que igual que el dictador italiano, Obrador no sólo insulta, difama, persigue y calumnia a sus críticos sino que alienta el odio social en contra de sus disidentes y hasta llega al extremo de obligar a dueños de los grandes medios –prensa, radio y televisión y digitales–, a despedirlos por no acatar la censura oficial.
Igual que Mussolini, Obrador formó su ejército de “camisas negras”, motejados como “Servidores de la Nación”, quienes desde la modernidad de las redes sociales no sólo difaman y calumnian a quienes se atreven a disentir y pensar distinto, sino que los exhibe y persiguen hasta convertirlos en perros del mal: “traidores de la patria”, un epíteto que en el fondo busca lealtad a toda prueba; la lealtad al dictador.
En efecto, igual que el fascista Mussolini, el “dictador bananero” López ordenó perseguir en redes, en plazas públicas y mediante campañas mediáticas oficiales a los diputados que votaron contra sus caprichosas reformas, al tiempo que sus lacayos del gabinete, como Pablo Gómez, llaman a llevar presos a quienes se negaron a votar en el falso revocatorio.
Y es que en el “chabacano fascismo” impuesto por AMLO en México, es traidor a la patria y a su decadente transformación –es traidor al dictador mexicano–, todo aquel ciudadano que se atreva a opinar distinto, que disiente, critica y cuestiona las ocurrencias, tonterías, necedades y hasta los crímenes de Estado ordenados desde Palacio.
De esa manera, al entrar a su cuarto año de gobierno –y frente a la soledad del poder fallido–, el mandatario mexicano se aleja día a día del ideal juarista y, paradójicamente, se aproxima peligrosamente a los horrores de la dictadura de Benito Mussolini.
¿Lo dudan?
1.- Conforme se aproxima el último tercio del gobierno de Obrador también se acentúa el autoritarismo oficial y se cataliza la persecución de Estado contra los críticos, opositores, disidentes y todos aquellos que abre los ojos y se atreve a cuestionar al fallido gobierno de AMLO.
Y el mejor ejemplo es la fascista campaña presidencial contra críticos, opositores y disidentes la vimos horas después del domingo pasado, cuando desde Palacio salió la orden “de crucificar” en redes sociales a los diputados que se atrevieron a rechazar la inconstitucional Reforma Eléctrica impuesta por AMLO al Congreso.
El propio presidente llamó “traidores a la patria” a quienes votaron contra su reforma –y cual fascista al mejor estilo de Mussolini–, mandó el mensaje de que su partido, Morena, crucificara a los opositores.
2.- Y la orden del tirano fue cumplida sin chistar. El jefe de Morena, Mario Delgado, y todo el aparato oficial se encargaron de financiar la más descomunal campaña mediática contra los opositores del PRI, PAN y PRD; legisladores que fueron exhibidos en redes sociales como “la peste”.
3.- Al mismo tiempo cayó una nueva cabeza simbólica de la crítica intelectual contra el dictador mexicano. Resulta que el articulista semanal de Milenio, Guillermo Valdés Castellanos anunció su salida del Grupo en el que colaboró por más de 20 años, sin ninguna restricción.
¿Qué fue lo que pasó?
Que desde Palacio les impusieron a los dueños del Grupo Milenio –a la familia González–, una más de sus vulgares censuras.
Y los lacayos y abyectos dueños de Milenio se doblaron. Sí, echaron de su artículo semanal al severo crítico de los afanes dictatoriales de López Obrador, al ex director del Cisen, Guillermo Valdés Castellanos.
Sin duda una pérdida lamentable en la crítica a la dictadura mexicana, sobre todo porque los dueños de Milenio salieron de España huyendo de la dictadura de Francisco Franco y hoy –casi un siglo después–, y en abierta contradicción a la historia –a su propia historia–, se han convertido en lacayos del dictador mexicano.
4.- Pero si aún dudan de los afanes fascistas de AMLO y de la copia de su gobierno frente a su adorado Mussolini, ahí está la militarización de la vida nacional, el mejor ejemplo de que López Obrador sigue “el manual del dictador” a “pie juntillas”.
La propia ONU ha denunciado la grosera militarización de la vida pública mexicana y los afanes del presidente López Obrador por convertir a militares y marinos en los rectores del Estado.
5.- El signo distintito del gobierno de AMLO ha sido la fobia mostrada contra la derecha y, en especial, de repudio a todo aquello que signifique el neoliberalismo, otra característica del “Manuel del Fascista” impuesto por Mussolini.
6.- Pero “la joya de la corona” del fascismo de López Obrador es el desprecio que ha mostrado a los derechos humanos.
Para nadie es novedad que la primera de las acciones de Estado de López Obrador fue acabar con la CNDH, la cual secuestró a través de una incondicional como Rosario Piedra, que no es más que una “verdadera piedra” para justificar toda clase de violaciones a las garantías fundamentales.
Al final de cuentas los hechos confirmaron que, en la realidad mexicana, el presidente López, el mismo que aspiró a ser el moderno Juárez, terminó convertido en epítome del fascista Benito Mussolini.
Y el tiempo se encargará de poner a los criminales del gobierno de López en su lugar.
Al tiempo.