Andi Uriel Hernández Sánchez/Contrastes
De nueva cuenta López Obrador lanzó todo el peso del poder presidencial contra el diario El Universal y contra su propietario y director general, Juan Francisco Ealy Ortiz.
El “pecado”: presentar como noticia principal –el miércoles 8 de septiembre–, un reportaje que exhibe la extorsión de que son víctimas los trabajadores del aeropuerto Felipe Ángeles.
Un extracto del trabajo periodístico –bajo la firma del reportero Alejandro Melgoza–, dice así: “Obreros denuncian que les quitan hasta 30% de su salario y les hacen firmar como si lo hubieran recibido completo; también reportan presiones en el tiempo de construcción, lo que ha provocado más accidentes y muertes”.
La denuncia indignó a López Obrador, quien la descalificó sin dar señales de que sería investigada.
Así lo dijo: “No les creo, los de El Universal son de esos medios que antes aplaudían al gobierno y ahora están constantemente cuestionando al gobierno, atacando al gobierno… y por lo general se dedican a mentir”.
Pero no fue todo, así le mandó una velada advertencia al propietario de El Universal: “Ahí te encargo –le dijo al reportero de El Gran Diario de México–, que le preguntes a Ealy cómo le hizo. ¿Por qué tanto? Entonces ¿por qué le dieron un crédito en Nacional Financiera? Y con todo respeto, ¿cuándo lo va a pagar?, porque es dinero del pueblo”.
Es una clara amenaza al propietario y director de El Universal, Juan Francisco Ealy Ortiz, cuya empresa contrató de manera legal y legítima un crédito por 200 millones de pesos, mismos que ha pagado de manera puntual.
¿Por qué la amenaza?
La respuesta es elemental, porque ese periódico ha sido uno de los pocos diarios críticos del gobierno de AMLO; porque encabezó la alianza que recientemente firmaron un puñado de medios en defensa de libertades fundamentales en democracia, como la libertad de expresión.
Y porque se ha mantenido vigente e independiente, a pesar de las presiones oficiales y que el gobierno de Obrador ordenó reducir la asignación de dinero público a El Universal –vía la publicidad oficial–, a manera de intimidación y censura.
Lo cierto es que la amenaza, el chantaje y la presión oficiales no son nuevos para Juan Francisco Ealy Ortiz, quien recientemente retomó la dirección general de El Gran Diario de México.
El gobierno de Ernesto Zedillo, por ejemplo, ordenó una persecución fiscal contra el propietario de El Universal, que lo mantuvo preso por unas horas. La respuesta de Ealy fue revertir las fuentes de ingreso de la compañía periodística –la publicidad oficial fue sustituida por patrocinios privados–, pero nunca se doblegó.
Sin embargo, también es cierto que López Obrador es uno de los presidentes más vengativos de la historia. Y esa pulsión rencorosa debe ser denunciada por todos los medios posibles, ya que no sólo pone en peligro a las empresas mediáticas, sino a sus propietarios y, en especial, a los periodistas.
Por eso retomamos por enésima ocasión un fragmento del artículo de Gastón García Cantú, publicado en la primera plana del diario Excélsior, del 7 de enero de 1997, titulado “Democracia: obra de la crítica”.
El artículo fue precisamente en respuesta al presidente Zedillo, quien se quejó de manera pública por las críticas a su gobierno.
Así respondió García Cantú: “Un presidente mexicano, por el poder de que dispone, al censurar personas o acciones, condena…
“La defensa de la obra de un gobierno no puede convertirse en censura abierta porque se descendería a lo que ha sido rechazado; la dictadura…
“Por eso, los discursos presidenciales contra la crítica deben revisarse por salud moral”. (Fin de la cita)
En efecto, cuando López Obrador lanza todo el peso de su investidura; el peso del Estado y del gobierno contra un medio de comunicación independiente, como El Universal, en realidad apunta su “dedo dictorial” contra el medio, contra sus directivos, columnistas y periodistas.
Y es que el mayor daño que le puede hacer a la democracia un presidente, como AMLO, es someter a los medios, perseguirlos, callarlos y censurarlos.
Pero el probema de fondo es que López Obrador no es un demócrata y por eso no acepta que la democracia es obra de la crítica.
Por eso, el presidente Obrador pasará a la historia como el mayor peligro para las libertades democráticas.
Al tiempo.