Raúl López Gómez/Cosmovisión
Más que enojo social, las recientes decisiones del presidente mexicano –iniciativas locuaces, sin duda–, debían provocar no sólo el aplauso ciudadano sino la aprobación general.
¿Por qué?
Porque de manera involuntaria, López Obrador no sólo se exhibe como el presidente que más ha saqueado el dinero público –y llevado a la ruina al país–, sino porque es el servidor público al que “le importan un pito” la salud y el bienestar de sus gobernados.
Dicho de otra forma, resulta que frente a la claridad de los objetivos presidenciales –de convertir en la caja chica a la CFE y abandonar a los enfermos a su suerte–, los ciudadanos mexicanos debiéramos estar de fiesta.
¿Y por qué de fiesta, frente a esas tragedias?
Porque a los ojos de los potenciales electores, aparecen las demoledoras evidencias de que, en junio próximo, los ciudadanos no deben entregar un solo voto al partido oficial y a sus candidatos.
Pero vamos por partes.
Apenas al arranque de febrero del 2021, los lacayos presidenciales en el Congreso iniciaron los trabajos para aprobar, de urgente y obvia resolución, una iniciativa presidencial que propone dar marcha atrás a la apertura de empresas privadas, locales e internacionales, en el sector eléctrico.
En pocas palabras, lo que propone AMLO es acabar con la competencia privada –en la generación de energía limpia y barata–, para que la Comisión Federal de Electricidad regrese a su estatus no sólo de monopolio estatal, sino de “Caja Chica” presidencial, para fines clientelares y electorales.
En efecto, la contra-reforma urgente que mandó López Obrador al Congreso, propone que los ciudadanos paguen más cara la energía eléctrica –la cual será producida a partir de combustibles fósiles y sin competencia–, mientras que el propio presidente se convertirá en administrador del dinero producto de la venta de esa energía eléctrica.
¿Y por qué convertir a la CFE en monopolio de electricidad y en la “Caja Chica” del presidente?
Las razones son elementales.
Como saben, Pemex está en quiebra y las arcas públicas fueron saqueadas; no hay dinero para seguir con los programas clientelares y sólo queda la CFE, que será convertida en “el cochinito” del presidente.
Por eso, frente a tal fracaso, debiéramos estar de fiesta los ciudadanos; porque no existe mejor retrato de cuerpo completo, que de un presidente saqueador y depredador del dinero público.
Y también por eso, de nueva cuenta obliga preguntar.
¿Quién, en su sano juicio, votaría a favor de un presidente que viola la Constitución para saquear y depredar el dinero público; dinero que será utilizado para comprar votos?
¿Quién votará por un partido, como Morena y sus candidatos, que sólo buscan saquear el dinero del pueblo –mediante el encarecimiento de bienes y servicios, como la electricidad–, y cuyo presidente ignora la salud del pueblo?
Y aquí es donde aparece la otra cara del retrato, en sepia, del presidente Obrador.
Todos saben que a lo largo del último año –desde que se detectó el Coronavirus en China–, el presidente mexicano reiteró que no le importa la salud de los mexicanos.
Y las cifras de letalidad y muerte de la pandemia son contundentes en México; más de 160 mil muertos, el tercer lugar mundial por el número de fallecidos en México, más de dos millones de infectados, el mayor número de muertos del sector salud y el peor país para vivir con la pandemia.
Pero los focos rojos se prendieron cuando –estando enfermo de Covid-19 y cuando es evidente que la pandemia está fuera de control en México–, el presidente Obrador manda al Congreso una iniciativa urgente para tirar la reforma energética de Peña Nieto, pero ignoró un plan de vacunación emergente, para que sea prioridad la salud de los mexicanos
Peor aún, mientras que el presidente ordena aprobar de manera urgente su reforma a la CFE, se confirma que fue una gran mentira la compra de vacunas y que, por ello, los ciudadanos estamos abandonados a nuestra suerte.
Sí, debemos estar de fiesta por esa irresponsabilidad presidencial.
Y es que si la sociedad mexicana tiene un poco de dignidad; si aún siguen vivos los anticuerpos sociales de la indignación, el asombro y el enojo por los malos gobiernos –como el de AMLO–, entonces pocos o ninguno de los electores votará, en junio próximo, por Morena y por sus candidatos.
Claro, solo falta saber si ya despertó la sociedad mexicana.
Al tiempo.