
Teresa Gil/Libros de ayer y hoy
Primero las preguntas.
¿Recuerdan que, por años, López Obrador y su claque exigieron elecciones transparentes, equitativas y sin “mano negra” del gobierno?
¿Recuerdan que desde el mítico 68 mexicano, una de las exigencias de los estudiantes eran libertades básicas, como la de expresión y de crítica a las instituciones del Estado?
¿Recuerdan que luego de los actos represivos del 68 y el 71, se generalizó el repudio a la militarización y al autoritarismo de Estado?
¿Recuerdan que, desde hace décadas, la “izquierda” mexicana exigió una mayor representación opositora en el Congreso?
¿Recuerdan las multitudinarias manifestaciones contra “la prensa vendida” y contra los “paleros” del partido único?
¿Recuerdan que el poder del partido hegemónico en México, el PRI de los años 60, 70 y 80, fue motejado como “la dictadura perfecta”?
¿Recuerdan el mítico: “cállate chachalaca”, que lanzó el candidato López Obrador, en alusión a la intromisión de Vicente Fox en elecciones?
¿Recuerdan que desde julio de 2018 –luego de la victoria electoral de AMLO–, muchos militantes de la “izquierda” mexicana se volvieron amantes de todo lo que cuestionaron a lo largo de medio siglo?
¿Se han percatado que muchos de quienes antaño repudiaban al partido hegemónico y el control de un solo hombre y que rechazaban la descomunal concentración de poder del viejo PRI, hogaño aplauden al partido hegemónico llamado Morena y festejan el poder absoluto, además de que justifican el clientelismo que repudiaban en el PRI?
¿Han visto que historiadores, intelectuales, políticos, líderes de opinión y hasta periodistas que por décadas repudiaron los manotazos represivos como los de 1968 en Tlatelolco y 1971 en San Cosme –cometidos por gorilas como Díaz Ordaz y Echeverría–, hoy aplauden los gorilatos de AMLO y Claudia?
¿Han visto que políticos formados en la otrora “izquierda opositora” –como Pablo Gómez, Alejandro Encinas, René Bejarano, Martí Batres y muchos otros–, que repudiaban la militarización de Díaz Ordaz y Echeverría y que por décadas criticaron el populismo rapaz de López Portillo hoy aplauden la militarización de Obrador, festejan la grosera colonización de todo el Estado y hasta festinan que el propio Estado persigue a sus críticos?
¿Recuerdan las críticas opositoras a los políticos del viejo PRI, porque sólo habían llegado a los cargos públicos para robar?
¿Ya olvidaron las mordaces críticas por la opulencia de los potentados del viejo PRI?
En efecto, por si no se han dado cuenta, hoy se confirma que, con la llegada de Obrador al poder presidencial y con la imposición de su sucesora en Palacio, vivimos un México al revés.
Sí, un México en donde el viejo PRI hoy no sólo se llama Morena, sino que sus gobiernos se comportan peor que los viejos priistas, con la única diferencia de que cambiaron “de cachucha”; hoy portan la de Morena.
En efecto, con la llegada de AMLO y de Claudia al poder presidencial, tanto intelectuales, como historiadores y opinadores de izquierda –que por décadas criticaron al PRI antidemocrático, autoritario, populista, clientelar y ladrón–, hoy justifican la antidemocracia de Morena, el autoritarismo de AMLO y de Claudia, el clientelismo de su gobierno, el populismo de sus políticas y la defensa a ultranza de ladrones de Morena como Adán Augusto.
Lo cierto, sin embargo, es que esas mujeres y hombres que por décadas dijeron amar y abrazar la ideología de izquierda; que vivieron del repudio a los autoritarios gobiernos de Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo, en realidad amaban a esos gobiernos y sus políticas represoras, autoritarias, populistas y nada democráticas.
Resulta que aquellos que por décadas aplaudieron la política exterior de puertas abiertas a refugiados que escapaban de las dictaduras latinoamericanas y que censuraban a los dictadores golpistas, hoy aman a los dictadores y les dan la espalda a los pueblos oprimidos, como los de Cuba, Venezuela, Nicaragua.
Resulta que el supuesto odio al PRI en realidad era amor a lo más rancio del viejo PRI; amor al poder en manos de un solo hombre; amor al clientelismo, al autoritarismo, a la militarización y la represión; amor a la censura de críticos y a la persecución de opositores.
Resulta que el supuesto amor a la democracia era en realidad amor a la antidemocracia; odio a los contrapesos, a la crítica y al pensamiento distinto; rechazo al derecho a disentir y a criticar.
Resulta que durante medio siglo la sociedad mexicana vivió engañada por los dizque opositores al PRI.
Y es que esa “dizque izquierda” nunca quiso democracia sino que amaba la antidemocracia; amaba las tiranías de Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo…
Y por eso volvemos a la pregunta: ¿Hasta cuándo seguiremos en el engaño?
Al tiempo.