
José Ureña/Teléfono rojo
A nadie debieran sorprender las “maromas” ideológicas y/o políticas de uno de los mayores trepadores de la oposición mexicana.
Un trepador que por años cuestionó el militarismo y que, curiosamente terminó no sólo aplaudiendo la militarización del régimen, sino convertido en el principal policía financiero de la dictadura.
Trepador que hoy pasó del denigrante cargo de policía financiero del régimen autoritario –ya que persiguió a empresarios, opositores y críticos–, para mudar al cargo de “sepulturero” la democracia mexicana.
Sí, la misma democracia que reclamó por décadas y que fue vehículo para enriquecer a toda su prole y para alcanzar los más altos cargos del poder.
Sí, hablamos de un opositor capaz de negarse a sí mismo ya que acabará con los diputados de partido y al INE y al Tribunal Federal Electoral.
Nos referimos, como adivinaron, al supuesto líder histórico del 68 mexicano; militante de la “rancia izquierda” partidista que nació luego de ese despertar ciudadano.
Se llama Pablo Gómez y es uno de los mayores farsantes de la historia política mexicana; vividor del poder y la política que hoy será el “sepulturero” de la democracia electoral; democracia que le abrió a Gómez las puertas para el saqueo del dinero público, sin límite y sin freno.
Y es que, durante su larga trayectoria política, Pablo Gómez no sólo uso y abusó de la ideología de la “rancia izquierda mexicana” para encumbrarse en el poder, sino para enquistar a toda su parentela en cargos públicos, al extremo de que hoy esos parientes se llevan más de un millón de pesos mensuales de sueldos, en la llamada “4-T”.
Pero acaso el saqueo del dinero público sea el menor de los abusos de Pablo Gómez. Y es que luego de que López Obrador lo impuso al frente de la Unidad de Inteligencia Financiera, resulta que el gobierno norteamericano detectó que, como nunca, bancos mexicanos lavaron miles de millones de dólares del crimen organizado, sin que la autoridad financiera lo impidiera.
Es decir, que aquel líder del desaparecido Partido Comunista Mexicano y promotor de partidos como el PRD, terminó como aliado de las peores bandas criminales, a las que solapó en su ilegal actividad de blanquear dinero.
Y por eso menudearon las preguntas: ¿Qué le pasó a Pablo Gómez? ¿A cambio de qué Pablo Gómez cerro los ojos y las entendederas frente a crimen?
Por eso, de la falla deliberada en la Unidad de Inteligencia Financiera, se desprende la certeza de que el propio Trump habría pedido, a la presidenta Sheinbaum, remover de su cargo al corrupto Pablo Gómez. Sin embargo, la remoción de Gómez, al frente de la UIF, más que castigo, parece un premio.
Y es que el mítico luchador político de la “rancia izquierda mexicana”, el político que por décadas reprobó el uso de la fuerza policiaca y militar contra los movimientos sociales, el impulsor de la democracia electoral mexicana hoy será el “sepulturero” de esa democracia.
En efecto, la “señora presidenta” removió a Pablo Gómez de la UIF, pero lo nombró responsable del equipo presidencial que se encargará de darle muerte definitiva a la democracia electoral de nuestro país.
Una “maroma” más de un político maromero que, por si lo olvidaron, fue el primero en denunciar la ilegal candidatura de López Obrador al gobierno del entonces DF y que, a la vuelta de los años, terminó como uno de los mayores lacayos del tabasqueño.
¿Qué pasó con Pablo Gómez? ¿Qué brebajes deben tragar en Morena sus militantes, para terminar convertidos en todo contra lo que lucharon?
Las anteriores interrogantes circularon profusamente el pasado sábado 2 de agosto del 2025, una vez que se oficializó la salida de Pablo Gómez de la UIF y su llegada al equipo que demolerá la democracia electoral mexicana.
Pero la respuesta a las interrogantes planteadas es la misma que aquí hemos propuesto para la mayoría de los políticos de Morena.
Sí, Pablo Gómez –igual que AMLO y que la mayoría de “morenistas” –, es más un farsante y vividor de la política opositora. Políticos y opositores a quien por décadas le han cerrado la boca con un puñado de billetes.
Por lo pronto, no pasará mucho tiempo para que Gómez defienda, en la plaza pública, todo aquello contra lo que por décadas dijo luchar.
Sí, Pablo Gómez será el “sepulturero” de la democracia mexicana; la misma democracia que permitió la alternancia en el poder, que abrió paso a los opositores, a los diputados de partido y a la representación de esos partidos en los órganos electorales mexicanos.
Sí, Gómez estará en el retrete de la historia como el mayor sepulturero de la democracia.
Al tiempo.