Senda peligrosa
Con un cinismo sin parangón, la “señora presidenta” y no pocos lacayos de su claque, se han dado a la tarea de llamar a todo México y a los mexicanos a “cerrar filas” frente al espantajo llamado Donald Trump.
Sí, sin pudor alguno y sin vergüenza, apelan a la solidaridad ciudadana, en general, pero además a la lealtad, al nacionalismo y, sobre todo, a “cerrar filas” con la “señora presidenta” y con su gobierno.
De forma más que maniquea, dicen que es momento “de defender a la patria”, frente a la amenaza llamada Trump.
Y es que según el maniqueo discurso oficial, las órdenes ejecutivas firmadas por el presidente de EE. UU son una amenaza no sólo para la soberanía y la independencia de México, sino para todos los mexicanos.
Lo cierto, sin embargo, es que el cinismo de los líderes, fanáticos y lacayos de Morena los lleva a olvidar que, por años insultaron, persiguieron, difamaron y hasta llevaron presos a muchos de quienes se atrevieron a disentir del populismo criminal que impuso el Partido Morena, en la última década.
En efecto, por lo menos entre los años 2015 y 2025 los políticos, gobernantes y dueños de Morena, se encargaron de promover la mayor división social de la historia mexicana.
Sí, de la mano de López Obrador, se diseñaron costosas y exitosas campañas mediáticas para satanizar a todos aquellos mexicanos que no comulgaban con el populismo rapaz y con los “narco-gobiernos” de Morena y de sus dueños.
En contraste, el llamado “pueblo bueno” era considerado como epítome del ideal de la sociedad perfecta; mexicanos pobres e ignorantes que, a cambio de una dádiva y de sueños imposibles de cumplir, nutrían las movilizaciones del nuevo partido.
Por eso y para eso nació el muy vendible eslogan de “primero los pobres”, consigna que colocaba a los desposeídos como objetivo del bienestar, a pesar de que, en los hechos, el eslogan no era más que mercadotecnia populista y “engañabobos”.
En efecto, un “pueblo bueno” no sólo tenía la misión de llenar las urnas de votos a favor de Morena, sino de “cuidar” al amado líder por sus recorridos por todo el país; un mesías capaz de extremos bíblicos como “multiplicar los panes y los peces”, además de poseedor de virtudes como “la bondad de darlo todo, o quitarlo todo”.
En cambio, los mexicanos de clase media y media alta siempre fueron satanizados por Morena por defender un pensamiento propio y, por tanto, menudeaban insultos y adjetivos como “fifís”, “conservadores”, “traidores a la patria” y “antimexicanos”, mientras que los opositores políticos a Morena eran motejados como “prianistas” y “corruptos”.
Opositores que, como fue el caso de Rosario Robles, debieron pagar con cárcel su congruencia y verticalidad; sólo porque así lo quiso el remedo de dictador, de nombre López Obrador.
A su vez, los críticos fuimos persiguió mediante costosas campañas de difamación y calumnias, al tiempo que se abrieron “abultadas” chequeras de dinero público para comprar a casi todos los medios –prensa, radio, televisión y digitales–, en tanto no pocos “intelectuales” fueron comprados con la vieja estrategia de callarlos con puños de dinero sucio en la boca.
A su vez, no pocas mujeres y hombres de empresa fueron arrinconados con negocios inconfesables y “cañonazos” de dinero público. Y aquellos que no se sometieron a tal presión, fueron perseguidos con todo el peso del Estado, como fue el caso del valiente empresario, Ricardo Salina Pliego.
El mensaje era claro: “Ay de aquel empresario que rechace el chantaje, porque entonces sería víctima de la más feroz persecución del Estado”.
Pero todo lo anterior no es más que lo más visible de la “traición a la patria” en la que han incurrido los gobiernos de Morena.
Resulta que los cínicos de Palacio llaman a “la unidad” en torno a la “señora presidenta”, a pesar de que pactaron con el crimen organizado, a pesar de que vivimos los peores “narco-gobiernos” federal, estatales y municipales.
A pesar de que los gobiernos de Morena militarizaron al país entero; de que son las gestiones más criminales de la historia, los más corruptos del mundo, los menos eficaces en el orbe; a pesar de que destruyeron el sistema de salud, de que acabaron con las guarderías, con los medicamentos, con los servicios elementales para la salud; a pesar de que no tienen vergüenza en meter a todos sus parientes a la nómina, de que se roban miles de millones de pesos del dinero de los mexicanos.
A pesar de que son culpables del mayor desempleo en décadas, de la mayor inflación en los últimos tiempos, en la mayor devaluación desde los populismos de Echeverría y López Portillo.
En efecto, la “señora presidenta” y su claque son un hato de sinvergüenzas, ladrones y “traidores a la patria” que destruyeron la democracia, la división de poderes y la seguridad de los mexicanos.
Y, aun así, llaman a la solidaridad ciudadana.
¡Sí, cínicos sin vergüenza!
Al tiempo.