Teresa Gil/Libros de ayer y hoy
En los hechos, en México no existe gobierno y menos instituciones de Estado capaces de garantizar la seguridad, la vida y los bienes del ciudadano.
Sí, a los ojos del mundo, en México vivimos no sólo la peor espiral de ingobernabilidad, sino el mayor gobierno fallido en todos los ordenes.
Un gobierno que hoy cumple seis años más 17 días y, cuya deuda mayor no sólo son las 200 mil vidas que cobró la violencia criminal, con López Obrador, sino los 150 mil desaparecidos, miles de feminicidios, más de 80 periodistas asesinados… además de la creciente violencia provocada por militares y marinos contra la sociedad, sólo en los recientes 17 días.
Sí, vivimos la segunda parte de un gobierno que, paradójicamente, no sólo está en manos de muchos de quienes en 1968 y 1971 salieron a las calles a protestar contra la represión de “los gorilatos” de Díaz Ordaz y Echeverría, sino que se trata de una gestión encabezada por una exguerrillera que participó en las protestas estudiantiles del CEU.
Y es que, en el naciente gobierno de la “chabacana izquierda” de Claudia Sheinbaum, no sólo se institucionalizó la militarización de la vida nacional, sino que militares y marinos matan ciudadanos a diestra y siniestra –igual que en los gobiernos de Díaz Ordaz y Echeverría–, al tiempo que desde Palacio se ordena reprimir la protesta social mediante la bota policiaca.
Y todo ello en medio de una domesticada CNDH, en manos de “una piedra” que sólo sabe brindar impunidad a los crímenes de Estado.
Y es que la violencia criminal que hemos vivido tanto en el sexenio de Obrador, como en la naciente gestión de “La Señora Presidenta”, la fallida estrategia para combatir al crimen nos lleva a la convicción de que se trata de verdaderos crímenes de Estado.
Pero si dudan que el “abrazos y no balazos” es un fracaso transexenal, recuerden que en los primeros 15 días del gobierno de la espuria Sheinbaum, se cometieron mil 183 asesinatos violentos; casi 80 asesinatos por día.
En pocas palabras, queda claro que nada ha cambiado en cuanto a la violencia criminal, con el cambio de gobierno.
Peor aún, también en las dos primeras semanas de la gestión de Sheinbaum, elementos del Ejército Mexicano asesinaron a por lo menos 20 civiles y las Fuerzas Armadas han secuestrado al menos 10 personas, en los estados de Tamaulipas, Chiapas, Colima y Guerrero.
Por ejemplo, el 1 de octubre, elementos del Ejército asesinaron a 6 migrantes que viajaban por las carreteras de Chiapas.
El 6 de octubre se difundió un video que muestra cuando efectivos de La Marina entrar a un domicilio particular, en la capital de Colima, del que se llevaron con vida a seis personas que, horas después, aparecieron ejecutadas.
La mentirosa versión oficial señaló que las seis víctimas perdieron la vida en un enfrentamiento entre criminales, lo que es falso.
A su vez, durante el segundo fin de semana del naciente gobierno, de nuevo militares asesinaron a cuatro civiles en las calles de Tamaulipas, entre ellas una menor de edad, un estudiante y una enfermera.
Todo ello sin contar con el asesinato de los alcaldes de Chilpancingo, Oaxaca y Chiapas; del fiscal de Jalisco y de las masacres ocurridas en Sinaloa, Sonora, Tabasco, Guerrero, Jalisco y Colima, entre otras entidades.
Y ahora las preguntas de rigor.
¿Qué le ocurre a una sociedad, como la mexicana, que parece conforme con la normalización de la violencia y el crimen?
¿Hasta cuándo entenderá, la sociedad mexicana, que no es una graciosa concesión contar con un gobierno eficiente, honesto y responsable?
¿Qué espera esa sociedad, de sus líderes de opinión, empresariales y políticos, para movilizar a las más potentes fuerzas ciudadanas, contra un gobierno fallido que, a diario, pone en peligro la vida y los bienes de todos los mexicanos?
¿Dónde está hoy la protesta, la movilización, el reclamo de los vividores de la represión de Tlatelolco en 1968 y de 1971, frente a los crímenes de Estado de los gobiernos de AMLO y de Claudia?
¿Dónde están todos aquellos vividores que, el 2 de octubre de cada año –desde 1970–, se manifiestan, vandalizan y exigen el fin de la represión?
¿Dónde están los vividores que por años reclamaron justicia para “Los 43 de Ayotzinapa” y que hoy prefieren callar ante los crímenes cometidos por militares y marinos y por la represión policiaca?
¿Por qué en el criminal gobierno de Obrador y en su naciente Maximato, a nadie parece importarle la represión militar contra ciudadanos indefensos?
¿Dónde están los intelectuales, críticos y periodistas que medraron de “la represión” a “Los 43” y que, lapidarios sentenciaban: “fue el Estado”?
¿Acaso no ha sido el Estado el responsable de la represión a críticos, opositores y trabajadores del Poder Judicial?
La conclusión es lapidaria.
Sí, tanto el de Obrador, como el de Claudia, son responsables de atroces crímenes Estado. ¿Y cuándo pagarán por esos crímenes? Al tiempo.