Bernardo Gutiérrez Parra/Desde el Café
COMO CHÁVEZ Y MADURO,
AMLO DICE: “¡EXPRÓPIESE!”
Como todo buen dictador, en su demencial venganza contra el
empresario Ricardo Salinas Pliego, el presidente mexicano acudió a uno de los
recursos más arbitrarios de los populistas: el decreto expropiatorio.
Sí, literalmente de un plumazo, López Obrador despojó del campo de
golf Tangolunda, en Huatulco, Oaxaca, al poderoso empresario mediático, con
el argumento mentiroso de que se trata de una concesión vencida y que, por
tanto, el gobierno federal busca preservar una zona natural protegida.
De manera simultánea, el propio gobierno federal intensificó una
vengativa persecución fiscal contra el también propietario de Elektra y de
Banco Azteca, a quien acusó de negarse a pagar una deuda con el SAT,
estimada en 30 mil millones de pesos, presuntamente producto de impuestos.
Meses antes, desde Palacio se había lanzado otra vulgar campaña para
pretender satanizar a Banco Azteca, con el argumento “chabacano” de que
tener cuentas o ahorros en ese banco era peligroso.
Y apenas en días pasados, luego de la participación de Cayetana
Álvarez de Toledo, en un foro en defensa de la democracia mexicana —
promovido por Salinas–, el propio gobierno federal desató una costosa
campaña en redes y medios, para difamar no solo a la diputada española, sino
para desacreditar su crítica al populismo de López.
Y es que Cayetana se convirtió en tendencia global en redes, no sólo por
su puntual crítica al populista AMLO, sino por el llamado a los jóvenes y a los
empresarios mexicanos para defender la democracia.
Lo cierto es que, en el fondo, la persecución de Obrador contra Salinas
Pliego, es mucho más que una venganza; en realidad se trata de un mensaje
ejemplar del dictador a los hombres de empresa y a los dueños de medios.
¿Un mensaje ejemplar?
Sí, el siguiente mensaje: “Ay de aquel que se oponga al Maximato
diseñado en Palacio, porque será perseguido, despojado y llevado preso”.
Sin embargo, también es cierto que esa persecución es propia de tiranos
como Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Por ejemplo, una de las escenas que
más dañaron a la empresa privada y la inversión extranjera en Venezuela fue
el mítico: “¿Exprópiese!”, de Hugo Chávez, en cadena nacional de televisión.
Resulta que el 7 de febrero de 2010, acompañado del alcalde de
Caracas, Chávez realizó un recorrido por el centro histórico en donde decretó
a gritos y señalando con el índice, los inmuebles que según sus ocurrencias
debían expropiarse.
Así, frente a la televisión preguntó: “¿Y ese edificio?”. Y presurosos
lacayos le explicaron que era propiedad de los principales joyeros de
Venezuela. Y de inmediato la respuesta contundente: “¡Exprópiese!”.
Así, entre 2005 y 2017, Hugo Chávez expropio mil 359 empresas
privadas. Pero la demencial fiebre de expropiar por decreto sigue hasta la
fecha con el sátrapa Nicolás Maduro.
Lo cierto, sin embargo, es que ni Salinas Pliego ni la mayoría de los
empresarios mexicanos y mucho menos los 30 millones de idiotas que votaron
por Morena en 2018 quisieron ver que Obrador era un peligro para México.
Tampoco quisieron ver que estaba –ante los ojos de todo–, el
nacimiento de un dictador, como lo advertí en el Itinerario Político titulado:
“¡AMLO y Maduro, gobernar por decreto!”, del 15 de mayo de 2018; semanas
antes de la elección que convirtió en presidente a López.
¿Lo dudan? Aquí un extracto de esa entrega: “Ayer nos ocupamos del
escenario político electoral previsto si el candidato presidencial de Morena
pierde la elección.
“Hoy nos ocupamos del escenario contrario: ¿Qué pasaría si AMLO
gana? Por increíble que parezca, el resultado podría ser similar a la posibilidad
de una derrota de Obrador. Es decir, estaríamos a las puertas de una severa
crisis de gobernabilidad y de inestabilidad en todas las instituciones.
“¿Por qué? Porque si le hacemos caso a todo lo prometido por el
candidato de Morena, lo menos que viviremos es una tragedia regresiva para
la democracia mexicana. Sí, Todos los conocedores de la cosa electoral
aseguran que Morena ganará la presidencia, pero no la mayoría en las cámaras
del Congreso. ¿Y eso qué significa?
“Casi nada, que sin la mayoría en el Congreso y en los congresos
estatales, los opositores a Morena podrían paralizar al gobierno de AMLO.
“¿Y eso qué tiene de particular? Que de golpe y porrazo quedaría
paralizado casi todo lo prometido por el nuevo gobierno… y podríamos ver la
vuelta del autoritarismo y el desdén al Congreso.
“Lo curioso es que eso ya lo vimos en la capital del país –de 2000 al
2005–, cuando Obrador gobernó a punta de decretos, llamados “bandos”, que
no son otra cosa que ignorar al Congreso.
“¿Y qué significa un gobierno que opera a través de decretos para
ignorar al Congreso y al Poder Judicial? Sí, significa la desaparición de la
división de poderes, uno de los pilares del Estado democrático; representa
abrir la puerta a una dictadura y, sobre todo, un severo retroceder a los
tiempos del partido único, del autoritarismo, la opacidad, además del fin de la
pluralidad y los contrapesos en el poder.
“En pocas palabras, una victoria de López Obrador significaría el
regreso al México de los años 50 y 60, no sólo por la aplicación de una
economía cerrada y la implantación de un populismo rapaz, sino que
asistiríamos al regreso de los gobiernos represores y autoritarios, en donde
libertades fundamentales, como la de expresión, estarían canceladas.
“Todo eso sin contar con el regreso de la violencia a los niveles del
Distrito Federal entre 2000 y 2006; el incremento del secuestro, la extorsión,
la trata de personas… Y es que el perdón que propone AMLO a criminales y
matarifes no será más que el pago a los servicios prestados por grupos del
crimen que por todo el país han impuesto candidatos de Morena.
“Y, claro, seremos testigos de la destrucción de instituciones
fundamentales como la Secretaría de la Defensa, la Marina, la Policía Federal,
que serían convertidas en un caprichoso cuerpo de represión al servicio no de
los ciudadanos, sino del dictador en turno, además de que AMLO tendrá su
“fiscal carnal””. (FIN DE LA CITA)
¿Tuvimos o no razón?
La paradoja es que en 2018, Ricardo Salinas Pliego también se tragó el
cuento de que López Obrador era la mejor alternativa para México.
Hoy paga cara su ceguera y su sordera.
Al tiempo.