Teresa Gil/Libros de ayer y hoy
En política nada es gratis y nada es casual; en política todo lleva un mensaje y todo cuesta.
En política un gesto de cortesía tiene precio, un desaire pesa mucho y un elogio vale oro. Y, en política, todo puede ser intercambiable; los valores, los principios, los objetivos, el nombre y, sobre todo, las ambiciones.
Un buen político es como un buen tendero; todo lo pone en venta. Pero también es como el ropavejero; todo lo compra y lo vende. El político también es como el boticario experto; tiene recetas para todo y para todos.
Para el político lo que se compra con dinero vale poco, sólo dinero; lo que cuesta, en cambio, es la palabra, los principios y las promesas, que valen diamantes.
La palabra de un verdadero político, de un político profesional, es como la más caja fuerte más segura; inviolable. Por tanto, es una garantía.
En México, los maestros de la política, los verdaderos padres del quehacer político, del trueque de valores por promesas, de vilezas por joyas, se formaron en las filas del PRI, el viejo partido que hoy vive su Cuarta Transformación.
¿Cuál es la Cuarta Transformación del PRI?
¡Bingo, se llamada Morena! Sí, a despecho de miles de lopistas que se rasgan las vestiduras, que creyeron la mentira del candidato y luego Presidente Obrador –una más de las mentiras de AMLO–, hoy confirman que la real Cuarta Transformación del PRI se llama Morena.
¿Lo entendieron?
Va de nuevo pero en sentido contrario y con peras y manzanas. La Cuarta Transformación de Morena, se llama PRI recargado.
Sí, por eso hoy el CEN del PRI, sus gobernadores, diputados federales, senadores, sus operadores políticos y sus comunicadores no tuvieron empacho –no les dio asquito y menos vómito–, pactar con Morena. Pero obliga la pregunta.
¿Qué pactaron el PRI y Morena?
No es ningún secreto. Más aún, es nota de primera plana o nota principal en casi todos los medios.
El PRI y Morena –el PRI y AMLO–, pactaron la más fea militarización de la vida pública y política que se conozca en la historia mexicana, mediante la llamada Guardia Nacional. ¿Y qué quiere decir eso?
Casi nada, que los militares habilitados como policías –en la Guardia Nacional–, podrán detener, investigar y llevar presos a aquellos que se les pegue la gana; sólo con la presunción de que son enemigos del régimen. La represión de Díaz Ordaz en 1968 se queda en juego de niños.
Un esquema de Guardia Nacional como el que hoy aprobaron el PRI y Morena –el PRI y AMLO, dicho de manera correcta–, no lo tiene ningún país democrático. Claro, lo tienen las dictaduras como la venezolana, la cubana, la nicaragüense y… muchas otras.
¿Qué entregó el PRI a cambio de su voto para sacar la dictatorial Guardia Nacional y qué le dieron al PRI los fascistas del gobierno de AMLO?
¡Esa es la pregunta clave….!
El PRI, ya sabemos, dio los votos para hacer posible la Guardia Nacional y dio “otras cositas”.
¿Y qué le dieron a cambio al PRI…?
Pudieron prometer a los priístas las perlas de la virgen, la virginidad de los gobiernos estatales, el perdón de sus pecados y un salvoconducto al pasado.
¡Lo que gusten y manden!
Sin embargo, lo que no saben o no quieren ver en el PRI, es que las mujeres y los hombres de Morena, su dueño, López Obrador y su claque, no tienen palabra, no son políticos leales, no respetan acuerdos, no reconocen pactos, no saben de principios.
El PRI jugó sus cartas y rescató el gobierno de AMLO.
Pero perdió lo poco que le quedaba, su calidad de contrapeso real en la dictadura que viene.
Al tiempo.