Carlos Ramírez/Indicador político
La sensatez, la cordura, la eficacia y el arte de gobernar han sido los grandes ausentes a lo largo de los casi cinco años de las gestiones de López Obrador, a nivel federal y de Claudia Sheinbaum, en la capital del país.
Por eso el fracaso estrepitoso del gobierno “lopista” y la cada vez más desdibujada campaña presidencial adelantada de la jefa de gobierno.
Y también por eso –como aquí lo advertimos repetidamente–, frente a la creciente desesperación presidencial por su gobierno fallido y, sobre todo, por el desmoronamiento de la candidatura de la elegida para la sucesión, aparecen las soluciones “descocadas”, demenciales y desesperadas de un dictador que no atina a responder más que con el uso de la fuerza.
Y es que resulta un total “despropósito engañabobos” responder con la militarización a la crisis que vive el Metro de la Ciudad de México; una crisis producto de otro error garrafal; convertir al Metro en “la caja chica y chueca” para la campaña ilegal de la señora Sheinbaum.
Por ello, los usuarios del Metro y los capitalinos en general ya motejaron la militarización del Metro como una de las “mayores estulticias” de López Obrador y de su delfina, la señora Claudia.
¿La mayor estulticia?
En efecto, según la Real Academia, el sustantivo femenino “estulticia” significa “necedad”, “estupidez” y/o “tontería”.
Y es que salvo los lacayos a sueldo y los “fanáticos lopistas”, el resto de ciudadanos de a pie y los usuarios frecuentes del Metro saben que el deterioro creciente de transporte colectivo se debe a la falta de mantenimiento.
No se requiere se experto para ver y entender que el Metro se cae a pedazos porque la jefa de gobierno ordenó desviar el dinero destinado al mantenimiento del Metro al proselitismo de su campaña presidencial.
Así, “una vez ahogado el niño”, la “solución” de Palacio fue el clásico recurso de los dictadores; el de inventar un horroroso complot en contra del presidente, de su “delfina” y del Metro.
Sí, según las mentes calenturientas de López y de Claudia, existen supuestos intereses perversos y manos criminales dedicadas a sabotear al Metro, para destruir, de esa manera, la imagen de la brillante gobernadora de la capital del país.
De ese tamaño son la estupidez, la necedad y la tontería que exhiben el señor López y la señora Claudia en el caso de la crisis del Metro.
Y frente a tal estulticia, la mejor solución que arrojaron las “mentes brillantes” de Palacio fue la militarización del Metro; “magnífica idea”, respondió el coro de aplaudidores a sueldo.
El problema, “peccata minuta”, es que no existe una sola prueba, indicio o evidencia de que el Metro sea víctima de un horrible y criminal sabotaje; eso que la propia señora Sheinbaum llamó “hechos atípicos”.
Y es que sólo con una prueba científica se justificaría la participación de instituciones especializadas para impedir un acto de sabotaje en el Metro y, peor aún, la militarización debía ser el último recurso, antes de indagatorias por parte del Ministerio Público y de la activación de medidas de seguridad implementadas por el propio sistema de seguridad del Metro.
Y por eso vienen las preguntas.
¿Dónde están, por ejemplo, las carpetas de investigación que prueben actos de sabotaje, nombre de los supuestos saboteadores, horas y causas de los comportamientos inusuales o atípicas?
¿Acaso el presidente y su delfina están acusando a los trabajadores sindicalizados de ser parte de los supuestos “sabotajes”?
¿Acaso metieron al mismo costal de “saboteadores” al personal de confianza del Metro?
Lo cierto es que la militarización del Metro no servirá de nada para impedir que el mayor servicio colectivo de transporte se siga cayendo a pedazos.
¿Por qué?
Porque los militares habilitados como guardias nacionales no están capacitados para hacer nada que no sea la represión ciudadana.
No tienen la menor idea del manejo de multitudes, de momentos de pánico y crisis; nada saben sobre sistemas de transporte, de rodamiento, de las vías y los rieles; de suministro eléctrico y menos para desalojar un convoy en un momento de peligro.
Sí, el mensaje de meter seis mil militares disfrazados de guardias nacionales al Metro no es más que un mensaje de miedo; es un intento por callar y reprimir el descontento social ante la mayor crisis de ingobernabilidad en la capital del país.
Al tiempo.