Raúl López Gómez/Cosmovisión
La cultura del odio
México vive y respira una cultura del odio, alentada y promovida desde diversas trincheras y espacios, totalmente intencionada en muchos casos y en otros, los menos, impulsada por una inercia ciudadana que realmente quiere una transformación nacional que derive en una vida mejor para todos.
Baste leer cualquier medio de comunicación para encontrar lo que el analista Jesús Robles Maloff bien califica como la genealogía del odio, que atribuye en buena medida a una política diseñada desde las estructuras de gobierno para ejecutar viejas estrategias de guerra sucia con algunas tácticas de nuevo cuño, todas alimentadas en el odio, el racismo, los prejuicios, las acusaciones de todo tipo hacia una figura pública, un gobernante, un actor social, un grupo poblacional específico o contra quien protesta o defiende sus derechos.
En este marco, y por la vigencia del tema, podemos hablar de la estrategia de condena mediática usada contra la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) que hoy tiene arrinconado al Gobierno Federal, pero también lamentablemente, a la población de los estados de Chiapas y Oaxaca que sufren las consecuencias de los bloqueos carreteros que a modo de protesta mantienen los integrantes del grupo magisterial.
Escuchamos recientemente la expresión de Osorio Chong con un ya basta y no más diálogo frente a la CNTE, a un Aurelio Nuño –debilitado y escondido- hablar de que ni un paso atrás en la Reforma Educativa, sabemos de la amenaza latente de proceder al desalojo de las vías carreteras lo que podría implicar una reedición agravada de la represión y muerte de Nochixtlán.
Y en este escenario de odio y amenazas podemos inscribir en lugar destacado a Veracruz; posterior al proceso electoral, los ciudadanos, pensábamos que la guerra había concluido, que independientemente del resultado que dio lugar a la alternancia política, iniciaría un proceso de transición que no debería tener mayores efectos que los de carácter administrativo obligados.
Cuan equivocados estábamos.
Lejos de disminuir el encono entre los actores políticos, el odio y la confrontación han aumentado a tal punto que hoy significa un riesgo para la estabilidad de la entidad.
Miguel Ángel Yunes Linares no deja pasar un día sin amenazar con cárcel a los integrantes del actual gobierno, aderezando lo que fue su única oferta electoral con toda clase de epítetos y adjetivos, y llamando a los ciudadanos a oponerse a cualquier acción de gobierno que tenga como objetivo evitar que su venganza política contra Javier Duarte se consume.
En contraparte el Gobierno del Estado diseña toda una serie de medidas que se han interpretado, ante la nula operación social y falta de manejo mediático y social, como acciones tendientes a debilitar al futuro gobernante, sacarlo de quicio, dificultarle la transición, disminuir su margen de maniobra y eventualmente complicarle las acciones legales que ha anticipado tomaría para sancionar supuestos delitos cometidos en el ejercicio de este gobierno.
Este feroz desencuentro tuvo su más lastimosa expresión el pasado miércoles, cuando en un afán protagónico Miguel Ángel Yunes Linares acudió al Congreso Local acompañado del líder nacional del PAN, Ricardo Anaya y de Santiago Creel, para exigir a los diputados locales que no designaran a Francisco Portilla como Fiscal Anticorrupción.
En las afueras del Congreso Local el grupo de los 400 Pueblos liderados por César del Ángel y su hijo Marco Antonio, agredieron físicamente a los panistas, provocando un lamentable espectáculo político que fue noticia nacional e internacional.
El gobernador electo sabía perfectamente lo que podría ocurrir de salir por la puerta principal del Congreso, analizó costos y beneficios y determinó que ser agredido por las huestes de César del Ángel le traería rendimientos políticos, tal vez no pensó que la situación se saldría de control como sucedió.
Nadie puede justificar la acción de César del Ángel, añejo rival de Yunes Linares; la agresión no puede disfrazarse de protesta o reclamo social. El líder de los 400 Pueblos se equivocó y con su acción benefició y fortaleció a su enemigo.
Aprovechando la ola, Yunes Linares se lanzó de inmediato contra Javier Duarte a quien responsabilizó del ataque, pidiendo la inmediata intervención del Gobierno Federal y sanción ejemplar.
Vía twiter el Gobernador primero se deslindó de los hechos, y luego condenó el zafarrancho; por su parte la Fiscalía General del Estado mediante un comunicado anunció una investigación que sobra decir no ha dado resultado alguno.
Así, entre desmarques poco contundentes y descalificaciones de todo tipo, Veracruz hoy vive la genealogía de odio, testifica y padece una cultura del odio alentada desde todas las tribunas y todas las trincheras.
Los actores políticos empeñados en sus obsesiones o sus venganzas se han olvidado de la sociedad, mientras que los ciudadanos siguen a la espera de acciones y propuestas para atender y resolver los problemas que vive el estado y avanzar en la construcción de una nueva y mejor realidad.
La frase del día
Di lo que te molesta cuando te moleste, no cuando te hartes para que puedas decirlo con tus mejores palabras y no cometas el error de expresarlo con tus peores ofensas.