
Carlos Ramírez/Indicador político
Hoy retomo el ejercicio de la escritura, asumo de nueva cuenta el reto de tratar de entender la realidad que nos circunda y nos afecta.
Caminaré de nuevo la ruta del análisis periodístico, una vía que por razones profesionales dejé de lado hace algunos años, lapso en que aprendí el porqué de las acciones y decisiones del poder que a ojos de otros parecen –y a veces lo son- absurdas e inexplicables.
Tiempo en el que conocí por qué se dicen y se hacen cosas en la esfera de lo público que nadie o pocos entienden, el cómo y cuando se cometieron los errores y cómo también se concibieron los aciertos.
Conozco bien a los personajes a quienes se les colocó la vestimenta de verdugos o víctimas, etiquetas que en la realidad distan mucho de lo que públicamente se promociona y se fanatiza.
Hoy reinicio esta etapa periodística, espero que con muchos más elementos para desmenuzar la realidad actual.
Hacer análisis y no tejer juicios, premoniciones o inventos, porque los periodistas no somos jueces ni adivinos o mesías, aunque muchos se hayan acomodado con alguno de esos papeles.
Gina Domínguez.
Razones de Estado.
Los perdedores
Este lunes se cumplen 20 días del descalabro electoral del PRI en el país, una de las más severas derrotas que el partido haya sufrido en una elección de esta naturaleza, sólo superada por la primera gran pérdida en la elección presidencial en el 2000.
El fracaso electoral ya cobró su primera víctima. Manlio Fabio Beltrones asumió el costo del revés y renunció el pasado miércoles con un discurso en el que llamó al priismo nacional a reflexionar sobre lo ocurrido, donde responsabilizó a los gobiernos estatales de ser artífices indirectos de la derrota, donde abordó la ceguera institucional que propició la debacle: “cuando decimos que no pasa nada, es que pasa todo” y señaló también que su determinación obedecía a la necesidad impostergable de abrir espacio a una nueva dirigencia que retomara el camino de la autocrítica y corrigiera errores de cara a la elección presidencial del 2018 que en estos momentos se antoja más que complicada para los priistas.
En tanto eso sucede en el altiplano, aquí en Veracruz no parece haber mayor interés en el autoanálisis y crítica constructiva, aquí donde tuvo lugar las más emblemática derrota del PRI, aquí en uno de los principales bastiones electorales del partido que nunca había conocido la alternancia no hay mayor urgencia para entender en realidad lo que pasó, y menos aún para corregir los yerros y replantearse la ruta frente a las pruebas electorales que se avecinan.
El PRI fue derrotado en las urnas por una opción política cuya mayor y mejor oferta fue la venganza política, que sobra decir, encontró un campo fértil.
El 5 de junio hubo un juicio adverso de la sociedad a sus gobiernos, negarlo sería de necios, pero hubo también grandes y graves errores políticos del partido y sus candidatos.
Un abanderado a la gubernatura que nunca acabó de acomodar su estrategia, candidatos a diputados locales en muchos casos con mala fama pública, en otros tantos grises y sin trayectoria, los espacios plurinominales destinados a tradicionales grupos de poder que poco aportan y mucho medran, los distritos fraccionados en aras de los intereses de los partidos que conformaban la alianza priista. En fin, mejor ecuación para la derrota no pudieron concebir.
Llama la atención los discursos del ex candidato Héctor Yunes Landa y del senador José Yunes Zorrilla que afirman van con todo en el 2018.
El pacto político de 8 años, primero el 2016 y luego el 2108 se rompió tras la derrota y ahora buscan replantearlo.
El discurso del lunes pasado de Héctor de que “va con todo” obligó al normalmente pasivo y prudente José Yunes, a salir el miércoles a decir que en el 2018 él – y nadie más- sería el candidato a la gubernatura.
El jueves, ambos políticos secundados por Amadeo Flores, fueron juntos a conocido café porteño para mostrar su unidad particular y reiterar que son los que tienen el derecho a ser candidatos y gobernadores, y que ya se pondrán de acuerdo para ver quién de ellos es el primero en ser nominado.
El pacto ahora es 2018-2030.
Se vale soñar.
Sin demerito de la trayectoria de ambos personajes, hay circunstancias y preguntas que valdría la pena valorar.
¿Quién le escrituró a los Yunes rojos la candidatura a gubernatura? ¿No hay ningún otro priista –hombre o mujer- con méritos para aspirar a esa nominación? La soberbia política, que fue uno de los factores de la derrota, sigue siendo el sino.
Quienes se dicen propietarios de la candidatura fueron derrotados en esta contienda. Héctor Yunes era el candidato a gobernador y perdió José Yunes era el delegado especial para elecciones del CEN designado con bombo y platillo por Beltrones, es decir era el responsable de ganar Veracruz para la causa priista y también perdió.
Ninguno fue capaz de superar los retos que implicaba esta elección y que ambos conocían a la perfección: el enojo y la desesperanza de la gente, el hartazgo social, la debilidad de la estructura priista, el desánimo de sus correligionarios y la distancia con el Gobernador que nunca lograron –o quisieron- disminuir.
Los dos Yunes lo sabían, y no pudieron contrarrestar la circunstancia. ¿Por qué entonces son las únicas o las mejores cartas para buscar la próxima gubernatura?
¿Quién lo dice, qué sostiene esa afirmación, cuáles las pruebas que confirman sus aspiraciones? Si los resultados electorales del pasado 5 de junio son la base de la que parten, más valdría al PRI empezar a construir o reconocer nuevos liderazgos, o bien acomodarse y tomarle gusto a su nuevo traje de oposición porque podría portarlo por muchos años.
Si la humildad y la inteligencia política marcaran la ruta del partido, antes que pensar en candidaturas, bien valdría la pena reflexionar sobre la verdadera circunstancia del PRI, acercarse y recuperar la confianza de su militancia a la que sólo se busca para acarrearla a los mítines y pedirle votos incondicionales; tender un puente con la sociedad para reivindicar sus causas y demandas y sobre todo ser capaz de mirar hacia su interior sin dramatismo o teatralidad para conocer el punto exacto en que el partido se encuentra y de ahí partir para recuperarse.
¿Será mucho pedir?
*Este texto es responsabilidad absoluta del autor.