Teresa Gil/Libros de ayer y hoy
Como otra pandemia diferente a la del Covid-19, se está haciendo común para toda la gente,
algo que pasó a comprobarse de la percepción, que se convierte en realidad en los sistemas oficiales de los tres niveles de gobierno.
Es como si se pusieran de acuerdo “en el no pasa nada”, o en aquella famosa frase de “estar sin estridencias”, o sea nada qué a los gobernantes o políticos, les quite de la zona de confort, y por fin sientan o se den cuenta, de que su deber es trabajar para lo que fueron contratados.
Los que se ven, como parte de una clase o casta divina, la de los empoderados de ahora o emperadores de siempre, y que se convierten para los ricos y poderosos en sus sirvientes de los dueños del dinero, algo que les fascina ser, y por lo mismo nadie levanta la voz para pedirles de favor, que no se ensañen con el pueblo, sí los de la mayoría, que pagan impuestos, y también los platos rotos.
Los clásicos ofrecimientos de campaña no se han cumplido, la vida sigue igual, como la canción de Julio Iglesias, incluso aún más difícil y complicada.
Nada, ni nadie puede frenar las grandes ambiciones de los que se aprovechan de la situación de la emergencia y del aislamiento para subir precios y tarifas, pero también cometer abusos en perjuicio de los usuarios, que no tienen forma alguna de defensa, cuando la Profeco no funciona, la Condusef no funciona, y cuando las dependencias del servicio público se dicen inoperantes, con el oportunismo del aislamiento por la pandemia, pero en la realidad, así ha sido siempre.
Ahora, nadie les puede molestar, ni con el pétalo de una rosa a los servidores públicos, únicamente dispuestos a servir a los poderosos, que se aprovechan de la situación y la población no tiene modo alguno de poder defenderse.
En cadena nacional del titular de la Profeco, afirmó que durante los días festivos de las temporadas altas no hay presupuesto para que el personal pueda trabajar.
Ahora, con la visión de que se gobierna únicamente para lo público, los de la iniciativa privada, los empresarios disponen de todo a su alcance para subir precios y contrarrestar las perdidas por el efecto del aislamiento de la gente, que no tiene la culpa por la pandemia.
Esto, ya no lo quieren o pueden cambiar, pero hay que imaginar la desprotección que sienten los ciudadanos, cuando dependen de internet y telefonía en sus hogares, y en su vida misma para sobrevivir a una pandemia, pero además de que les anticipan que habrá aumentos a precios y tarifas, desde el aislamiento mismo, los usuarios han resentido a los arrogantes y cínicos especuladores, que andan como en la selva, con la ley del más fuerte, y son reales gorilas, leones y tigres, además de elefantes y rinocerontes de mucho peso a los que la gente estoica tienen que enfrentar, porque cobran por adelantado los servicios que no se han consumido y nadie dice nada.
Y la única salida que queda es sólo esperar, al día de las elecciones para emitir en el sigilo el voto de castigo, o al día de la renovación del contrato de internet o telefonía, en donde ofrecen el cielo, las estrellas y el universo mismo, pero la gente ya aprendió rápido, “toma tu renovación de contrato”.
Con todo respeto el mensaje de la gente a los prestadores de servicios es de que vayan al rancho del presidente en Palenque, Chiapas. Y rapidito.
Esto dicho en el lenguaje coloquial, original de estos lares, ya muy conocido, y de expresión popular, que forma parte de la cultura de todo el pueblo y es común en casos especiales o de sincera ironía enviarlos lejos.
En otro asunto, por fin esta noche de despeja la incertidumbre sobre la elección presidencial en Estados Unidos, en donde los expertos dicen, que ahora Donald Trump, de nuevo puede dar la sorpresa. Tomala. Así las cosas.