
Bernardo Gutiérrez Parra/Desde el Café
La navidad y las luces
El renacimiento de la navidad cada año, es un momento importante para la reflexión individual o en familia, con los amigos y los compañeros de trabajo, hasta con los vecinos se dan los buenos deseos en un mundo de frialdad humana, se pocos sentimientos y de una dureza espiritual que, en estas fechas, surgen como el mejor condimento para ablandar el alma.
En el mundo consumista y materialista de las luces, la ropa y todo lo trivial de la fiesta sigue imperando entre unos y otros, se deja poco espacio a lo espiritual, y muchos entran a la estridencia de la melancolía por comprar de forma obsesiva o en la depresión de no tener para hacer como se quiere a veces en donde la publicidad es parte de la esquizofrenia delirante que se atraviesa entre la gente de forma depredadora.
Hábitos de austeridad y recato, en estos tiempos es lo que menos se tiene entre clasemedieros y la gente pudiente, mientras que la gente humilde no se preocupa de lo que habrá en la cena de navidad, que se resuelve con tamales, tortas, pambazos y hasta un buen menudo –mondongo- con lo que se ayuda a contrarrestar al otro día el efecto de las bebidas espirituosas.
La algarabía de las compras navideñas y adelantando hasta las de fin de año, son parte del glamour de muchos, que van y vienen en los grandes centros comerciales, que hacen sus grandes ventas en estas fechas.
Otros se anticipan a llenar el closet de las bebidas de todo tipo que estarán a la disposición para salir a la celebración en todo lo que da la fiesta hasta embrutecerse de alcohol.
Las cenas opíparas de pavo, pierna de cerdo, la ensalada y el espaghetti infaltable para llenar y “amarrar”, con mucho pan en la mesa, las colaciones, dulces y de postre los flanes, pasteles y el rompope para la abuela,
En muchos hogares la piñata se rompe, se comienza con el dale, dale no pierdas el tino y en otras casas la clásica pedida de posada con velitas y los canticos de las letanías de los peregrinos que piden posada, recordando a José y María, en su pesar de encontrar un lugar para pasar la noche, y ante la falta de espacio en los lugares de campamento de aquellas épocas, el único lugar para el alumbramiento y pasar la noche fue una cueva de pastores, en donde encontraron el refugio para que naciera el rey de reyes.
En la pobreza, en un lugar de paja y entre ovejas y el ganado, el niño Jesús, llegó a este mundo a darle luz a la humanidad y a más de dos mil años, muchos, incluso ni la propia iglesia, pueden interpretar y ajustarse a ese mensaje de pobreza y de humildad que se da con el nacimiento del hijo de Dios.
La noche de la navidad se dan los regalos, los abrazos, los buenos deseos y cada año pasa lo mismo, mientras el Niño en el pesebre envuelto en pañales de lino impregnado de sal y de polvo de hojas de eucalipto, con María y José, se dispusieron a seguir una ruta de persecución y peligros,
Los reyes presentes, para llevar al rey, incienso, oro y mirra, en señal de máximo respeto, después seguirían los tiempos ya conocidos en donde del nacimiento y muerte de Jesús de Nazaret, poco se quiere entender y aprender menos. Así las cosas.