
Miguel Ángel Sánchez de Armas/Juego de ojos
A José Luis Higuera, propietario del club Atlético Morelia , y hombre polémico sobre el que pesaría señalamientos de presunto fraude a Actinver y malas relaciones con gente apellidada Slim, lo señalan de ser la piedrita para evitar que un equipo de futbol profesional regrese a Veracruz ya que el ex directivo de Chivas estaría pidiendo 10 millones de pesos por su aval al interior de la Liga de Expansión MX.
La posibilidad de ver nuevamente futbol profesional en Veracruz, parece naufragar no por falta de afición, ni por ausencia de un proyecto sólido, sino por los intereses personales que contaminan las decisiones al interior de la Liga de Expansión.
Detrás del silencio institucional que rodea la iniciativa, liderada por el empresario José Carlos Vives, se esconde una de las propuestas más serias desde la desafiliación de los Tiburones Rojos en 2019.
Con inversiones ya realizadas en el estadio Luis “Pirata” Fuente y una afición lista para recibir nuevamente a su equipo, el único obstáculo parece ser una Asamblea de Dueños, cuya voluntad responde más a acuerdos en lo oscurito, que al bien colectivo del deporte.
Mientras tanto, Higuera vuelve a estar en el centro de la polémica.
No es la primera vez que su nombre se vincula a escándalos dentro del futbol mexicano.
Durante su paso por Chivas dejó un legado ambiguo, con contrataciones exitosas, pero también acusaciones de conflictos internos, malos manejos y un rompimiento público con la familia Vergara.
Hoy, desde Atlético Morelia, continúa extendiendo su influencia, aunque lejos de fortalecer el circuito, parece entorpecerlo.
El futbol en Veracruz no sólo representa nostalgia o identidad local; también significa empleos, derrama económica, reactivación de comercios y un incentivo para el turismo.
Retrasar su regreso por intereses personales, compromete no solo el desarrollo deportivo, sino también el impacto económico que traería al estado una franquicia activa en la Liga de Expansión.
Resulta inaceptable, que las decisiones sobre el futuro de una plaza tan relevante dependan de un presunto chantaje económico disfrazado de votación institucional.
Más aún, cuando la dirigencia del futbol mexicano, encabezada por Mikel Arriola, permanece al margen, sin intervenir, ni emitir una postura clara sobre un tema que compete al interés colectivo del deporte nacional.
La transparencia en los procesos de expansión y traslado de franquicias debería ser una regla, no una excepción. La falta de mecanismos que obliguen a los dueños a argumentar públicamente sus votos deja el terreno abierto a prácticas opacas que deterioran aún más la credibilidad del futbol profesional en México.
El puerto de Veracruz merece una oportunidad legítima, sin condicionamientos, sin componendas, y con un modelo de gestión que responda al interés de la afición, no al de quienes ven en el futbol un tablero más de negocios personales.
La afición veracruzana quiere el retorno del fútbol profesional a una de las mejores plazas de mucha tradición.
Y si lo piden los aficionados, hay que dárselos. La veda futbolera no puede, ni debe esperar. Andale. Así las cosas.