
Quirino Moreno Quiza/Repechaje
El presidente Andrés Manuel López Obrador, sigue en el ánimo de aceptación de los mexicanos con un alto grado de calificación a pesar de las resistencias a su mandato de los personajes del poder económico que han intentado a toda costa descarrilar al político tabasqueño, enfrentándose a los del decadente grupo de Atlacomulco en extinción.
Con los retos más grandes de un gobierno de un partido incipiente como lo es Morena con un movimiento político de transformación enfrentando a los noventa años del PRI y sus aliados a los que se ha llevado prácticamente a una desaparición inminente por la ausencia de innovación, y de ajuste a los nuevos tiempos, recrudeciendo errores y las prácticas de corrupción del pasado.
Pero, desde el 2 de junio del otro tsunami histórico con Claudia Sheinbaum, que será la primera mujer presidenta de este país, el presidente AMLO, se subió al pináculo de la vanidad y el ego natural de los seres humanos e intentar pasar a la historia como un presidente reformador que pretende mantener su nombre sin mácula, algo visto imposible por los yerros de un mandato dirigido a cambiar el rumbo de toda una nación. Y más manchas que un Dálmata.
El gobierno de AMLO, entre claroscuros de una lucha imposible en contra de la corrupción, y que se ve como parte de una enfermedad gubernamental de la genética de la burocracia mexicana, ha tratado de darle a la administración pública un nuevo rumbo y un nuevo destino con un éxito importante, pero sin avanzar en una lucha por inocular del poder al ADN de la corrupción.
Con una visión equivocada del poder y gobierno, AMLO ha quitado del contexto oficial del sector público al sector privado despojándolo del protagonismo oneroso para la nación de los gobiernos del pasado y pagando justos por pecadores.
En la realidad la distancia del presidente Andrés Manuel López Obrador y de su némesis el ex presidente Carlos Salinas, cada uno con su bandera de transformación o de solidaridad al final estará por verse que el político tabasqueño, por fin acaba con la débil imagen del fracaso del gobierno salinista con su proceso de privatizaciones, y de AMLO, obcecado en restaurar lo público con la ayuda de las fuerzas armadas y de algunos magnates que no claudican a la cómoda cercanía al poder político.
Pero, ¿Cuál es el avance histórico de la iniciativa privada ante el gobierno de AMLO que les ha cerrado las puertas?
La necesidad de fortalecer a la empresa e industria privada en una sana distancia de lo oficial y por fin claudicar a las viejas prácticas de corrupción y de privilegios de la cercanía a los de la viña del Señor del poder y los beneficios del gobierno en turno.
La dureza del gobierno de AMLO con la iniciativa privada, que pudo ser pulverizada, ahora resurge ya hacia una economía de libre mercado sin la rectoría perjudicial del Estado, que demuestra la teoría de lo que el gobierno toca como empresa lo convierte en mal designio, y que ahora con la próxima presidenta Claudia Sheinbaum, el país podrá volver a una era normal de respeto y separación por la libre empresa que volverá a resurgir en su terreno de prestador auténtico en el servicio gradual a lo público o lo privado, sin tanto moche o el clásico de “diezmo monseñor” de antes y parafraseando al extinto periodista veracruzano de Tierra Blanca, Rogelio Freyre. Andale. Así las cosas.