
Gabriel García-Márquez/Sentido común
Fin a la corrupción por el hartazgo
El desencanto en el país, se debe a la ausencia de compromiso de los personajes que acceden al poder político y económico, que luego se les conoce como “empresarios” al ligarse después de unirse a las actividades políticas, en donde se convierten en seres de mayor riqueza y de una ambición insaciable.
La dualidad en el país de políticos empresarios y de empresarios políticos, son parte del día y otros que se ligan al poder público como parte de un cómodo modelo de vida de privilegio para “servir” a los poderosos que operan los importantes cargos gubernamentales en los tres niveles de gobierno, en organismos públicos y en todo donde fluyan recursos para los jugosos negocios bipartitas de lado y lado.
Este modelo de corrupción, de excesos y de abuso financiero, está por llegar a su fin luego del triunfo el 1 de julio de Andrés Manuel López Obrador que con su partido Morena, ha puesto el dedo en la llaga que comienza a dar dolor a los que se resisten a que concluya el modelo neoliberal del que enriqueció a la clase política de elite, creo una costosa burocrática y una gran clase empresarial de “clase mundial” en un país con más de 65 millones de pobres, a los que en la actual administración a millones los pretendieron obligar a que de la economía informal a entrar “al primer mundo” para la emisión de facturas electrónicas y por lo mismo se requiere de una línea de internet, una computadora, caja registradora y hasta contador.
Corrupción, impunidad y violencia, han sido los ingredientes del hartazgo en contra de los gobiernos que abusaron del poder y no tan sólo eso agotaron la paciencia de los millones de mexicanos, pobres, clasemedieros y de los ricos que se vinieron a menos como consecuencia del robo despiadado de las finanzas públicas que se dedicó a beneficiar a las empresas a modo, las empresas fantasma y de todo el seguido de beneficios y simuladores profesionales, que agotaron el modelo gubernamental con el voto de castigo y entrar a una nueva era, desconocida y novedosa que significa el cambio a algo menos peor.
Por lo pronto, las presiones naturales a quienes no quieren dejar la jugosa ubre presupuestal oficial, están a punto de colapsar, y no dan cuenta que al entrar en el enfrentamiento con el nuevo gobierno presidencial que estará en manos de AMLO, sólo dificultan lo inevitable y sin fundamento se niegan a dejar las millonarias ganancias como una elite burocrática muy costosa, que no la paga ni la mayor potencia del orbe.
Después de la derrota del gobierno panista estatal veracruzano, la inercia que se tardó un mes en llegar, y que los llevó a una derrota inesperada, porque no les dio tiempo a los resultados que se comenzaron a dar al entrar el estado de Veracruz a estar entre las entidades que se logró reducir considerablemente el índice delictivo en el último mes.
Todo esto abona, a que todo en la vida es dar tiempo, como hasta cuando el pan entra al horno. Y también al tsunami de Morena, que se llevó todo a su paso para que se comience de cero la reconstrucción, principalmente en áreas del gobierno federal.
Precisamente, el gobierno estatal de dos años, ha sido de transición y el merito es de que después del catastrófico robo de las finanzas públicas del gobierno anterior, se comenzó a sanear este rubro vital para que el estado de Veracruz siga en la movilidad y en la dinámica de crecimiento económico.
Aunque la política no tiene sentimientos y el voto el 1 de julio se dio en cascada a favor de un cambio con Morena, la derrota del otrora binomio de los partidos políticos como el PAN y el PRI, es que dé ya se deben de poner a trabajar en su redefinición con una autocritica seria y renovadora.
Aquí la innovación debe ser parte del relanzamiento necesario de estos partidos políticos para la vida democrática nacional y vital para los contrapesos naturales de la Morena que llegó para quedarse. Así las cosas.