Raúl López Gómez/Cosmovisión

José Robles Martínez y el periodismo

Una vida dedicada al periodismo, a la enseñanza, a compartir y dar con generosidad todos los logros y alcances de experiencia y conocimiento, siempre.

Un caminar diario, con una rutina pero dando tiempo a escuchar, observar y estar con los demás para disfrutar del otro.

La mirada penetrante, dueño de la virtud importante, del silencio para escuchar con amplitud a los interlocutores.

El empeño de toda la vida, como parte del don natural del magisterio, ver por la juventud para darle impulso a los nuevos valores.

Una regla permanente en su vida dar, sin esperar nada a cambio, de nadie con el solo gusto de una conversación como una regla elemental de su actuar.

Una mente ocupada llena de pensamientos y sueños, ensimismado siempre en las ideas, y con el talento de los grandes genios de la humanidad, hablar poco y aprender de los demás todo.

Por las noches, la tarea diaria difícil y a la vez gratificante, desconectar la mente de la realidad, para dejar de soñar despierto, y darle paz y reposo unas horas.

Y volver a empezar de nuevo en el día a día, renovado con el anhelo de darle una palabra sincera o de festiva ironía al semejante, que aparece de forma cotidiana, pero con la grandeza de reconocer al de enfrente, como un ser humano excepcional, con sencillez y el inaudito respeto, por encima de si mismo.

Lo cotidiano para hacer diferente el día, y encontrar la respuesta de la superación personal y el alimento del espíritu, como algo natural en toda su vida.

Receptor de malas noticias, y de todos los grandes males del atavismo de los seres humanos, y al final del día, encontrar en todos algo de bondad a pesar de defectos, para transformar la realidad en pro de toda una sociedad en el arte de informar y comunicar.

Muchas frases, y formas para ponerle título a la noticia (cabeceo en la mesa de redacción) y hacer sentir a la gente el menor dolor, cómo aquel deceso histórico de Juan Pablo II y quedar en “se fue al cielo”. Y convertir ese momento de dolor en un bálsamo para el alma de millones de creyentes.

Cuantas noches de construir la noticia, de algo desagradable en digerible para no herir sentimientos de los lectores.

Tener al perdón como el mejor dogma y un don del ser humano, para vivir en sanidad y más aún, su frase de que sin odio y sin rencor en contra de nadie, hasta de los enemigos gratuitos intolerantes y represores, que le persiguieron en aras de su defensa a ultranza de la libertad de expresión. Y de no permitir la censura.

Sufrir en carne propia la más despiadada persecución desde el poder, junto con su familia con todas aquellas demandas desde la secretaría de hacienda, que no prosperaron por el imperio del derecho, y que no lo doblaron en su inquebrantable espíritu indómito de periodista apasionado de su carrera.

Sentir y ver a los demás colegas como pares, sus iguales, en un auténtico sentido de sencillez y humildad de creer en el oficio.

Desprendido del ego y de la falsa modestia, este jueves en la capital del país a las cinco de la tarde en el auditorio Los Hombres de la Reforma de la  Muy Respetable Gran Logia del Valle de México, recibe de la Legión de Honor Nacional de México, la más elevada distinción en reconocimiento a su trayectoria profesional y académica, y de empresario de la comunicación exitoso.

Felicitaciones a don José Pablo Robles Martínez, orgullo nacional para sus amigos y compañeros de la prensa libre. Así las cosas.