
Pablo Jair Ortega/Columna sin nombre
Nadie duda de las buenas intenciones de los políticos o de los empresarios, con el retorno a clases el próximo 30 de agosto, aunque en la realidad, mucha gente no cree en la benevolencia de la decisión supuesta a esa medida para que los niños y jóvenes no se aburran en casa, ya con más de año y medio de pandemia y de las medidas de sanidad.
¿Cuál es la realidad en el país?, de nuevo los padres de familia comienzan con las preocupaciones de los pagos estratosféricos de cuotas muy altas en las escuelas y universidades privadas en quiebra, o de las altas cuotas “voluntarias en las escuelas públicas de hasta más de dos mil pesos por la inscripción o cuota de “mantenimiento” por alumno.
El problema no es ese, de los altos pagos en ricos y pobres, entiéndase en fifís o chairos, dicho en el lenguaje coloquial de moda, el problema que se piensa mucho en los padres de familia en los riesgos extremas ante el contagio de la enfermedad, los gastos enormes de la atención medica deshumanizada en las áreas privadas de alto costo y en la saturación de los hospitales públicos.
Retornó la tercera ola del Covid-19 con mayor agresividad, por no decir letalidad, pero en una gran realidad, es que mucha gente no entiende y deambula en los lugares públicos como si se tratara de días normales, en donde prolifera la ausencia de sana distancia, del uso de cubre-bocas y del gel sanitizante.
La pandemia, llegó a su punto de no retorno, entiéndase al del clásico de este país, en donde “la vida no vale nada”, y muchos andan en la calle disfrutando al aire libre de las sagradas vacaciones, luego de que las mismas fueron de más de un año de estar supuestamente aislados y quedándose en casa.
En la historia de los más de quinientos días registrados de esta letal pandemia en todo el orbe, las cosas de orden y disciplina se relajaron, y los gobiernos sucumbieron a las presiones de los dueños del dinero en el mundo.
Con la pandemia y sus efectos de mortandad, muchos no han querido cambiar los altos ingresos de siempre, y el clásico del futbol “messianico” de que el jugador Lionel Messi, cambió de equipo y sus utilidades y sueldos equivalen casi a los sueldos diarios de miles de seres humanos en un país del llamado del tercer mundo, esto manifiesta aquello de al “pueblo pan y circo”, vigente desde hace más de dos mil años.
En ese desequilibrio injusto, inmoral y desproporcionado, es como se mueve al mundo, y se muestran las resistencias de muchos a no vacunarse, a no usar el cubre-bocas y otros a no creer en el virus, a pesar de que les llega el letal contagio, y los pone contra la pared.
La ausencia de solidaridad con la gente del pueblo en los gastos exorbitados para atender a un enfermo de contagio en una familia modesta de clase media, o ahora los gastos desmedidos con el retorno a clases pone a mucha gente en un real predicamento,
Aquella comparación “ilusoria” de que en los países del primer mundo retornaron a clases desde hace algunos meses con todo y pandemia, precisamente es esa diferencia en aquellos países en donde los protocolos de sanidad funcionaron pronto y la vacunación de la gente se hizo de forma masiva y eficaz, que hasta después retornaron al uso del cubre-bocas a causa de la aparición de las nuevas variedades del virus.
La gente este preocupada en México por el retorno a clases, se necesita orden y organización, se requiere de la conciencia colectiva para mantener las reglas elementales de sanidad y ante todo la solidaridad humana, cuando los comerciantes y prestadores de servicios pretenden recuperar utilidades y reducir las pérdidas económicas de más de un año de cuasi inactividad, y recuperarse en unos cuantos meses.
En el lenguaje cristiano se entiende a quienes dicen que llueve truene o relampaguee, o del plato a la boca de cae la sopa, o aquello del hablador y el cojo, pero los dichos son muchos a los clásicos refranes populares, o los mismos adagios de los sabios ancianos del pueblo, para que se entienda, aquello de a tiro por viaje, o de al mejor cazador se le va la liebre.
Todo es muy simple, la conciencia y responsabilidad colectiva, la congruencia y la sapiencia de aquellos que se quieren comer el mundo en un día, cuando lo mejor es esperar a los buenos tiempos. y como dice el dicho: de arrepentidos está lleno el cielo. Así las cosas.