Felipe de J. Monroy/ Jubileo 2025: Llevar esperanza a donde se ha perdido
Vacunas contra COVID-19 traen un mundo nuevo
Todo el 2020 ha sido un largo e intenso camino para los laboratorios de investigación biomédica en todo el mundo, los muchos trabajos para encontrar respuestas ante dolencias y enfermedades conocidas en el mundo entraron en pausa para enfocar todo el ingenio humano en la lucha contra el SARS-Cov2. Finalmente, poco a poco salen a la luz noticias sobre los avances en el diseño y análisis de las vacunas que podrían dar un respiro a un orbe asolado por los temores del COVID-19.
La noticia sobre el acuerdo de los Estados Unidos para la producción de 100 millones de dosis de la vacuna contra COVID-19 de Pfizer y Biotech parece dar atisbos de luz en un largo túnel de incertidumbre. Pero no sólo aquella: el primer ministro ruso, Mikhail Mishustin, confía en que alguna vacuna de los 26 diseños y ensayos clínicos que se realizan en su nación pueda estar lista para otoño. Desde el Reino Unido, la vacuna desarrollada por la Universidad de Oxford y el laboratorio AstraZeneca ya ha mostrado respuestas inmunitarias contra el COVID; y China anunció que sus laboratorios Cansino Biologics tienen vacunas que en estos momentos están en ensayos clínicos y evaluación de su utilidad.
Así que, bienvenidas las vacunas. Son necesarias. Han sido imprescindibles en el desarrollo social, cultural y económico del planeta entero, de la humanidad misma. Es cierto que no han faltado los intereses perniciosos para usar estos avances médicos y tecnológicos para ahondar situaciones de injusticia, dependencia o sumisión de pueblos enteros. Pero las temerarias afirmaciones de los admiradores de la conspiración que desde ya acusan sin pruebas que las vacunas que se pondrán en circulación en los próximos meses contra el COVID-19 son parte de un complejo y entreverado plan de control genético para definir la geopolítica y la biotecnología antihumana de los próximos 50 años son, por decirlo gentilmente, fruto de la ignorancia y el miedo.
Muchas de las teorías de conspiración que aprovechan cada coyuntura para nutrir sus fantasías parten de la supuesta existencia de uno o varios grupos conformados por archipoderosos sin escrúpulos que, si pudieran, barrerían toda la vida de la Tierra sólo por ganar más bienes de los que ya tienen. Sin ingenuidad, se podría afirmar que -por desgracia- es posible que esos grupos existan y que, en efecto carezcan de todo escrúpulo por la dignidad humana, pero ni en el periodo más oscuro de la geopolítica contemporánea, las vacunas han llegado a ser armas bioterroristas que diezmaran o condenaran a naciones enteras.
Quizá el momento más complejo en nuestra historia contemporánea siga siendo la Guerra Fría en la segunda mitad del siglo XX. En ella, dos superpotencias usaron todas sus argucias y recursos para intentar moldear el mundo bajo su visión ideológica y económica: patrocinaron guerrillas y golpes de estado, llenaron de armas y conflictos al mundo, enemistaron a los viejos amigos, dividieron naciones y obraron como si su supervivencia dependiera de la aniquilación de sus adversarios.
Y, sin embargo, en ese mundo lleno de reales amenazas e infinita desconfianza, nació la primera vacuna contra la poliomielitis (1952) y paulatinamente las naciones fueron introduciendo campañas de vacunación entre los años 60 y 70 hasta que finalmente, al final de la Guerra Fría, se asume la erradicación de esta enfermedad viral como desafío global.
La vacunación contra la polio creció con silencioso pero generoso servicio a la humanidad en una época en la que los bloques eran capaces de cualquier atrocidad. Las vacunas contra la poliomielitis son hijas de la Guerra Fría y cambiaron para siempre a la humanidad. Todos los niños y adultos del siglo XXI (excepto aún en tres países) no conocen el riesgo de sufrir las parálisis, las graves secuelas o la posibilidad de morir por polio. Si hoy hay personas cercanas a la ideología antivacuna expresando sus opiniones sin ton ni son es porque la vacunación de su generación, la de sus padres y abuelos se los permite, porque le quitó a la humanidad el miedo a una enfermedad viral altamente contagiosa y demoledora en secuelas.
Sí, las vacuna contra el COVID-19 traerán un mundo nuevo para la humanidad, lleno de desafíos y oportunidades, pero la mera posibilidad de que sean utilizadas como arma en una estrategia de bioterrorismo genético global es, francamente, alucinante.
*Director de VCNoticias.com
@monroyfelipe