José Ureña/Teléfono rojo
* Gobierno fallido
El panorama no es, ni de chiste, el que se había imaginado Javier Duarte para cerrar su gestión como Gobernador.
Su peor enemigo Miguel Ángel Yunes Linares, herencia de su mentor Fidel Herrera, lo derrotó en los terrenos que el hoy Gobernador de Veracruz presumía de dominar: Las urnas.
Durante su período como Gobernador Javier Duarte tuvo que asumir, sin chistar, el pesado lastre de la deuda pública que le dejó su maestro. No parece haber sido muy útil su doctorado en Economía, cursado en la Universidad Complutense de Madrid, España. Ante la falta de liquidez provocada por el servicio de la deuda, no encontró mejor solución que… adquirir más deuda. No sólo eso, la contrató con los intereses más altos.
En la primera mitad de su sexenio, cuando empezó a resentir la pesada carga de los pasivos, optó por lo que en la política aldeana se conoce como «patear el bote», esto es, saldaba compromisos con más deuda, o tomando dinero de otras partidas, con la promesa de reintegrarlo a corto plazo.
Vayamos a un ejemplo más práctico: Imagine que tiene usted una tarjeta de crédito, y que llegada la fecha límite para pagar, lo que hace es disponer de efectivo de la misma tarjeta. Habrá resuelto un problema que exigía solución inmediata, pero su deuda crecerá y llegará un momento en el que haya agotado su límite de crédito y el pago mínimo de su tarjeta se habrá disparado a niveles inmanejables.
Eso le pasó a Javier Duarte.
Para colmo, el Gobierno de Veracruz, como todos los gobiernos estatales, sufrió el severo impacto financiero que generó la Reforma Educativa. Ya se los habían advertido, pero nadie tomó las necesarias previsiones. Todos los fondos para programas educativos que antes recibían los estados, fueron retenidos por la Federación, que se encarga ahora de aplicarlos de forma directa. De pronto, de la noche a la mañana, los estados se quedaron sin su «caja chica».
Ya no hay bote qué patear.
Conforme avanzó su administración, las estrecheces se hicieron más evidentes. Cada dos semanas la secretaría de Finanzas (Sefiplan) batalla para obtener los recursos suficientes para cubrir la nómina estatal (burócratas, policías, maestros y hasta pensionados), por lo que se fueron dejando a un lado compromisos financieros bien documentados, con contratistas y proveedores.
En su afán de disimular la gravedad de la crisis que enfrentaban, Javier Duarte y su equipo recurrieron a la simulación. Para que no luciera tan grande el llamado «pasivo circulante» (esto es, lo que se les debe a proveedores de la administración estatal) en la Sefiplan no les recibían facturas a las dependencias, en el entendido de que al darles entrada quedaban registradas como «cuentas por pagar».
Este truco quedó en evidencia cuando se revisaron los anexos que incluía la iniciativa de decreto para saldar dichos pasivos con el producto del impuesto a la nómina.
La Auditoría Superior de la Federación habla de al menos 35 mil millones de pesos, de fondos federales, que habría desviado la administración estatal del 2014 a la fecha. El argumento de Javier Duarte es que dichos recursos fueron aplicados en otras tareas de la administración estatal, que no pararon en su bolsillo ni en el de ninguno de sus colaboradores.
De todas formas estas irregularidades se encuadran en el concepto de Peculado (Código Penal Federal, Artículo 223. «Comete el delito de peculado: I.- Todo servidor público que para usos propios o ajenos distraiga de su objeto dinero, valores, fincas o cualquier otra cosa perteneciente al Estado, al organismo descentralizado o a un particular, si por razón de su cargo los hubiere recibido en administración, en depósito o por otra causa»).
A cuatro meses de que concluya su gestión, Javier Duarte tiene en su contra a tres de las cuatro principales fuerzas políticas de la entidad y del país: El PAN, el PRD y el PRI. Sí, incluso al PRI, su propio partido, donde se le dio curso a una petición para expulsarlo.
La PGR, el Servicio de Administración Tributaria y la Auditoría Superior de la Federación investigan probables ilícitos cometidos por servidores públicos del Gobierno de Veracruz. Hay quienes aseguran que ni en Los Pinos, ni en Bucareli, le toman la llamada a Javier Duarte.
En un ambiente tan sombrío, mantener la guerra mediática con su sucesor no suena como la idea más atinada.
Hoy, una vez más, los asesores le están fallando a Javier Duarte.
O quizá ya no estén ahí.
Suelen ser los primeros en abandonar el barco.
*Este texto es responsabilidad absoluta del autor.