Carlos Ramírez/Indicador político
Por su experiencia, por lo vivido y padecido y por su talento extraña que la capacidad de diagnóstico preciso de Marcelo Ebrard no sea acompañada por una respuesta consecuente. Acierta en buena parte de su visión de las cosas, pero se equivoca crasamente en lo que hace y propone. Seguramente es un efecto de la extraordinaria magnífica opinión que tiene de sí mismo. El vehículo que conduce no va a ningún lado y quienes le acompañarían es porque nada tienen que perder y sin peso en la política. El dilema: aventura de una candidatura a la medida de Dante Delgado o formar un nuevo partido. Cualquiera que sea es crónica de un fracaso anunciado.
Es cierto que Morena se niega al utilizar las peores prácticas de la política como es el uso de los recursos públicos en asuntos electorales y el empleo de los programas sociales a cambio de favores políticos. La falta no fue manipular encuestas; Ebrard no tenía posibilidad alguna de ganar porque el piso nunca fue parejo, porque Claudia Sheinbaum siempre fue la favorita y así fue percibida con el beneplácito de propios y extraños. No había posibilidad alguna de que el excanciller ganara el estudio de opinión. Lo engañaron sus encuestadores o escogió engañarse para tener argumento de rechazo.
El derroche electoral y, particularmente, usar los recursos públicos en una interna anticipa el peor de los escenarios y acaba con la asumida superioridad moral del proyecto obradorista. Mantener el poder a toda costa remite a lo peor del pasado. Lo señalado por Ebrard es rigurosamente cierto. Pero, un pero fundamental, todo lo acontecido tiene un responsable, que es a quien Ebrard una y otra vez exculpa, rinde tributo y profesa lealtad, Andrés Manuel López Obrador, quien a su vez le corresponde públicamente para decirle algo sin valor en la política, más bien ofensa, que es su amigo, que es buena persona y que es un buen dirigente. Dirigente ¿cúando? ¿de qué? o será que ya le ve como jefe del partido auténtico de la cuarta transformación.
Crear un partido no es poca cosa. Se requiere de una estructura fundadora y, particularmente de una causa que mueva voluntades y concite adhesiones. No basta el resentimiento, como prueba la fallida formación del partido del centro democrático que promovió junto con Manuel Camacho. Todo un desastre porque los partidos viven de los votos y éstos se obtienen con dinero y con un sentido de proyecto trascendente; en este caso, ser la expresión auténtica del obradorismo no da para mucho, además de no ser creíble. Para qué irse con una mala copia si hay una versión auténtica, que cuenta con el aval del líder moral y está en el poder.
Dante no es opción para él, salvo que su ruta sea el senado y así ganar inmunidad frente a futuras represalias. Hacerlo candidato divide a MC y más que pronto, ante el desastroso escenario electoral, la presión sobre su declinación a favor de Xóchitl sería abrumadora. Dante necesita un candidato presidencial que sea creíble en su carácter opositor al régimen y a López Obrador; Ebrard no está dispuesto a ello, más aún el único curso de acción que valdría es sumarse al Frente Amplio por México. Para él impensable.
Seguramente la precampaña le movió la brújula. Fue el favorito entre las clases medias de las zonas urbanas, pero eran votantes de la oposición, no de Morena. Si la encuesta se hubiera aplicado sólo entre aquellos con buena opinión de AMLO, la diferencia a favor de Claudia hubiera sido considerablemente mayor y posiblemente Adán Augusto hubiera superado a Ebrard.
¿Son rescatables las adhesiones de la interna? No, por la sencilla razón de que en su mayoría son opositores, la candidatura de Xóchitl les dice más que la de Ebrard y el Frente como opositor está considerablemente mejor posicionado que Movimiento Ciudadano. El resto de los adherentes son morenistas, que es difícil voten por un partido al margen de la coalición.
El desastre está escrito y es probable que ni siquiera vaya a ser realidad. Por una parte, un aspirante sin causa propia ni un capital político significativo para formar un partido o una candidatura opositora creíble; por la otra un partido -MC- que, sin Colosio ni el grupo de Jalisco, su prestigio y confiabilidad son de igual tamaño que su dueño, Dante Delgado.