Raúl López Gómez/Cosmovisión
La precampaña de Meade
Dicen en el PRI que en el periodo de precampañas no se pueden hacer propuestas concretas pues la ley electoral lo prohíbe, aunque leo y releo la legislación y no encuentro tal veto. Mientras, López Obrador hace propuestas (es un decir) todos los días y Ricardo Anaya insiste en una oferta de gran calado que no le interesa a nadie: cambiar el régimen político.
¿Alguna propuesta del candidato del PRI? Hasta ahora, ninguna. Nada que entusiasme hacia cambiar lo negativo y que despierte una esperanza para vivir seguros y vivir mejor.
Tal vez sea el purismo que interpreta el artículo 227 de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales lo que haga al precandidato Meade guardarse sus propuestas.
Mientras AMLO y Anaya las dan a conocer, José Antonio Meade sólo cabecea los golpes contra las cuerdas. Está a la defensiva, y dicen los expertos que eso es fatal para quien va abajo en la puntuación.
El problema es que la campaña de Meade se parece cada vez más a la de Labastida.
Muchos generales y triunfalismo sin mayores bases. U optimismo apoyado en el único argumento de que el rival es un deschavetado. Igual que en el 2000 con Labastida.
Quien conoce a Meade sabe que este discurso -el que trae ahora-, no es su discurso. Lo suyo es proponer con conocimiento, construir con limpieza, convocar con solvencia porque tiene preparación y sabe de qué habla, y nada de eso aparece en la precampaña.
Al contrario, de pronto juega al bravucón y no le queda. O dice barbaridades, como eso de que “López Obrador es peor que un nini”.
Los ninis son siete millones en el país. ¿Por qué los estigmatiza declarándolos malos?
Peor aún, los compara con López Obrador. Los identifica: AMLO es peor que ellos. Los ninis no son malos.
No son ninis por su gusto.
Si no estudian ni trabajan no es por flojos, sino porque la enseñanza en la escuela pública es muy mala (va a mejorar, sin duda, pero ellos son producto de un sistema educativo fatal, por eso se cambió). Y sin preparación no hay trabajo.
¿Alguien que conozca a Meade puede decir que desprecia a los ninis? Nadie. ¿Entonces, de dónde salen esas barbaridades?
Hay un contexto nacional que, desde luego, no lo ayuda.
El domingo al salir del periódico poco antes de las tres de la tarde, oía la mejor estación de música clásica del país, Opus, del IMER, y las noticias decían que hubo tantos muertos por aquí, otros decapitados por allá, descuartizados, ejecutados, asaltos a mano armada, etcétera. Todo ello, real. Y terminó el noticiario con que el precandidato presidencial del PRI, José Antonio Meade, con el dirigente de ese partido, Enrique Ochoa, estaban en un partido de jai alai en el que jugaba el aspirante priista al gobierno de la Ciudad de México.
Ahí está todo. Mientras la población es bombardeada por noticias -realidades- que la angustian, Meade está en un partido de jai alai. Nos muestra a un candidato totalmente desconectado de las preocupaciones ciudadanas.
Desde luego que tiene derecho a ir a ver un partido de ese “gustado y popular deporte” entre los mexicanos que es el jai alai. Cada quien su vida.
Pero en ese momento López Obrador hacía campaña en un terreno adverso, Nuevo León, para ganarse a los empresarios. Y el panista Ricardo Anaya recorría los municipios más pobres de Nayarit.
¿No se pueden hacer propuestas? Sí, sí se pueden hacer. El problema es que en el PRI están apostando todo a los negativos de AMLO, y así está complicado.