Carlos Ramírez/Indicador político
Defínase candidato. ¿O no puede?
Hoy veremos si López Obrador tiene el valor de definirse en el debate sobre economía y desarrollo, o habrá que encomendarse a los dioses porque el país se va a ir al precipicio si gana.
Desde que inició su carrera política en el PRD todo su discurso ha sido en contra de las políticas neoliberales.
Todavía el miércoles de la semana pasada, en Puebla, dijo que iba a subir los salarios para que recuperen “lo que han perdido en estos 30 años de política neoliberal”.
Muy bien: defínase candidato: ¿va a cambiar el modelo como ha dicho, o no lo va a cambiar como dice su jefe de asesores, el empresario Alfonso Romo?
Combatir la corrupción no es “cambiar el modelo”, porque corrupción tenemos en el capitalismo, en el socialismo, en la Edad Media y en la Roma antigua.
López Obrador es un personaje con tan escasa formación en materia económica que, de ganar, entraremos en un túnel de incertidumbre.
Su ignorancia en la materia es tal, que combatió con fuerza el Tratado de Libre Comercio, acusó a su artífice -Carlos Salinas- de traidor a la patria por haberlo firmado, y el domingo dijo en Tapachula que pugnará por ampliar el TLC a Centroamérica.
Es decir, hace poco era tan malo el Tratado que acusaba a su promotor de “traidor a la patria”, y de pronto lo encuentra tan bueno que es preciso extenderlo a toda América Central.
No sabe de economía. No tiene idea.
Tan frágiles son sus convicciones que, desde que se anunció la construcción del Nuevo Aeropuerto de la CDMX, manifestó su oposición porque era muy caro, técnicamente inviable y un nido de corrupción.
Pero hace una semana se reunió con los grandes empresarios y les dijo que sí, que era viable.
¿Entonces? ¿Sabe de qué habla? No, no tiene idea.
Para tranquilizar a los empresarios su equipo cercano echó a andar la versión de que al equipo gobernante, si gana, entrarían personas como Guillermo Ortiz y Santiago Levy, identificados con Ernesto Zedillo.
¿Y todo su alegato contra el Fobaproa?
¿No que había sido la estafa más grande contra el país?
Sus artífices, al gabinete, filtra AMLO.
Es la ambigüedad en persona. Así como dice una cosa dice otra, totalmente contraria.
¿Qué va a hacer su gana? No lo sabemos.
¿A él le vamos a confiar la conducción del país en los años de extrema turbulencia que se vienen? ¿En serio?
Si quiere dar certezas, las filtraciones de nombres no son el camino, sino las definiciones de cara a la nación. Hoy debiera ser el día.
¿Cuál de todas las reformas “neoliberales”, que ha señalado como culpables de la desigualdad, la pobreza y pérdida de fortaleza del Estado, va a cancelar?
¿Va a echar abajo la reforma energética o no?
¿La privatización de la banca, para atrás?
¿El TLC y la apertura comercial al mundo, a la basura?
¿La reforma al 27 constitucional la va a tirar para regresar a las expropiaciones?
¿Va a revertir la privatización de empresas que fueron del Estado?
¿Para atrás la competencia en televisión?
¿Anulará la reforma en telecomunicaciones que alentó la competencia y bajó las tarifas?
¿Dará reversa a la autonomía del Banco de México, o lo va a controlar con incondicionales?
¿Volverá el control de precios y el control de cambios, como era la economía en el modelo anterior, que añora?
Todas esas interrogantes están vivas porque López Obrador ha acusado a esas reformas como causantes de los males del país.
Si eso piensa, que lo sostenga hoy, de cara a la nación.
Pero si ya tiene otra opinión, que se lo diga a sus votantes, a los que ha entusiasmado con un “cambio de modelo”.
No va a hacer ni una cosa ni otra, porque ignora qué camino va a seguir si gana.
O aún peor: esconde sus intenciones antes de la elección.
Contra esa incertidumbre, no hay defensa para la economía del país.