Teresa Gil/Libros de ayer y hoy
Malas señales no darán buenos resultados
Si algo necesita el país para evitar una crisis mayor es tranquilidad, y vamos por el camino equivocado.
Iniciativa tras iniciativa. Declaración tras declaración.
Todo es golpear la estabilidad económica y ahondar las diferencias entre mexicanos.
Ya son varias las señales que han detectado los mercados y provocado la pérdida de cientos de miles de millones de pesos en el valor de las empresas y en obras de infraestructura que quedarán abandonadas.
Las malas señales no cesan. Se acumulan y pasarán la cuenta.
Ayer en el Senado Morena presentó una iniciativa de reforma constitucional para someter a consulta popular elementos del presupuesto de egresos.
Adiós democracia representativa y vamos a la democracia directa.
Directa, a su manera. Con consultas a modo para dar revestimiento democrático a las más disparatadas ocurrencias o caprichos.
Una señal que pasó prácticamente desapercibida se dio el domingo en el Campo Militar número 1, donde el próximo comandante supremo de las Fuerzas Armadas arengó a más de 30 mil uniformados contra el neoliberalismo.
Ideologizar el Ejército da al traste con la institucionalidad de las Fuerzas Armadas.
Quien será presidente de la República y Comandante Supremo de ellas a partir del sábado, les dijo a sus próximos subordinados que la violencia es culpa de los 36 años de políticas liberales que ha seguido el país.
Eso es predisponer al Ejército y a la Marina en contra de sus rivales políticos, que existen en toda democracia.
Muy bien que el presidente hable, ante las Fuerzas Armadas o ante quien quiera, de sus logros y propósitos.
Pero azuzar a nuestros institutos armados contra millones de mexicanos que piensan que las políticas liberales deben tener continuidad, es algo grave.
Si el presidente y su partido están en contra de esas políticas, como nos los dicen todos los días, que actúen en consecuencia.
Que manden al diablo la disciplina fiscal.
Que gasten más de lo que tenemos.
Que echen para atrás el Tratado de Libre Comercio.
Que acaben con la reforma energética.
Que vuelvan las expropiaciones de tierras.
Que estaticen la banca.
Y que asuman las consecuencias de haber destrozado un gran país.
Pero no lo hacen -al menos por ahora-, y le dicen a las Fuerzas Armadas que por culpa de esas políticas surgió la violencia y la inseguridad.
El Ejército es una institución que pertenece a todos los mexicanos, no sólo a los que piensan como el presidente.
La Guardia Nacional debe ser una instancia que brinde seguridad a todos los ciudadanos por igual, y no sólo a los simpatizantes de Morena.
En México hay millones de personas que piensan que las políticas liberales son más eficaces que las estatistas y populistas.
Para este caso da igual quién tenga la razón y quién no.
Lo importante es que dirimamos nuestras diferencias sin involucrar a las Fuerzas Armadas.
Lo que hizo el próximo presidente es aleccionar a soldados y oficiales acerca de cuál es su enemigo.
Dijo en el Campo Militar que la crisis de seguridad -que los militares y marinos tendrán que resolver-, “se originó porque se empezó a aplicar una política económica, desde hace 36 años, que hizo a un lado al pueblo de México. Una política que nosotros llamamos antipopular y entreguista”.
El Ejército y la Marina ya saben, porque así se los dijo su próximo Comandante Supremo, quién originó la violencia que ellos deberán combatir.
Saben, desde el domingo, quiénes son los enemigos que le han hecho daño a México: los impulsores de las políticas liberales.
No es válido, ni es justo, decirles a nuestros institutos armados que los mexicanos que piensan de determinada manera provocaron la crisis de inseguridad que ellos deben enfrentar.
El país requiere señales de unidad, de tranquilidad, y el camino que han elegido los nuevos gobernantes es exactamente el contrario.
Vamos a cosechar lo que se está sembrando. Lástima.