
Carlos Ramírez/Indicador político
Existe ahora mismo un intenso debate sobre la prohibición de los “narcorridos” en 12 estados de la República por considerarlos generadores de violencia debido a su contenido explícito en cuanto ésta, consumo de narcóticos y uso de armas de fuego. La mayoría de los analistas coinciden en que dichas prohibiciones no tendrán un efecto significativo en el combate a la inseguridad en el país y que menos frenarán el gusto del público por este tipo de música.
Hay razón en quienes opinan que este subgénero musical no es la causa, sino más bien otra consecuencia directa del incremento de la violencia y de la actividad delincuencial en México, es decir, que, como toda manifestación cultural, son pues el reflejo subjetivo de las condiciones materiales de vida objetivas que existen en el país.
Sin embargo, la gran mayoría de los analistas que aborda el tema, dejan de lado el hecho de que la “narco cultura” en general no ha sido resultado espontáneo de la actividad creativa del pueblo mexicano, sino de los intereses mercantiles de las grandes empresas del entretenimiento como las disqueras, las plataformas digitales, las productoras de cine, etc., y que ha permeado tanto en la conciencia de los mexicanos como consecuencia de una intensa propaganda de estas empresas. No olvidemos que la ideología dominante en una sociedad es la de las clases dominantes.
Desde mi percepción, este hecho irrefutable echa por tierra el argumento de que los narcocorridos no son más que una simple evolución de los corridos mexicanos, un género musical de profunda raigambre popular. Los apologistas del “subgénero” enfatizan en que los corridos mexicanos siempre han tenido un contenido “duro” y “subversivo” y que, como creaciones del pueblo, han servido para ensalzar a los héroes populares que, en muchas ocasiones, resultaron ser “bandoleros”, “contrabandistas” o “perturbadores del orden social”. Hay incluso quienes se aventuran a señalar que su existencia obedece a la naturaleza violenta, machista y bravucona de los mexicanos. ¡Puras patrañas!
Dichos argumentos buscan tergiversar la historia cultural de nuestro pueblo. Efectivamente el corrido mexicano es un género fundamental de nuestra música popular, con una historia que se remonta hasta el siglo XIX, durante muchas décadas producido casi espontáneamente en la mayor parte del territorio nacional, principalmente en los estados del norte, y con una gran calidad musical.
El corrido mexicano es un género lírico-narrativo que, como su nombre indica, va dejando “correr” una historia. No hay duda del origen popular de este género musical, pues, aunque diversos estudiosos han encontrado sus raíces en los “romances” españoles, un género medieval, se diferencia en que éstos narran las historias épicas de los reyes y la nobleza, mientras que los corridos buscan retratar la vida común del pueblo, narrando hechos o hablando de personajes trascendentes en la vida de las comunidades.
Los corridos mexicanos conocidos más antiguos datan del siglo XIX, en la época de la resistencia de los mexicanos ante las intervenciones norteamericanas y francesas en nuestro territorio, que ciertamente narran episodios de violencia y enfrentamientos, pero cuyo mensaje central no es ese, sino la exaltación de personajes mexicanos valientes y nacionalistas.
No queda duda de que la época de oro y esplendor del corrido mexicano fueron los años de la Revolución Mexicana, pues fue un poderoso medio de comunicación oral del pueblo. Es cierto que en estos corridos se habla de violencia, de pistoleros y de combates entre los revolucionarios y las tropas federales, pero no son estos el eje temático principal sino precisamente los anhelos de justicia social y progreso de un pueblo en pie de lucha y de sus líderes revolucionarios.
Abundan por ello los corridos dedicados al general Francisco Villa y al gran jefe revolucionario Emiliano Zapata, pero también los hay en que los personajes son simples soldados de la tropa o incluso soldaderas famosas como “La Adelita” o “La Marieta” y, por supuesto, los que reseñan grandes momentos como aquel que narra “Los combates de Celaya”. Todos o casi todos tienen autores desconocidos o anónimos que no compusieron buscando fama ni dinero, sino dar voz al pueblo.
Hay quienes encuentran los primeros “narcocorridos” en la década de los 30´s del siglo pasado, cuando comienzan aparecer algunos corridos dedicados a contrabandistas de “licores, marihuana, morfina y cocaína”, sin embargo, la diferencia con los actuales es que en estos no se hace apología del delito, sino que en ellos la sabiduría popular lanza severas advertencias a los infractores de la ley, sobre las terribles consecuencias que dejan estas acciones ilícitas: la cárcel o la muerte. De eso hablan por ejemplo “El contrabandista”, “Por morfina y cocaína” o “La carga blanca”.
La moderna ola de corridos dedicados a los jefes delincuenciales y a las acciones del crimen organizado comenzó en los años 70´s del siglo pasado. Sin embargo, fue en la década de los 2000 cuando se inició el gran boom musical de los corridos sobre sicarios, enfrentamientos, emboscadas, armas y consumo de drogas. Precisamente en el momento en que se desató la guerra entre el gobierno mexicano y los cárteles por órdenes del imperialismo norteamericano.
Fue también en esa época en que comenzaron a producirse series y películas promovidas por las principales plataformas digitales o estudios cinematográficos para impulsar frente al mundo entero la imagen de un México violento y dominado por la delincuencia. Fue en esos años que se definieron los elementos principales de la “narco cultura” y que cobraría gran impulso, generando jugosas ganancias a la industria del entretenimiento.
Así las cosas, la moderna ola de “corridos tumbados” resulta ser una forma perfeccionada de ese poderoso aparato de propaganda, para conquistar los mercados internacionales y para penetrar la conciencia de los más jóvenes, utilizando la imagen de interpretes jóvenes muy parecidos a los del hip hop o el trap, con los que previamente el gran capital conquistó el gusto de las juventudes de todo el mundo y que, también promueven el libertinaje, el consumo de enervantes y la violencia como formas de dominación social. Nada nuevo bajo el sol.
Si bien los narcocorridos son una expresión de la crisis de violencia que atraviesa México no cabe duda que son parte de un mecanismo de dominación ideológica, diseñada para hacerla no sólo tolerable sino deseable por los propios mexicanos, particularmente por las generaciones más jóvenes, a quienes el capitalismo cada vez les niega más oportunidades de superación individual y colectiva.
Aunque la batalla sea difícil y sumamente desigual, debemos dar la lucha ideológica. Por esta razón, llamo fraternamente a mis camaradas antorchistas a poner mucho empeño en la difusión y crecimiento de nuestro intenso trabajo cultural, cuyo objetivo expreso es “construir un gran muro ideológico frente a los promotores de las guerras y la prostitución”. A todos los mexicanos los convocamos respetuosamente a valorar este importante trabajo, como un esfuerzo serio y constante por rescatar a los jóvenes de la manipulación y nefasta propaganda del capital.