Raúl López Gómez/Cosmovisión
Medios públicos
En los tiempos actuales la sociedad entra en contacto con sucesos, opiniones y actuación de diversos actores políticos básicamente a través de los medios. Y surge un fenómeno que podría expresarse así: todo hecho social que no es comunicado a través de los medios, parece no existir.
Los hechos sociales no son motivo de análisis o preocupación si no se les exalta en la primera plana, si no aparece un líder de opinión comunicando al auditorio cuán grande debe ser su desasosiego o si un académico invitado a un programa no ofrece cifras y estimaciones sobre su dimensión.
Pero, ¿quién elige los temas importantes? ¿La sociedad? Difícilmente. Los elige un mercado. Los medios, al igual que cualquier otra empresa, se rigen por la lógica de patrones de consumo.
Esta organización informativa es equivalente a la organización social del conocimiento. El debate acerca de la construcción de sociedades más deliberativas se ha centrado en la pluralidad política. Sin embargo, la construcción de la democracia –por lo que se refiere a la participación de los medios- no se agota en los contenidos estrictamente políticos o partidistas. La pluralidad en los medios sólo encontrará cauce cuando exista la posibilidad de que los distintos grupos sociales, económicos o culturales puedan verse representados en los medios, más allá del interés económico que tales contenidos conlleven.
En el contexto nacional, los medios públicos han sido tradicionalmente muy sensibles a las exigencias culturales de grupos diversos.
El valor social de las expresiones culturales justifica plenamente la exigencia de canales que permitan difundirlas, dado que el trabajo artístico o cultural no produce plusvalor y por tanto difícilmente competirá con posibilidades de éxito en el conglomerado de productos de comunicación destinados básicamente al entretenimiento.
Sin embargo, también es necesario reconocer que la pluralidad en los medios públicos ha estado condicionada por la visión que los funcionarios de medios han tenido de lo que son pluralidad, cultura y valor social. Han sido un conjunto de decisiones subjetivas, unas más afortunadas que otras, lo que ha conformado la historia de la producción en medios públicos.
Uno de los mecanismos en los que la utilidad social de los medios públicos puede resultar más aprovechable sería darles el marco legal adecuado para que dejen de estar sujetos a los siempre insuficientes recursos presupuestales y a las decisiones provenientes de una sola instancia. Este mecanismo supondría convertir a esos medios en entidades de interés público. En otras palabras, se daría un importante paso hacia la conversión de los medios de gobierno en medios públicos.
Hablar de pluralidad en los medios se escucha mucho más sencillo de lo que resulta traducirlo en productos de comunicación. Trátese de televisión, radio o prensa, existe una dificultad severa para conseguir productos que satisfagan la exigencia de calidad en la producción, que atiendan contenidos de alto valor artístico, cultural o informativo y que además resulten lo suficientemente atractivos como para competir y ganar audiencia.
Porque –a contracorriente de la idea que ha prevalecido durante años cuando se habla de producción cultural- se trata de hacer medios públicos que ganen audiencia, que se vean, se oigan o se lean.
Un cambio legislativo no generará de manera automática productos de alta calidad. Al contrario, si tal cambio se finca en una visión estrecha, ignorante de la lógica de los medios y es socialmente egoísta, irá en contra de la propuesta democrática de los medios públicos.
El trabajo de valoración debe provenir de sectores más amplios que sientan que los medios realmente son suyos, que el interés público puede y debe convertirse en participación para contar con medios de calidad creciente.