Carlos Ramírez/Indicador político
Este 7 de octubre, se cumplió un año desde que el gobierno de Israel, con el apoyo de Estados Unidos y de otras naciones europeas, inició una guerra de exterminio contra la población palestina que vive en la Franja de Gaza. Aunque la ofensiva israelí fue una respuesta a los ataques de Hamás, un grupo nacionalista palestino, el nivel de destrucción, muerte y dolor provocado no se justifica.
Se calcula que, desde octubre de 2023, cerca de 50 mil palestinos han sido asesinados en la Franja de Gaza como consecuencia de los intensos bombardeos israelíes, más otros 186 mil muertos a consecuencia de las enfermedades o heridas posteriores; y dos millones de personas fueron desplazados de sus hogares, o sea, el 90% de la población. Todo el territorio, de apenas 360 kilómetros cuadrados, se ha convertido en un objetivo militar.
En abril de 2024, se presentó el informe ‘Anatomía de un Genocidio’ presentado por la relatora de Naciones Unidas para los Territorios Palestinos, en donde se narra lo que fue considerado por este organismo como “el primer genocidio documentado en tiempo real por sus víctimas”. En dicho informe se explica que Israel no ha distinguido entre civiles y combatientes, ni entre objetivos militares e infraestructuras civiles
“Gaza es una franja arrasada e inhabitable, donde uno de cada tres menores de dos años sufre desnutrición. La hambruna se está usando como arma de destrucción masiva contra una población agotada y debilitada, sin recursos para sobrevivir, que busca desesperadamente refugios inexistentes”, señala.
Y las terribles cifras van más allá de las muertes: cerca del 60% de las viviendas han sido destruidas, el 80% de las infraestructuras comerciales, 230 centros de culto, 155 instalaciones de salud y 161 escuelas, incluidas sedes de la ONU.
Cualquier ser humano desprejuiciado puede concluir fácilmente que nada de esto se puede justificar alegando el “derecho a la legítima defensa” del Estado de Israel. Desde la óptica del Derecho Internacional se está utilizando desmesurada e irracionalmente la fuerza bélica, con el objetivo de eliminar o desplazar totalmente a la población palestina de la Franja de Gaza.
Israel fue un Estado artificialmente creado en el siglo pasado, sobre un territorio que los árabes palestinos ocupaban hacía 700 años, con el pretexto de brindarle un hogar a los judíos perseguidos y masacrados en Europa, principalmente durante la Segunda Guerra Mundial.
En 1947 la ONU, bajo la égida de Estados Unidos y Gran Bretaña, autorizó la fundación de Israel sobre territorios de los que no podía disponer. Originalmente, reservó el 45% del territorio palestino para un Estado árabe, pero Israel nunca respetó ese plan y para 1949 ya había logrado controlar el 78% de todo el territorio de Palestina por la fuerza armada.
Solo en aquellos primeros años, fueron arrasados totalmente 600 pueblos palestinos y expulsados de sus hogares más de 750 mil personas que huyeron hacia los países árabes vecinos, en donde actualmente existe una población de 5 millones de refugiados, en su mayoría hacinados en deplorables campamentos.
El periodista Vijay Prashad, escribió recientemente en la prestigiosa revista buzos de la Noticia, que “desde 1948, Estados Unidos ha proporcionado armas a Israel por valor de 130 mil millones de dólares, el 79% de todas las armas importadas por este país, mientras que 20% procedían de Alemania”. Los gringos alentaron la fabricación de armas nucleares por parte de Israel, y actualmente se calcula que su arsenal asciende a más de 300 ojivas nucleares.
Esto no es gratuito, cada vez es más claro que la creación de Israel fue un proyecto del imperialismo estadounidense para formar un gobierno títere en el Medio Oriente asiático, como parte de sus planes de expansión y dominación mundial, pues esta región del mundo es muy rica en petróleo, gas natural y otros minerales esenciales para la industria, y a que es un mercado potencial para las transnacionales imperialistas. Además, tiene una posición geográfica privilegiada como puente natural entre Occidente y Asia Oriental.
Israel es, en los hechos, una gran base militar desde la cual el imperialismo norteamericano amenaza, ataca y somete a los gobiernos de Medio Oriente. Ahora este control es una cuestión de vida o muerte ante el surgimiento de un grupo de países que está en contra del mundo unipolar construido por el imperialismo norteamericano y sus vasallos, completamente inequitativo en el reparto de la riqueza global.
Por esta razón, ha iniciado una nueva fase de la agresión militar sobre el Medio Oriente, tras el ataque cometido en contra de la población civil del Líbano, país que hace frontera con el norte de Israel. Entre el 17 y 18 de septiembre, más de 3 mil libaneses y 37 civiles murieron luego de la detonación programada de miles de dispositivos electrónicos conocidos como buscapersonas y pequeños sistemas de radiocomunicación, los walkie-talkies.
Una verdadera atrocidad que ni siquiera imaginaron los más perspicaces guionistas de series y películas sensacionalistas. El gobierno libanés responsabilizó a Israel y luego se supo que los dispositivos electrónicos fueron elaborados por una empresa fachada, que implantó explosivos en las baterías para ser accionadas en el momento más conveniente. Esto es peligroso, porque puede replicarse contra otros pueblos indefensos.
Posteriormente, el 23 de septiembre, el gobierno israelí bombardeó localidades al sur de Líbano y más de 621 civiles fueron lesionados. El 27 de septiembre, misiles disparados desde Israel asesinaron a Hassan Nasrallah, líder de Hezbolá, organización nacionalista libanesa, que desde el 8 de octubre de 2023 realiza ataques contra instalaciones militares de Israel, en apoyo al pueblo palestino.
Finalmente, el 1 de octubre, las tropas terrestres de Israel comenzaron una invasión sobre el sur del Líbano y su fuerza aérea bombardeó incesantemente la capital, Beirut. De este modo, Israel extiende su plan genocida sobre las poblaciones árabes vecinas para lograr extender su territorio.
Asimismo, los analistas de política internacional coinciden en que estos ataques sobre la población libanesa son parte de una abierta provocación a Irán, el país persa que encabeza el Eje de la Resistencia antiimperialista en Medio Oriente, firme opositor del neocolonialismo norteamericano y cuyo gobierno ha vivido bajo permanente acoso y agresión de Estados Unidos desde que triunfó en la Revolución Islámica de 1979, tal como ocurre con otros gobiernos soberanos antiimperialistas en el mundo: Cuba, Venezuela, Corea del Norte.
El Eje de la Resistencia está conformado por Irán, el gobierno de Siria, y por milicias y organizaciones nacionalistas en Irak, Yemen y Líbano. Además de la implicación de Hezbolá en el conflicto palestino, los hutíes de Yemen habían estado interceptando y destruyendo barcos, principalmente ingleses, con cargas de armamento en el Mar Rojo destinadas a Israel y las milicias de Irak habían atacado objetivos militares israelíes en su territorio interior.
Pero Irán se había mostrado más cauto y sus llamados habían sido principalmente diplomáticos, sin embargo, tras la ilegal invasión al Líbano y el asesinato de varios líderes de Hezbolá, lanzó más de 187 misiles balísticos para destruir infraestructura militar y logística crucial para Israel.
Esto pone al Medio Oriente al borde del estallido de una guerra a mayor escala, tal y como Estados Unidos lo lleva planeando desde hace décadas, en la que utilizará a un país títere suyo para tratar de destruir a Irán y el Eje de la Resistencia, que han mostrado su respaldo total al proyecto de mundo multipolar encabezado por Rusia y China.
Se trata de combatir y destruir a un gran y rico polo del mundo multipolar naciente: el mundo islámico, cuyos valores ancestrales son antagónicos a los que promueve el imperialismo occidental, sostenido con el dolor, muerte y sufrimiento de las naciones pobres del planeta, para éste es una necesidad abrir un nuevo frente de guerra, toda vez que su derrota en Ucrania por parte de Rusia es totalmente inevitable.
El 17 de octubre en Kazán, Rusia, se reunirán los BRICS, el bloque de naciones que encabezan los esfuerzos económicos por liberar al mundo de la dominación rapaz, injerencista y guerrerista de Estados Unidos y la OTAN. En esta importante reunión se discutirá el proyecto de sustituir al dólar estadounidense como la moneda de intercambio internacional de mercancías, lo que de concretarse será una dura estocada para la hegemonía gringa y el inicio de su caída final.
Así pues, lo que vemos en Medio Oriente es otro esfuerzo imperialista por ahogar en sangre y fuego los esfuerzos del nuevo orden mundial naciente, más equitativo y próspero para la humanidad. Por eso es importante conocer y denunciar la conjura mundial de los guerreristas y de los oligarcas que se han enriquecido saqueando las riquezas y explotando a los trabajadores de todo el mundo.
Ciertamente, aunque parece una realidad lejana, los mexicanos no debemos verla con despreocupación, pues en estos momentos se combate por el destino de la humanidad. Quizá no podamos participar en el combate armado ni en la disputa económica por nuestra debilidad y sometimiento, pero sí podemos y debemos tomar partido en la guerra ideológica, difundiendo la verdad de lo que pasa en el mundo. Si no lo hacemos, más tarde podemos lamentarlo.