Teresa Gil/Libros de ayer y hoy
Crónicas de la pandemia jarocha…
** A las 9 de la noche, y durante ya cuatro meses, la ciudad de Veracruz se ha tornado intimidante fuera de las zonas «céntricas» o «turísticas», y todo porque la luz pública brilla por ausencia…
** Toda la avenida Cuauhtémoc y sus calles laterales, es literal: «una boca de lobo» en penumbras se mueven jóvenes en su mayoría: toda la gente que ha conseguido continuar con sus trabajos en comercios fundamentalmente, de comida, servicios y bienes de consumo. Los ve uno como sombras en las pocas paradas de buses que hay, o apiñadas las chicas como «palomillas», en las luces mortecinas de las tiendas de «conveniencia» o en sitios que, por sus dimensiones, procuran mantener las luces encendidas de sus frentes.
** Pero a las siete de la noche, la actividad decae: aunque ya por las mañanas y a pesar de que siguen las escuelas de todos los niveles, públicas y privadas, cerradas en su mayoría, el aumento en el tráfico vehicular es notorio. Y no: nada cambió el Coronavirus: los choferes del transporte público, que son mayoría de jóvenes, siguen «echando» encima, literal, sus chatarras a los automovilistas y éstos, lamentablemente también, continúan con manejo ofensivo: sin ceder el paso al peatón, saltándose preventivas y muchos, los altos.
** Por toda la ciudad de Veracruz las fiestas, de todo tipo, se han reanudado: las publicables se revelan por la venta diaria de piñatas de una tienda en la avenida Rafael Cuervo: venden las piñatas del «doctor Gatell» con todo y virus corona, personificado en verde y rojo, así como la del Presidente Andrés Manuel, y nada menos que cada una se cotiza por arriba de los 500 pesos. Y se venden. Se venden tanto como las infantiles de dinosaurios y ahora el villano de moda: el virus que no quiere ponerse cubrebocas.
** Y si marzo y abril fueron meses de impacto psicológico por el cierre de escuelas y de algunos centros de trabajo; mayo y junio fueron a su vez «el pico» del hartazgo para mucha gente que sufrió el encierro impuesto por la Cuarentena del Covid19, sin mas incentivos que la espera angustiada, y el enojo manifestado de muchas maneras.
** La violencia de todo tipo se ha enseñoreado en muchas casas que acaso nunca fueron hogares: carentes de afecto los adultos, los niños pagan los platos rotos de la indiferencia. El maltrato y la violencia no tienen género ni edad: es el fruto de la falta de diálogo, de amor genuino y de compromiso. Nadie les explicó a muchos adultos hombres y mujeres por igual, que casarse o arrejuntarse, implica no solo las ganas: exige mucha disciplina y mucha buena voluntad.
** Son acaso los que se negaron, hasta el día de hoy, a usar cubrebocas, a tomarse la temperatura, a usar los «tapetes» llenos de agua clorada para limpiarse las suelas de los zapatos, en los sitios que no cerraron ni un día de la cuarentena estricta, y de los que han abierto con las restricciones de la sana distancia: pero lamentablemente, y conocidas las historias poco a poco, varios que desestimaron el azote de la pandemia a nivel mundial, y dijeron que «es mentira» el virus, y se negaron a resguardarse y a evitar aglomeraciones, hoy ya no la cuentan.
Una pesadilla de la que no despertamos…
** Acaso el mes más difícil ha sido este julio que ya casi acaba: con noticias de boca en boca: el vecino, la conocida, la amiga de la amiga, la comadre, la maestra, el jefe, el amigo del amigo, y de momento, nos enfrentamos a la verdad: se están enfermando, se están muriendo, se murieron, sin más, gente cercana, familiares, primos, tíos, hermanos y hermanas; el caso del amigo que vio a sus padres enfermar juntos y morir así. Mas historias cercanas. El brote del miedo. Los negacionistas diciendo «si tienes miedo te va a dar…» y casi escupiéndote en la cara porque te lo dicen sin cubrebocas. Sales literalmente huyendo de la tienda a donde fuiste por víveres, o de la fila del banco.
** Y te quedas mudo: sin saber qué decir. Sólo viendo, por el «whataps» las palabras anudadas del asombro: las fotos de quienes «pero sí estaban muy bien…» «apenas ayer hablé con él…» «pero si ella no estaba tan grande…» y entonces el encierro se te vuelve pesadilla, y te sofocas en las madrugadas, y llevas tres o más días sin pegar bien los ojos, cuando te enteras que murió alguien diez años menor que tu, sin «vicios» y sin enfermedades. Y te asustas aunque te lo ocultes. Y lo que no querías vivir lo estás viviendo. Y no hay remedio para ello…
Los que son de hule…
** Tambien los hemos conocido por éstos días: más jóvenes, de tu «vuelo» o mayores, y que desde que empezó la pandemia se han burlado de todos. Andan como si nada, patinando o en bicicleta en los parques y en el bulevard; sin cubrebocas paseando a sus perros por el vecindario, igual de chamagosos que siempre, chancletudos y panzones; o las despeinadas y mal encaradas de esas que no se quitan los pants y los tenis en todo el año, y fuman como chimeneas y no dejan de torcer la boca cuando te ven salir con cubrebocas y volteando para todos lados.
** ¿Son inmunes al virus porque lo desprecian y dicen que es manipulación?
** No lo sabremos queridos: o a lo mejor sí. O a lo mejor un día ya no los veamos más, simplemente.
La ciudad apagada…
** Ese bullicio ensordecedor de los vecindarios en la ciudad de Veracruz se ha amortiguado: las fiestas ruidosas abundan si, pero hasta su ruido «suena» apagado, porque no es el barullo habitual: calles enteras sin luz, el miedo al asalto, al robo; y los taxistas diciendo: «hay mucha gente extraña en Veracruz…» «muchos carros de Sinaloa, de Guadalajara, de Edomex, de Puebla, ah como vienen de allá, y de un distrito federal que ya ni existe…» Y un par de horas en las calles y confirmas todos los comentarios.
** En una franquicia de pollo, una familia jarocha de seis se apresta a comer tranquilamente. En eso entran cuatro varones fuertes, rapados unos, tatuados de brazos y cuello todos, con ojos curiosos y barredores. Las meseras delgaditas se miran unas a otras porque los hombretones no quieren limpiarse los zapatos ni ponerse gel ni tomarse la temperatura: «estamos sanos…» dice uno. El jefe de familia alza el brazo y la meserita corre, asiente. La familia ha pedido su comida para llevar. Pagan apresuradamente y salen. Los cuatro gatos jarochos que quedan, disimuladamente hacen lo mismo…
** Es el miedo al extraño, lo que se ha disparado en la pandemia…
Duelos solitarios…
** Se acumulan por estos días. Hemos llorado las muertes de amigos y conocidos. También de desconocidos solo porque eran amados o queridos por conocidos mutuos. A muchos impactó la partida de Néstor Andrade,de quien nos queda su profundo amor a la pintura que reflejó la fiesta, al mar, al carnaval y a la danza; y he sabido de las lágrimas de muchos cercanos. El impacto es no poderse reunir para verse las caras de dolor y de asombro, y abrazar y confortar a los familiares y amigos…
** Y en casa, los perros y los gatos parecen ya también, hartos por ratos, de nuestra permanencia ininterrumpida que los obliga a ellos a una constante supervisión, o a un inteligente alejamiento. Seamos considerados con estos angelitos de cuatro patas…
** Les deseamos a todos, un miércoles de mucha serenidad: que es lo más parecido a la felicidad a la que muchos aspiramos…
DEL DICCIONARIO A LA DIABLA…
DÍAS EXTRAÑOS.-Los hijos de este siete mesino 2020, que algún día serán un mal recuerdo.
ALBAÑILES._Trabajadores que en Veracruz parecen resistir mejor la pandemia: tienen trabajos y los realizan al aire libre sin cubrebocas y sin sana distancia.
LOS POLÍTICOS.- Mutaciones de la Pandemia: los que ayer imponían impuestos y altas tarifas, hoy las denuncian y piden extinguirlas; y están claro, los que prometieron el Oro y el Moro: y a dos años, no han dado palo al agua del cumplimiento.