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CIUDAD DE MÉXICO, 16 de junio de 2016.- El Monseñor Daniel Medina Pech le escribió una carta al presidente Enrique Peña Nieto para manifestarle el rechazo de la Iglesia Católica contra la iniciativa de matrimonio igualitario que presentó el mandatario.
La iniciativa de reforma a la Constitución reconocería el derecho de los mexicanos a contraer matrimonio sin ser sujetos a discriminación por su origen étnico o nacional, género o preferencia sexual.
La carta dice lo siguiente:
Sr. Presidente, o mejor le diré Primer mandatario para ubicarnos en la realidad de que usted en México y en el exterior está para hacer lo que la mayoría del pueblo le diga y no al contrario. La cultura no puede suplir la natura ni se puede llegar a una injusticia legal haciendo que lo evidente no sea evidente. Soy un sacerdote católico, leí sus propuestas de reforma, permítame decirle que no resisten un análisis serio porque están basadas sobre sofismas y aporías, son una fuga de la realidad. No le hubiera respondido si usted no hubiera discriminado y ofendido mi fe.
Yo creo en Dios y no en tabús y mi creencia es en el amor que no hace daño a nadie sino busca anunciar una verdad inmutable y esencial: la verdad del ser humano integral, varón y mujer, orientados al matrimonio y a la familia que nace de éste, institución primordial y anterior al Estado. La homosexualidad activa es un trastorno de la personalidad que se desprende del ejercicio de la libertad de una persona. La Palabra de Dios lo enseña así y me mueve la fe en ella y no sólo la religión que, siendo humana puede equivocarse, pero la fe no.
¿Usted cree en ella? Los católicos sí creemos en ella y anunciamos la verdad que ella contiene y lo hacemos con misericordia como es enseñar al que no sabe y corregir al que yerra. Pero, ¿qué cree? también lo enseña sin duda la ciencia: se puede sanar y corregir esta distorsión y ayudar a la persona a recuperar la armonía natural y resolver problemas de la niñez.
Ante Dios no le es lícito tocar lo que es esencial en su creación. Que yo sepa, entre las instituciones que invitó no lo hizo con la Iglesia católica que tenemos un rico patrimonio de humanismo de cuatro milenios y en México somos la única institución con cinco siglos de presencia y, además, los católicos somos ciudadanos y votamos, espero no ciudadanos de segunda clase y que se tome en cuenta nuestra opinión. ¿No sería eso discriminación? ¿O es que la Iglesia católica no es un actor social? ¿Eso le dijo usted al Papa Francisco? Pregúntele a la Virgen de Guadalupe si ella quiere matrimonios igualitarios o matrimonios según el Plan de Dios.
Vivimos en un país democrático y sus convicciones personales no las puede imponer a todo el país. ¿Habla de derechos humanos? ¿Y qué tal si hablamos de deberes humanos? ¿No debe usted respetar a la mayoría católica del país? El mismo respeto que usted se merece se lo exijo yo también y le exijo una disculpa por discriminar mi fe. La fe respeta la razón, por eso no es fanatismo. Dígale a la Suprema Corte que no es Dios ni un ente que pueda dar una nueva definición metafísica del ser humano, que el César se conforme con lo del César y no quiera poner la mano también sobre lo que pertenece sólo a Dios.
Supongo que usted es católico y le recuerdo que primero hay que obedecer a Dios que a los hombres: por favor respete el matrimonio entre un hombre y una mujer y no quiera equipararlo con las uniones entre personas del mismo sexo, sería como querer equipara un círculo con un cuadrado: no se puede, porque son esencialmente diferentes; cree si quiere para ellos otras instituciones jurídicas pero respete la naturaleza evidente del ser humano y saque de México la colonización ideológica. Si no, ¿cómo cantaría todos los días el Himno Nacional que dice que el destino de esta Patria lo escribió el Dedo de Dios y que cada hijo debe defenderla del extraño enemigo.
Termino citándole dos frase del Papa Francisco: «Debemos reconocer la gran variedad de situaciones familiares que pueden brindar cierta estabilidad, pero las uniones de hecho o entre personas del mismo sexo, por ejemplo, no pueden equipararse sin más al matrimonio. Ninguna unión precaria o cerrada a la comunicación de la vida nos asegura el futuro de la sociedad» (Amoris laetitia, 52), y: «Para evitar cualquier interpretación desviada, recuerdo que de ninguna manera la Iglesia debe renunciar a proponer el ideal pleno del matrimonio, el proyecto de Dios en toda su grandeza» (Amoris laetitia, 307).
Esta es nuestra fe católica y la seguiré predicando aunque usted me mande a la cárcel; quizá alguien piense que soy un tipo cerrado: sí lo soy, me gusta encerrarme en la verdad que viene de Dios porque ella me libera, y no en la mentira que es negar su revelación, como San Pablo afirma en el primer capítulo de su carta a los Romanos. Que Dios lo bendiga, oramos por usted.
Daniel Medina Pech