Pablo Jair Ortega/Columna sin nombre
· ¡Vámonos, que Los Pinos parece una casa de espantos!
· Despiden a casi 60% de los empleados de la Presidencia
· Soledad presidencial, gira sin poder y entrega de banda
La residencia presidencial será desde hoy una casa de espantos.
Todo lo contrario de los tiempos de poder absoluto, desde Lázaro Cárdenas hasta Enrique Peña Nieto, con el estilo personal de gobernar como describió Daniel Cosío Villegas.
Peña Nieto no habita sus moradas desde hace casi tres meses.
Comenzó a sacar sus cosas personales y familiares antes de las elecciones del 1 de julio pasado, cuando vio inevitable el triunfo de Andrés Manuel López Obrador y empezó a proyectar su futuro inmediato, tal vez lejos de México.
A estas alturas ya no va todos los días, tiene tiempos de ocio, de reencontrarse con sus amigos y mostrar tanto las moradas como infinidad de oficinas, multiplicadas con Vicente Fox.
El diálogo se ameniza con recorridos por las avenidas interiores y la admiración de estatuas de la docena y media de ocupantes de ese lugar desde hace más de ocho décadas.
Donde se tomaron medidas históricas y polémicas como la nacionalización de la banca o bien el regreso de las instituciones financieras y la primera transición política del 2000.
DESPIDEN A CASI 60% DE EMPLEADOS
Hoy Los Pinos es un lugar desolado.
Como en el resto de la estructura federal, hubo ceses a granel para entregar una administración limpia al futuro mandatario y darle libertad para llevar su gente pese a la austeridad pregonada.
Fueron despedidos más de la mitad de los empleados de la Presidencia de la República porque en su mayoría –casi 60 por ciento según cálculos administrativos- y ayer se despidieron.
Pocos lograron hacerlo personalmente, como Héctor González Escobar, leal acompañante de Enrique Peña Nieto –siempre viajaba en su avión- y director de Información suyo desde el Palacio de Toluca.
Como muchos, forma simple de decir todos, buscarán reacomodo en la administración pública o intentarán aprovechar su experiencia para abrirse mercado en el sector privado.
El manejo de la Presidencia tuvo un rasgo singular con Peña Nieto: creó grupos para atender administración, relaciones públicas, difusión, prensa, política exterior, etcétera.
Como gran parte de los cargos no estaban en el organigrama, se instrumentaron contratos temporales y así prestaron su servicio con salarios decorosos y prestaciones dignas todo el sexenio.
Desde hoy todos están fuera.
Los titulares de área si acaso contarán con sus secretarios particulares y alguien de base, mientras se quién recibirá la papelería técnico/administrativa de Los Pinos.
Un espacio todavía sin receptor porque el Gobierno de la ciudad de México de José Ramón Amieva no ha reclamado esa área como parte del Bosque de Chapultepec y Claudia Sheinbaum todavía no llega.
GIRAS INTERNACIONALES SIN PODER
Enrique Peña Nieto decidirá casi en soledad sus últimos actos de gobierno.
Como en los hechos ha abdicado de utilizar el poder durante los últimos meses, espacio llenado por Andrés Manuel López Obrador y su equipo, aparece en público lo indispensable.
Pero la agenda le depara dos presencias internacionales de trascendencia con la representación de México.
La primera será la Cumbre de las Américas en la ciudad de Antigua, Guatemala, y la segunda la Cumbre del G-20 en Buenos Aires, Argentina, los días finales de noviembre.
Si no hay contratiempos –y los migrantes son olas turbulentas- allá se firmará el tratado sucedáneo de América del Norte entre Peña, Donald Trump y Justin Trudeau.
Luego regresará a las prisas a entregar la bana presidencial –el poder, pues- a quien primero lo derrotó políticamente y luego electoralmente el 1 de julio.