Raúl López Gómez/Cosmovisión
Para recordar a Carlos Fuentes y su novela de espionaje: La cabeza de la hidra
Uno de mis libros favoritos de Carlos Fuentes (1928-2012) se titula La cabeza de la hidra. Fue publicado en 1978. Es una novela de intriga, espionaje internacional y, faltaba más, corrupción de la política mexicana.
Los hechos se desarrollan principalmente en la Ciudad de México, Coatzacoalcos y Houston, en el marco de la Guerra Fría, donde el petróleo de nuestro país estará en juego ya que puede ser el inesperado as de la baraja en una situación de guerra permanente.
El protagonista de esta historia es el burócrata Félix Maldonado, una especie de “James Bond del subdesarrollo” que de pronto se encontrará en medio de una red de engaños y conspiraciones, en la que juegan un papel determinante agentes árabes y judíos, siempre bajo el manto del águila bicéfala conformada por la Unión Soviética y los Estados Unidos.
Como tenía que suceder, esa águila bicéfala tiene colaboracionistas en el gobierno de México y requiere información precisa sobre la extensión, naturaleza y ubicación de las reservas de petróleo mexicanas; “lo que se juega es mucho más grande que su pobre país corrupto, ahogado por la miseria, el desempleo y la inflación”, le señala un agente doble a Maldonado.
Cabe señalar que en medio de las conspiraciones y mentiras, nuestro personaje es un burócrata de medio rango con amores y desamores, con deseos cumplidos y reprimidos por las mujeres que lo rodean, quienes, como él, solo forman parte de la hidra, alegoría de ese despiadado monstruo de la mitología griega.
Y así se lo señala su jefe inmediato en la Secretaría de Fomento Industrial: “Eres solo una cabeza de la hidra. Corta una y renacen mil. Tus pasiones te mueven y te derrotan. El águila lo sabe. El águila de dos cabezas. Una se llama la CIA. La otra se llama la KGB (…) Sin saberlo, querámoslo o no, acabamos por servir los fines de una de las dos cabezas de ese monstruo frío. Pero como el cuerpo es el mismo, sirviendo a una servimos a la otra. No hay escapatoria”.
Esta es la trama de un libro que recomiendo mucho porque no solo entretiene, sino que ilustra con toda la información política, económica y religiosa que irá soltando el narrador, y además invita a la reflexión de los hilos e intereses que pudieran mover al país incluso hasta nuestros días.
Cuando se habla de los libros de Carlos Fuentes, constantemente se mencionan La región más transparente, La muerte de Artemio Cruz, Aura, por citar algunos. Pocas veces sale a cuento La cabeza de la hidra que, sin ser su novela más lograda, es uno de mis favoritos.
Hay que recordar que el escritor y diplomático mexicano denominó al conjunto de su obra narrativa como “La edad del tiempo”, y la dividió en distintos conceptos, entre ellos “El tiempo político” integrado por las novelas La cabeza de la hidra y La Silla del Águila.
Sirva esta columna también para recordar a uno de los más grandes representantes de la literatura mexicana y del boom latinoamericano; ganador de un sinfín de premios como el Rómulo Gallegos, el Cervantes y el Príncipe de Asturias de las Letras.
Con poesía, López Velarde señaló que fue el diablo quien le escrituró a México “los veneros de petróleo”. Y Carlos Fuentes, con su prosa, nos regala dos párrafos de tal fuerza literaria en el epílogo de La cabeza de la hidra:
“Debajo de la tierra de la Malinche existe una riqueza superior a todo el oro de Moctezuma. Sellado por trampas geológicas más antiguas que los viejos imperios, el tesoro de Chiapas, Veracruz y Tabasco es una promesa en una botella cerrada; buscarlo es como perseguir a un gato invisible en un laberinto subterráneo. Las pacientes perforadoras penetran a dos mil, tres mil, cuatro mil metros de profundidad en el mar, en la selva, en la sierra. El hallazgo de un pozo fértil compensa el fracaso de mil pozos yermos.
“Como la hidra, el petróleo renace multiplicado de una sola cabeza cortada. Semen oscuro de una tierra de esperanzas y traiciones parejas, fecunda los reinos de la Malinche bajo las voces mudas de los astros y sus presagios nocturnos”.
¿Cómo no leer y releer a Carlos Fuentes?
Hasta la próxima.
Twitter: @PPCarreto