Raúl López Gómez/Cosmovisión
Voces de Chernóbil, un libro desgarrador de imperdible lectura
Como no tengo sistema de cable, no he visto la aclamada miniserie de HBO titulada Chernobyl (Chernóbil en español), basada en hechos reales relacionados con la Central Eléctrica Atómica, cuya explosión en uno de sus cuatro reactores provocó una de las mayores tragedias de la humanidad y uno de los mayores desastres medioambientales de la historia.
Entonces, teniendo el marco de esta exitosa miniserie, decidí recomendar un libro desgarrador, un libro polifónico que no solo da cuenta de la magnitud de la tragedia, sino de los sentimientos, los pensamientos y las palabras de extrabajadores de la Central, científicos, médicos, soldados, personas evacuadas y residentes ilegales de las zonas prohibidas.
Me refiero a Voces de Chernóbil, de la prestigiosa periodista y escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich, ganadora del Premio Nobel de Literatura en el año 2015, quien durante muchos años realizó entrevistas y recopiló información para la publicación de esta obra en el año de 1997.
La autora señala que ya se ha escrito y filmado mucho sobre este suceso. Sin embargo, enfatiza que ella escribe y recoge la cotidianidad; que busca la historia omitida de Chernóbil, “un enigma que aún debemos descifrar”.
Cabe recordar que la Central se ubicaba al norte de lo que hoy es Ucrania, una región que pertenecía a la desaparecida Unión Soviética. A muy pocos kilómetros se encontraba Prípiat, una ciudad construida para los trabajadores de la central y sus familias, y kilómetros más adelante se ubicaban Chernóbil y la frontera con Bielorrusia.
“Todos conocen Chernóbil, pero en lo que atañe a Ucrania y Rusia. A los bielorrusos aún nos queda contar nuestra historia”, se dice en el libro que nos muestra el siguiente marco de referencia del desastre tecnológico más grave del siglo XX que tuvo lugar el 26 de abril de 1986:
– Antes de Chernóbil, por cada 100,000 habitantes de Bielorrusia se producían cerca de 82 casos de enfermedades oncológicas. Hoy, las estadísticas son las siguientes: por cada 100,000 habitantes, hay 6,000 enfermos. Esto quiere decir que se han multiplicado por 74.
– Entre las causas del descenso demográfico, la radiación ocupa el primer lugar.
– Debido a la constante acción de pequeñas dosis de radiación, cada año crece el número de enfermos de cáncer, así como de personas con deficiencias mentales, disfunciones neuropsicológicas y mutaciones genéticas.
– El 26 de abril de 1986 se registraron niveles elevados de radiación en Polonia, Alemania, Austria y Rumanía; el 30 de abril, en Suiza y el norte de Italia; el 1 y 2 de mayo, en Francia, Bélgica, Países Bajos, Gran Bretaña y el norte de Grecia; el 3 de mayo, en Israel, Kuwait y Turquía.
Con este último párrafo uno puede darse una idea de la enorme cantidad de sustancias que se dispersaron en el aire, razón por la cual la autora bielorrusa se interroga: ¿quién puede imaginarse el panorama si hubieran explotado los tres reactores restantes?
La desgarradora historia de Liudmila Ignatenko
Son muchas las voces que se manifiestan en este libro, siendo una de las más desgarradoras la de Liudmila Ignatenko, esposa del bombero fallecido llamado Vasili Ignatenko.
Cuenta que su esposo atendió la explosión de la Central Eléctrica, creyendo que se trataba de un incendio normal, pues nadie les advirtió de las dimensiones radiactivas que iban a enfrentar.
Su esposo fue hospitalizado y nadie hablaba de la radiación. “La piel se le empezó a resquebrajar por las manos, por los pies. Todo su cuerpo se cubrió de forúnculos. Cuando movía la cabeza sobre la almohada, se le quedaban mechones de pelo”, relata.
Ella estaba embarazada, pero decidió estar cerca de su marido. No lo abandonaría.
Incluso no faltó quien le dijera: “no debe usted olvidar que lo que tiene delante ya no es su marido, sino un elemento radiactivo con un gran poder de contaminación”.
De igual forma, cuando Liudmila Ignatenko preguntó a una enfermera si su marido se estaba muriendo, ésta le respondió: “¿y qué esperabas? Ha recibido mil seiscientos roentgen, cuando la dosis mortal es de cuatrocientos”.
Poco después su marido muere y ella da a luz a una niña, un bebé a primera vista de aspecto sano. “Pero tenía cirrosis. En su hígado había 28 roentgen. Y una lesión congénita del corazón”.
“Fue mi culpa. Ella en cambio me ha salvado. Mi niña me salvó. Recibió todo el impacto radiactivo, se convirtió, como si dijéramos, en el receptor de todo el impacto. Tan pequeñita. Una bolita”, añade perdiendo el aliento.
Tan solo es un adelanto de Voces de Chernóbil. Quien ha leído el libro sabe que no miento al recomendarlo. Quien no lo ha hecho pero ha quedado fascinado con la miniserie de HBO, tiene aquí un gran complemento para conocer más de este suceso. Monstruoso suceso.
Descanse en paz Guillermo Villar
El fin de semana murió el catedrático de la Universidad Veracruzana, Guillermo Villar González. Fue mi profesor de Literatura Norteamericana en la Facultad de Idiomas.
Sus clases siempre fueron interesantes y muy amenas. Había mucho que escucharle y comentar.
Era un profesor que no pasaba lista, pero tenía siempre el salón repleto de estudiantes que no queríamos perdernos todo lo que tenía por aportar.
Con él leímos a Faulkner, Fitzgerald, Capote y nos introdujo a la obra de Carson McCullers. Gran aficionado al béisbol y experto en cine, descanse en paz.
Twitter: @PPCarreto
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