Ruperto Vázquez Ovando/Opinión en línea
Perdone mi insistencia en el tema de la emergencia sanitaria. A lo mejor le parezco disco rayado, como se decía antes, pero, sin afán escandaloso, me permito alertarlo: cada hora arrecia la tormenta de contagios y muertes por Covid.
Desde ayer, cada ingreso hospitalario en la Ciudad de México significa un nuevo máximo de camas ocupadas; el colapso del sistema sanitario acecha; es el peor escenario. Por eso, 2021, antes de ser el año de la vacuna milagrosa, será de máxima paciencia y resiliencia. Más vale hacerse a la idea.
Hasta Hugo López Gatell lo avisa: este invierno es un infierno; la nueva oleada de contagio y muerte va a durar, por lo menos, hasta la primavera. Para entonces, de acuerdo con el Instituto de Evaluación y Métricas de la Salud de la Universidad de Washington, habrán muerto otros 47 mil enfermos; un acumulado de 161 mil vidas menos.
Si a esa proyección sumamos el subregistro oficial de mortandad, hablamos de al menos el doble de los números informados por la Secretaría de Salud.
Si el futuro espanta, el presente aterra.
El doctor Juan Antonio Domínguez Zambrano, del Hospital General de México, denuncia que esa institución médica, está en “rojo” intenso; no caben más enfermos; ruega a la gente guardarse; el llamado es desesperado.
A su vez, el especialista Alejandro Macías, pone el acento en el relajamiento social imperdonable: “no es justo, entendamos que la fatiga y el hartazgo son pésimos consejeros; faltan meses de confinamiento”, advierte.
Por lo pronto, el próximo viernes, la autoridad sanitaria realizará un simulacro de vacunación, con la idea de comenzar a aplicar las primeras dosis el 22 de diciembre. Sin embargo, hasta que el 40 o 50 por ciento de la gente quede vacunada, quizá en julio del año entrante, la inmunidad colectiva será sólo el anhelo de vivir para contarlo.