Teresa Gil/Libros de ayer y hoy
EL BÚHO CANTA Y LA RAMA CRUJE
El Fiscal General de la República exhibe la denuncia del ex director de Pemex, Emilio Lozoya, quien “empina” a Peña Nieto y Luis Videgaray, entre otros. Los acusa de haberlo utilizado como títere para repartir millonarios sobornos de la multinacional Odebrecht durante la campaña presidencial de 2012 y de comprar legisladores a precio de oro para aprobar la reforma energética del Pacto por México.
Gertz Manero cuida el debido proceso. Los beneficios para Emilio Lozoya no los concede él sino el Código Nacional de Procedimientos Penales que precisa los derechos del imputado quien debe aportar pruebas en defensa propia, suficientes para validar el llamado “criterio de oportunidad”, figura que le brinda ciertos privilegios. Por eso Gertz no dio nombres, sólo informó, y punto.
El indebido proceso lo provoca el presidente que “macanea” a sus adversarios políticos empleando el caso Lozoya como garrote. Le urge exhibir nombres; quiere que los videos prometidos por Lozoya se difundan casi, casi, en cadena nacional y que Calderón y Peña comparezcan ante la justicia.
Frente al debido proceso que cuida Gertz, López Obrador procede indebidamente para hacer proselitismo a favor de Morena y su 4T.
El suculento platillo judicial del caso Lozoya debe cocinarse a fuego lento, con paciencia y sigilo, para que la verdad, la justicia y el Estado de Derecho se nutran sanamente.
La raja política del escándalo, en cambio, es comida chatarra; sabrosa, adictiva, irresistible y peligrosa.