Raymundo Jiménez/Al pie de la letra
En mi pueblo, cincuenta y cinco mil habitantes entonces, todos se conocían. Y el pecado mayor para las mujeres era estar fuera de su casa a las 10 de la noche. Lo que obligaba a todas a regresar, corriendo, como si la vida estuviese a punto de terminar. El mal, parecía, salir a las calles a partir de las 10 de la noche.
Ese mismo criterio, todo lo malo puede sucederte en las calles, hizo que mi madre me prohibiera aprender a andar en bicicleta. Las niñas debían permanecer, todo el tiempo, ante la supervisión de los mayores.
No hablemos de los “chaperones”, de no poder salir sola con un “novio”. O de los bailes donde debía ir, siempre, un adulto responsable. O de tu padre esperando para certificar quiénes te traían a casa.
Así era la realidad hace cincuenta o más años.
Mucho tuvo que cambiar. Mucho tuvo que modificarse en los usos y costumbres sociales para que las mujeres tuviesen libertad. Para que en casa fuesen vistas con idénticos derechos y obligaciones que los hombres.
Receptora de esos cambios, de esas puertas que tanto trabajo ha costado abrir, Mara Fernanda Castilla salió a beber, a divertirse, a hacer lo mismo que hacen tantos hombres jóvenes. Y después, en la madrugada, pidió un taxi “Cabify” para irse a su casa, donde vivía con su hermana.
Transporte que ofrecía, supuestamente, mayor seguridad.
La reconstrucción de hechos permite saber que debe haber estado profundamente dormida y el chofer decidió llevarla sin que se diese cuenta. Decidió, enfermo brutalmente, violarla en un hotel y después matarla.
¿Por qué razón? No la hay. No puede haberla. Es un enfermo que ni siquiera alcanzó a ver que podía ser localizado, que terminaría en la cárcel.
“Se le hizo fácil matarla”, como a miles de hombres que asesinan a sus novias, a sus esposas porque sí. Como a miles de hombres que matan a mujeres en todo el país porque están convencidos que tienen menos valor que un perro.
¿Cuántas mujeres han sido víctimas de estos enfermos mentales? Regresemos la mirada a las “Muertas de Juárez”.
Detrás de estos asesinatos está la impunidad. El convencimiento de los asesinos de que no serán castigados, o todavía peor, la certeza de que no han cometido delito alguno porque son mujeres las víctimas.
En la muerte de Mara Castilla se sumaron todos los factores negativos a imaginar. Desde una educación machista hasta la falta de capacidad para discernir entre el bien y el mal de su asesino. Hay una responsabilidad social. Hay una responsabilidad del gobierno. Hay una responsabilidad de la empresa Cabify.
La hermana de Mara Castilla, que estaba esperando su llegada, llamó a esa empresa de inmediato. Si en esos minutos, cuando el chofer daba vueltas antes de entrar al motel con ella, lo hubiesen localizado… tal vez otra sería la historia. Porque el chófer, el que después la asesinaría, hubiese sabido que estaban buscando a esa mujer, que sabían que estaba en su coche…
¿Lo habría detenido? Yo pienso que sí. Porque el sentimiento de impunidad, de que puede hacerse cualquier cosa con una mujer porque a ninguno le interesa, se hubiese roto. Y seguramente el asesino lo habría pensado antes de llevarla al motel para violarla y después matarla, después tirar su cadáver en la carretera.
El motel estaba muy cerca de la casa de Mara, a muy pocos minutos. Si se hubiese localizado al chofer, al coche, la policía podría haber llegado a tiempo. Si es que hubiese habido interés. Porque ese es gran problema, que la policía no está dispuesta a “trabajar” buscando a mujeres “desaparecidas”.
La empresa Cabify es la gran responsable. Tiene que haber mecanismos para localizar, de inmediato, a cualquier persona que utiliza estos servicios y no llega a su destino. Y en esto, en la localización de la persona “desaparecida” tiene que participar la policía. Esta es la gran lección de la tragedia de Mara Castilla.
Que su asesino esté ya detenido, que enfrente una condena de prisión perpetua, es un mensaje importante. Castigar a la empresa sería otro.
Lo que la gente busca en este servicio, como en Uber, es seguridad. Y esto, justamente, es lo que no ofrecieron.
Lo demás, cambiar la educación machista en todos los ámbitos, es responsabilidad social.