Gabriel García-Márquez/Sentido Común
EL PRIMER MES DEL PODER PRESIDENCIAL
Se le ve cansado. Las ojeras, a ratos las bolsas debajo de los ojos, lo definen desvelado a perpetuidad. Sin embargo, el buen humor no ha bajado de intensidad. Tiene todo para estar contento porque Andrés Manuel tomó el poder presidencial a horas de haber sido electo.
Con respeto, insiste en esto, institucional para el gobierno actual, pese a que se ha desdibujado hasta casi desaparecer.
Al mes de la elección quienes van desfasados en los tiempos son quienes deben entregarle la constancia de “presidente electo”, porque para millones de mexicanos López Obrador ya tiene el poder en sus manos, por eso van a verlo, por eso lo esperan, por eso lo escuchan.
¿Sigue siendo la opción de la esperanza?
Definitivamente. De acuerdo a encuestas que señalan que el político tabasqueño tiene mayor aceptación que antes del día primero de julio.
De cara a esto, hay un fenómeno interesante, singular, de confrontación pública. Cómo si no hubiese esto terminado la campaña, como si todavía estuviese en juego su triunfo. Diríase que un grupo social importante no entiende la realidad y chilla, grita, expresa su descontento en redes sociales. Que hay, también, un grupo de periodistas que se ha convertido, hay intereses de por medio, en voceros de este supuesto descontento.
Y eso que no ha comenzado a gobernar.
El fenómeno político que ya estamos viviendo es muy nuevo en nuestra historia. Los anuncios que ha hecho López Obrador cimbran estructuras de poder que se mantuvieron intocables al paso de diferentes partidos políticos en el poder. La mejor manera de decirlo es que “va en serio”, que mientras para sus antecesores el dilema era irresoluble, para él los cambios no tienen límite. Cambios que tienen que asustar a muchos.
Uno se fue enterando, en estas primeras semanas de su poder presidencial, que está rodeado de gente que sabe mucho de los temas indispensables para gobernar. De expertos en Economía, por ejemplo. Los perfiles de quienes serán sus colaboradores más cercanos van sumando puntos, no se diga la actuación diplomática de Marcelo Ebrard.
Uno se fue enterando mientras otros insisten en no “enterarse” de nada. Aferrados a temas tan insostenibles como el presunto escándalo del “fideicomiso”, que Lorenzo Córdova terminó por aceptar que no era de su incumbencia, un tema de particulares pues.
Frente a eso, y a todas las críticas, López Obrador sale fortalecido. Mientras cada día nos enteramos de más excesos de este gobierno, más contratos dados al cuarto para las doce, más gastos impresentables como los 36 millones de pesos que nos cuesta el Deportivo del Estado Mayor Presidencial, para uso y usufructo exclusivo de los militares que cuidan al primer mandatario.
¿Qué sigue? Que no cambie López Obrador. Que siga con sus conferencias diarias. Que siga mirando a su alrededor. Que siga subiéndose a un avión con su esposa y su hijo. Que vaya a su rancho y se meta a bañar al río.
Es decir, que el poder no lo corrompa en lo esencial que es su autenticidad. Con eso, con eso tengo bastante…
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