Raúl López Gómez/Cosmovisión
HOGUERA DE VANIDADES
La “purificación” emprendida por YSQ me hace pensar en ejemplos que la historia nos ha dejado cuando esta condición es la que se exige a tal o cual sociedad. Pienso, desde luego, en algunas tecnocracias, pero también en Savonarola, el célebre monje dominico que acabó en su hoguera luego de provocar un profundo sismo en la Iglesia del siglo XV. A la pira que instituyó en Florencia le llamó La Hoguera de las Vanidades, y ardían en ella quienes él mismo condenaba. ¿Les suena?
Y el caso de Santo Tomás Moro. Sí, el autor del famoso libro Utopía, uno de los textos clave que abrieron la puerta hacia la búsqueda de una organización social ideal, sin medición del PIB, lo que desde entonces se conoce con ese nombre; sí, justo como la de YSQ (no puedo usar las siglas de su nombre, pues desde ahora son Marca Registrada). Moro, quien vivió una de las épocas más convulsas de la historia, el reinado de Enrique VIII, protector del humanismo y las ciencias, sirvió al famoso emperador como Ministro de Justicia, y como tal hizo arder en la hoguera a al menos seis herejes, antes de que él mismo fuera decapitado por idéntico delito, como si dijéramos el karma existe.
En nuestro país son cosa vieja. De Adolfo Ruiz Cortines, por ejemplo, se recuerda su iniciativa a favor del voto de las mujeres, el aguinaldo anual, que el Peje ya decidió expropiar, y su Marcha al Mar, un intento fallido de repoblar nuestras costas Ah, y algo más: su gobierno emprendió la primera “moralización” de la sociedad, una forma de reconocer la corrupción que campeó con su antecesor, Miguel Alemán. Ruiz Cortines quería “moralizar la administración pública” y encarcelar a los corruptos, aunque su gobierno ofreció el mismo saldo en eso de las corruptelas; ¿les suena?
Luego tuvimos, cómo no, a otro gran moralista, Miguel de la Madrid, a quien se le recuerda por el pasmo que le produjo el terremoto del 85 (su pandemia), y quien sucediera en el poder a otro gran corrupto, el Gran Señor de la Colina del Perro que prometió defender nuestra moneda como tal.
La gestión de De la Madrid, profunda crisis económica mediante, puso fin al Estado Interventor que había surgido de la Revolución, abrió la puerta al Neoliberalismo y acabó con los tímidos resabios de nuestro tímido Estado de Bienestar. Y sí, no lo olvidemos, su gobierno se caracterizó también por su permanente campaña purificadora, que se prolongó por los seis años de su gobierno. Su lema “por la renovación moral de la sociedad” acabó convertido en el imaginario popular en “La corrupción somos todos”. Entregó el poder a Carlos Salinas de Gortari, mediante la “caída del sistema” operado por su secretario de Gobernación; sí, adivinó usted, Manuel Bartlett. Gabriel Zaid describió así su gobierno: “Terminó con la inflación más alta de la historia de México y otras marcas históricas. Crecimiento cero, narcotráfico en el poder, fraudes electorales tan escandalosos que provocaron situaciones nunca vistas…”, ¿les suena?
Dichos intentos de moralización tuvieron idéntico resultado: nulo. Quizás porque entonces, como ahora, fueron sólo lemas de fácil digestión, porque ni Ruiz Cortines ni De la Madrid hicieron un intento a fondo para terminarla, como tampoco se hace ahora. La marca de la casa es la impunidad, la convicción de que robar poquito no es robar (aunque nunca sabremos qué tan poquito fue). Porque hacen falta, para acabar con la corrupción, políticas de Estado, es decir un Estado de Derecho, y para tenerlas hacen falta estadistas. Y no tenemos ni una ni otros. Y todos parecen acabar en la misma “Hoguera de las Vanidades” que nos dejara el célebre monje dominico de los Médici.
En estas cosas pienso cuando escucho que YSQ nos quiere purificar.