
Teresa Gil/Libros de ayer y hoy
EL CAMPO MEXICANO ESTÁ AL LÍMITE
Urge rescatar al motor olvidado de nuestra economía. El campo mexicano, tan esencial para la seguridad alimentaria, el empleo y el desarrollo regional, vive hoy una crisis profunda y multifacética. Aunque representa una pieza clave en cualquier estrategia económica sostenible, ha sido históricamente marginado, enfrentando problemas estructurales que frenan su potencial y empujan a millones de familias rurales a vivir en condiciones precarias.
CAMINAR POR CAMINOS ROTOS: EL PESO DE LA MALA INFRAESTRUCTURA
La mayoría de los pequeños y medianos productores enfrentan una odisea para mover sus cosechas: caminos intransitables, ausencia de sistemas de almacenamiento y transporte ineficiente. Estas carencias elevan los costos, incrementan las pérdidas post-cosecha y limitan el acceso a los mercados. ¿Cómo competir si ni siquiera se puede llegar?
EL HAMBRE VIVE EN EL CAMPO
Paradójicamente, quienes producen los alimentos que consumimos a diario muchas veces no pueden garantizar su propia alimentación. La pobreza estructural, los bajos ingresos y la falta de protección social son una constante en el campo mexicano. Y lo peor: la desigualdad rural-urbana se profundiza con cada ciclo agrícola.
SIN CRÉDITO, NO HAY FUTURO
El acceso al financiamiento es casi un privilegio. Los bancos y programas gubernamentales ponen trabas, y los seguros agrícolas brillan por su ausencia. Sin estos instrumentos, es imposible invertir en maquinaria, tecnología o prácticas más sostenibles. El riesgo lo asume siempre el productor… y rara vez sobrevive a los siniestros.
EL CLIMA TAMPOCO PERDONA
El cambio climático ya no es una amenaza lejana: es una realidad diaria. Sequías prolongadas, inundaciones sorpresivas y cambios drásticos de temperatura arruinan cosechas y dejan a miles sin sustento. A esto se suma la degradación del suelo, la deforestación y la sobreexplotación de recursos. La tierra se agota, y con ella, las oportunidades. Ante la escasez suben los precios y ante la abundancia los mercados se caen.
JÓVENES QUE SE VAN Y CAMPOS QUE SE VACÍAN
Las nuevas generaciones ya no ven futuro en el campo. La migración a las ciudades o al extranjero es, para muchos, la única salida. Esto provoca una pérdida irreparable de mano de obra, saberes tradicionales y dinamismo local. Sin juventud, el campo envejece y se queda desolado.
ES HORA DE MIRAR AL CAMPO CON LOS PIES EN LA TIERRA
El productor mexicano vende barato y compra caro. No existen garantías de precios justos, y la volatilidad del mercado castiga al más débil. Además, los grandes intermediarios se quedan con la mayor parte de las ganancias, mientras el campesino y el pequeño productor apenas sobrevive.
Ha llegado el momento de que tanto el gobierno como las instituciones financieras dejen de ver al campo desde la distancia. Se necesita una mirada más realista, sensible y comprometida con la realidad de los productores mexicanos. Es urgente ofrecer tasas de interés accesibles, especialmente diseñadas para el sector agrícola, que reconozcan los tiempos, riesgos y ciclos de la producción rural.
Asimismo, los insumos agrícolas como semillas, fertilizantes, maquinaria, herramientas deben contar con subsidios reales que los hagan asequibles. No se puede hablar de productividad si el productor no puede costear lo básico para sembrar.
Rescatar al campo mexicano no es un acto de caridad; es una inversión estratégica en el futuro de México. Porque mientras el campo siga olvidado, el desarrollo nacional seguirá incompleto.