
Raúl López Gómez/Cosmovisión
El próximo 1° de junio viviremos una jornada electoral inédita: la elección directa de integrantes del Poder Judicial tanto federal como estatal. Más allá de si se está a favor o en contra de la reciente reforma judicial, el dilema de participar o abstenerse en las urnas no es menor. En esta decisión se juega mucho más que una boleta: se juega el tipo de país que queremos construir.
Lo que está por suceder es un hecho sin precedentes: elegiremos jueces, magistrados y ministros de la Suprema Corte por voto directo. El proceso es complejo, toda vez que habrá una gran cantidad de nombres en la boleta, reglas poco claras para muchos, y un evidente desinterés social. Las encuestas más recientes anticipan una participación electoral muy baja, en algunos casos inferior al 20% del padrón, según datos del propio Instituto Nacional Electoral.
Esta baja expectativa se explica por diversos factores: la escasa información sobre los perfiles, el descontento con el rumbo de la reforma, la fatiga democrática acumulada y la percepción generalizada de que esta elección no tendrá un impacto real o legítimo en el sistema de impartición de justicia. A ello se suma el alto rechazo ciudadano a participar como funcionario de casilla, lo que complica aún más la organización de la jornada.
TRES POSTURAS FRENTE AL VOTO
Ante este escenario, la sociedad parece dividirse en tres grandes posturas.
VOTAR TAMBIÉN ES RESISTIR
Aun con tantas dudas, es importante salir a votar por varias razones:
Primero, porque fortalecer la cultura democrática no es tarea exclusiva del gobierno o los partidos; es una responsabilidad compartida. Votar es ejercer un derecho, pero también es un compromiso con nuestra comunidad política.
Segundo, porque informarse sobre las candidaturas permite romper con la idea del “todos son iguales”. Aunque hay razones válidas para dudar del proceso, también existen personas con sólidas trayectorias académicas, judiciales y profesionales que podrían representar un verdadero contrapeso institucional.
Y tercero, porque sin diálogo no hay democracia. La urna no solo cuenta votos, también materializa el resultado de nuestras diferencias procesadas en paz. Votar implica reconocer al otro y construir comunidad incluso en la disidencia.
UN ESCENARIO DE INCERTIDUMBRE Y BAJA PARTICIPACIÓN
Desde una postura personal, considero que esta reforma judicial es profundamente deficiente. Me preocupa el debilitamiento institucional que implica. Pero también creo que abstenerse no mejora nada. La democracia se defiende participando, informándonos, exigiendo y votando. No solo cuando nos conviene, sino especialmente cuando estamos en riesgo.
Y aquí es donde hago un llamado muy particular a quienes vivimos en Veracruz. En nuestro estado, además de la elección judicial, también elegiremos alcaldes y ayuntamientos, autoridades que inciden directamente en la vida diaria de nuestras comunidades. Dejar en manos de unos pocos la decisión sobre quién nos gobernará a nivel local sería un error grave. Veracruz necesita voces informadas, críticas y comprometidas en las urnas.
Por eso, te invitamos a ejercer el voto con responsabilidad, con conciencia y con esperanza. No hay transformación democrática sin participación ciudadana. El país y los municipios que queremos se construyen con hechos. Y votar es uno de ellos.