Ricardo Alemán/Itinerario político
Si bien me debatí esta semana en darle seguimiento a los temas de moda, que desde luego deberían de ser del mayor interés para todas las mexicanas y los mexicanos, como son la sobrerrepresentación legislativa o la Reforma al Poder Judicial; o quizás temas que nos han conmovido por su impacto social directo, con dramáticas historias de supervivencia humana, como las inundaciones en Valle de Chalco; a final de cuentas, me decanté por otro tema que atañe, directamente, a mi profesión periodística, la cual ejerzo desde hace casi cuatro décadas con entusiasmo y pasión. Me refiero a la teoría de la conspiración de que los medios de comunicación estamos controlados de manera uniforme, unánime con una sola línea editorial a nivel global.
Una vez explicado el motivo de mi columna de esta semana, entro en detalle, no sin antes explicar el contexto del porqué vuelvo a retomar este tema y es que una amiga a la que estimo mucho, y que considero inteligente y muy bien informada, publicó en redes sociales que los medios de comunicación no tocamos ciertos temas por no afectar a nuestros intereses (ya sé, me expreso como si me apellidara Azcarraga o Salinas), pero es que mi experiencia como periodista en algunos de los principales medios de comunicación a nivel nacional, como TV Azteca, Televisa o Notimex; entre muchos otros, me han permitido constatar que la hipótesis de que los medios somos controlados por iluminatis, reptilianos o simplemente algún otro interés hegemónico perverso es más falso que el talento de un regetonero.
En los diversos medios de comunicación donde he colaborado, lo que llegó a haber fue, si acaso, algunos casos aislados de autocensura de los propios medios con anunciantes, pero, por lo menos, hasta el pasado sexenio nunca el gobierno en turno ha tratado, ni siquiera en forma velada, de censurar mi labor periodística.
Desde luego que hay casos de censura muy puntuales de los que han sido objeto compañeras y compañeros del gremio periodístico, ya sea despidiéndolos de su trabajo o incluso, en hechos extremos, silenciados por siempre, convirtiendo a los periodistas mexicanos en los que más riesgos corremos de morir asesinados a nivel mundial, incluso por encima de países que atraviesan por un conflicto bélico. Pero de eso a que me estén diciendo qué escribir o qué decir, para beneficiar a ciertos intereses oscuros y perversos, eso nunca lo he visto y lo digo con conocimiento de causa, no como quienes inventan esas teorías sospechosistas, sin pruebas, pero con la certeza del que juzga sin saber.
Reitero que en mi caso me expreso desde mi muy particular experiencia, que en los últimos tres lustros, me permitió colaborar once años para Televisa y los más recientes cuatro años para mi actual casa de trabajo Grupo Audiorama Comunicaciones, destacando que en estas últimas dos empresas que menciono, nunca me han impuesto una nota, una entrevista o un reportaje; ni tampoco me han vetado o censurado algún material periodístico. No puedo opinar por otros compañeros o compañeras, ni tampoco por otros medios de comunicación, pero en mi caso esto es lo que me ha tocado vivir y que agradezco infinitamente, total libertad para ejercer mi labor periodística.
Por cierto que, desde este año 2024, justamente, comencé a colaborar también como columnista con Quadratin, gracias a la invitación que me hizo mi amigo y colega Jorge Robledo, y con la anuencia del director general de este medio de comunicación, mi tocayo Francisco García. Y, si usted me ha leído antes, en esta columna titulada “Genio y Figura”, habrá notado que no me detengo ni un poco para externar mi opinión, sin filtros ni cortapisas.
Este agradecimiento, desde luego que debo hacerlo extensivo a quienes nos brindan su atención, al público que nos lee, que nos escucha, que nos ve, porque son la razón por las que asumimos este compromiso de informar, de comunicar con total responsabilidad, utilizando un rigor periodístico que nos quita horas de sueño pero nos da, a cambio, la satisfacción del deber cumplido.